C. Muñoz.- El último de la lista de recientes dimisiones en la derecha madrileña fue Arturo Fernández, vicepresidente de la CEOE y presidente de los empresarios madrileños. El señor Fernández, amigo personal de altos cargos del PP, y azote de izquierdistas, sindicalistas y movimientos sociales, abandonó “temporalmente” el cargo tras descubrirse supuestos pagos en negro a sus empleados. Él fue durante mucho tiempo uno de los emblemas de los nuevos tiempos que conservadores y liberales nombraban continuamente.
Díaz Ferrán fue otro de los ejemplares modelos para la creación de riqueza de este país. Además de sus empresas y los cargos que ostentaba a nivel nacional, fue presidente de la Confederación Empresarial Independiente de Madrid (CEIM) y Presidente del Comité Ejecutivo de la Institución Ferial de Madrid (IFEMA). Nunca llegó a dimitir de sus cargos públicos, y tuvimos que esperar unos años para verle por fin en la cárcel por estafa en la emisión de pagarés, apropiación indebida, blanqueo de dinero, etc.
En nuestra región hemos tenido también una buena ristra de políticos conservadores que han dimitido de sus puestos, tras imputaciones o con relaciones con tramas corruptas. Pero no sólo por casos de corrupción. Los últimos tiempos, en Madrid hemos tenido varias dimisiones por motivos políticos, por ambiciones personales o por fuertes enfrentamientos internos. Sin ir más lejos, dimitieron de sus cargos quienes fueron elegidos para dirigir la Comunidad Autónoma (Esperanza Aguirre) y el ayuntamiento de la capital (Alberto Ruiz Gallardón).
Lo extraño de los últimos casos de dimisiones en los núcleos de poder que controlan Madrid no es que dejen su cargo (en algunos casos, como el de Esperanza Aguirre, sin dejar de ser la que sigue moviendo los hilos del PP madrileño). Lo más asombroso es que todos estos personajes, manchados en mayor o menor medida por casos de una desastrosa gestión, sospechas de corrupción, o directamente imputados, son inmediatamente convertidos por sus compañeros, de cara a la luz pública, en mártires.
En el caso Madrid-Arena, varias fueron las dimisiones: el exdelegado de Economía, Empleo y Participación Ciudadana, Pedro Calvo, el vicealcalde de Madrid Villanueva… El último caso de dimisión dentro del ayuntamiento de Madrid fue el de Antonio de Guindos (hermano del ministro de economía), dimitido hace unas semanas tras ser imputado por el caso Madrid Arena, en un nuevo ejemplo de una gestión desastrosa para los madrileños y para las vidas de cinco familias.
Es totalmente inadmisible, y debería revolvernos las tripas a todos, que el presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, calificase de “pena” la marcha de Guindos, “una persona honorable” y un “magnífico profesional”. “Lamento que haya dimitido”, ha dicho, un sólo día después de que se alegrase por su imputación. Dio la bienvenida a la imputación argumentando que Guindos podría aclarar mejor el caso.
El presidente de la Comunidad llegó a declarar tras las dimisiones: “Han actuado con una enorme honorabilidad todos los que lo han hecho. Ahora lo que hay que seguir haciendo es lo que se está haciendo, que es profundizar a través de las instrucciones judiciales en ver qué es lo que ha pasado ahí y ver qué es lo que se ha hecho mal y quién ha sido el responsable de eso”.
Lo realmente increíble es que se produzcan tan pocas dimisiones entre los cargos públicos que han ido demostrando en los últimos tiempos su manifiesta incompetencia y sus implicaciones con tramas mafiosas y corruptas. Y cuando un puñado de dirigentes políticos y empresariales terminan dimitiendo, bajo el peso ya insostenible de los hechos, nos encontramos con que los dirigentes conservadores lamentan principalmente el hueco dejado por “tan grandes profesionales”.
Si estos dirigentes estuvieran realmente al servicio de los intereses públicos, no lamentarían tanto las dimisiones de sus compañeros, sino que las recibirían como una oportunidad para que otros más competentes y honestos ocuparan esos cargos. Pero la realidad es por desgracia otra muy diferente. Y lo seguirá siendo mientras no derribemos esos núcleos de poder. Lo único que seguirán lamentando son los daños colaterales de esta gran estafa democrática; la caída por el camino de alguno de los suyos.
Pero nosotros no somos de su casta y lo que lamentamos es que no dimitan de una vez todos en bloque. Y no vamos a lamentar lo más mínimo acabar con este lobby empresarial y político de la Comunidad de Madrid.
* César Muñoz es Coordinador de IU Retiro y Miembro del Consejo Político Regional de Izquierda Unida de la Comunidad de Madrid.