L. Torres.- Este viernes 19 y sábado 20 de octubre a las 19.00 horas, en la Fundación March se proyectará de manera gratuita y hasta completar aforo la película ‘Octubre’ (1927), de S. M. Eisenstein, cuya conferencia posterior, ‘El paso del cine mudo al sonoro’ correrá a cargo de Román Gubern.
Octubre (Oktiabr, URSS) es una película realizada para conmemorar el décimo aniversario de la revolución soviética. Comienza con el derribo de una enorme estatua del último zar, Nicolas II; sigue con el establecimiento del efímero gobierno provisional de Aleksander Kerensky, quien acabó refugiándose en la embajada norteamericana; el liderazgo de Lenin en la revolución; la ofensiva de una parte del ejército y sus luchas intestinas y la ocupación final del Palacio de Invierno por parte de los sublevados. Película épica y compleja, exhibió virtuosos ejercicios de montaje simbólico, para construir alegorías y metáforas. La censura soviética eliminó la presencia de Trotski.
Probablemente la etapa de más intensa creatividad e inventiva de la historia del cine se produjo en el período 1927-1933, en el traumático tránsito el cine mudo al cine sonoro. A finales de los años veinte del pasado siglo el cine mudo había alcanzado su máxima perfección estética. Por una parte, el arte de la fotogenia y el lenguaje de las luces, las sombras y los claroscuros habían convertido al cine en una arte plástica de gran madurez. Por otra, la agilidad en la combinación de los planos –la sintaxis de su montaje- había adquirido una gran sofisticación, especialmente gracias a los cineastas soviéticos, que los utilizaban para construir metáforas y alegorías de gran aliento poético.
Tras diversos ensayos técnicos infructuosos, y debido en parte a la competencia comercial de la radio, la Warner Bros consiguió imponer el éxito del cine sonoro con la película musical El cantor de jazz, estrenada en Nueva York en octubre de 1927 con acompañamiento de discos de gramófono sincrónicos con la imagen. Este éxito comercial supuso una revolución para la industria, el comercio y el arte cinematográficos, acompañada de bastante desconcierto. Los estudios tuvieron que insonorizar sus paredes y equiparse con nueva tecnología acústica; las salas de exhibición tuvieron que añadir amplificadores sonoros y altavoces. Y Hollywood se enfrentó al reto que suponía que en la mayor parte de sus mercados el público no entendía el inglés, mientras que actores con voz poco “fonogénica” tuvieron que abandonar los estudios. Inicialmente, estos cambios traumáticos supusieron una grave regresión estética –muy bien evocada en el film retrospectivo Cantando bajo la lluvia (1952)-, pues la cámara tuvo que encerrarse en un pesado blindaje insonoro que impidió su movilidad y la anterior libertad del montaje de los planos tuvo que subordinarse a la longitud de los diálogos. El resultado de todo ello se tradujo en la predominancia de un paralítico y chato “teatro filmado”.
Pero algunos directores de talento –como René Clair, King Vidor, Fritz Lang, Josef von Sternberg, Carl Dreyer- supieron descubrir la “poesía del sonido”, no como mero acompañamiento o ilustración de las imágenes. Si al principio asombraba al público que un actor abriera la boca y se oyera su voz, pasada la sorpresa inicial los directores de talento descubrieron el dramatismo o la poesía de los ruidos –el chirriar de los neumáticos en una persecución, el chapoteo de los pies en las aguas de un pantano, los chillidos de las gaviotas- y, en el plano humano, desvelaron el dramatismo de unos sonidos que no existían en el teatro: el suspiro, el susurro y el gemido. Y también se descubrió, por contraste, el dramatismo del silencio.
En los primeros años del cine sonoro se asistió, en cierto modo, a una reinvención estética del cine, convertido en un laboratorio experimental. Hubo que aprender nuevas técnicas y nuevas estrategias para narrar historias. Y hubo que hacer compatible la creatividad del montaje y las longitudes de los diálogos. Y como reacción contra el chato estatismo y verbosidad del “teatro filmado” surgieron incluso películas sonoras de protesta, que reprodujeron música y ruidos, pero prescindieron voluntariamente de los diálogos. El ejemplo más famoso de esta tendencia lo suministró la película Éxtasis (1933), incluida en este ciclo.
Programa del ciclo de cine:
Octubre (19 y 20 octubre)
El viento (16 y 17 noviembre)
Y el mundo marcha (14 y 15 diciembre)
Asfalto (18 y 19 enero)
M, un asesino entre nosotros (15 y 16 febrero)
Soy un fugitivo (15 y 16 marzo)
Vampyr (19 y 20 abril)
Éxtasis (10 y 11 mayo)
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