A. Inurrieta*.- La ciudad de Madrid es una de las capitales europeas más visitadas y también es destino preferente de asiáticos y latinoamericanos. La cantidad y calidad de bienes patrimoniales, la oferta en materia de pinacotecas y la buena gastronomía, hacen de la capital un destino obligado. Asimismo, el clima benigno, y el hub instalado en la T4 también facilitan el tránsito. Es, por tanto, un elemento de dinamización económica muy significativo, lo cual nos debe enorgullecer.
Este valor añadido, sin embargo, se pierde completamente cuando se analiza la política medioambiental de la capital. Madrid, es con diferencia, una de las capitales donde más se utiliza el vehículo privado, donde más tarde se han sustituido las calderas de carbón y donde menos se utilizan energías alternativas (eólica o solar) para uso residencial. Es cierto, y hay que reconocerlo, que los distintos gobiernos municipales y autonómicos del PP, han hecho un esfuerzo ingente, con los impuestos de todos, en extender el metro y la red de autobuses, y hasta han instalado un tren ligero de dudosa utilidad. Pero al mismo tiempo han incentivado el uso del transporte privado, primero con el soterramiento de la M30, y después sin imponer apenas restricciones para el uso del coche y la moto, algo que se sustenta en la plena libertad del individuo, como siempre recuerda la actual Alcaldesa de Madrid.
Los resultados, al margen de una climatología adversa, es que la contaminación atmosférica en Madrid empieza ya a ser grave, y su negación -en línea con los conservadores americanos- no minimiza el problema. Estos elevados índices no pueden ser escondidos más y, además, el cambio de estaciones de medición tampoco han dado el resultado apetecido. Acabado el año, ha llegado el momento de hacer balance de los niveles de contaminación en la capital, y el resultado es que, lejos de mejorar, la calidad del aire ha empeorado. La ciudad registró 45 microgramos por metro cúbico de dióxido de nitrógeno, un gas tóxico procedente en su mayor parte del tráfico rodado. Esa fue la media anual de las 24 estaciones de medición repartidas por Madrid. El año anterior, 2010, la media fue de 44 microgramos. Es la primera vez en seis años que este dato empeora en lugar de mejorar.
La normativa prohíbe superar los 40 microgramos de dióxido de nitrógeno (NO2) de media anual. Madrid los rebasó en 2010, el primer año en el que pasaron de ser una recomendación a una obligación. Por eso la capital decidió pedir una prórroga a la Comisión Europea que la eximiría durante cinco años del cumplimiento.
La persistente negación de la actual Alcaldesa, otrora responsable de medio ambiente, no cuadra con los datos, que muestran que la capital no está mejorando en calidad del aire. La tendencia ya se rompió en 2010, cuando los índices de contaminación mostraron un estancamiento. El dato oficial para 2010 fue de 44 microgramos por metro cúbico, por ser la media de todas las estaciones de la red. Sin embargo, a principios de año el Ayuntamiento la había remodelado. Eliminó algunas estaciones y cambió de sitio otras. Si se toman como referencia únicamente las que han seguido en su lugar sin cambios, la media que resulta en 2010 es de 46 microgramos. Exactamente los mismos que en 2009. Los datos de esas estaciones permiten obtener series homogéneas para evaluar sin sesgos cómo ha evolucionado la calidad del aire en la ciudad en la última década. Desde 2005, 56 microgramos por metro cúbico, se venía reduciendo la contaminación año tras año.
Este empeoramiento, además, tiene un factor añadido: que el tráfico disminuyó durante 2010 y 2011 por el efecto de la crisis económica, lo cual agrava aún más el problema, y muestra cómo la política municipal tiene que cambiar. Es urgente un plan de restricción severo del tráfico rodado, la instalación de un verdadero carril bici, y no la broma que tenemos, con un sistema de alquiler público al estilo del exitoso de Barcelona, así como una apuesta seria por las energías renovables en los hogares.
En resumen, Madrid no es un ejemplo en materia medioambiental y eso rompe el glamour de la capital y expulsa a quienes tienen problemas respiratorios, y especialmente a quienes han viajado por ciudades mucho más limpias, donde se restringe el tráfico privado como Londres o donde se disfruta de la bicicleta como Paris o Ámsterdam.
*Alejandro Inurrieta es ex concejal del Ayuntamiento de Madrid y miembro de la Asociación Puerta de Alcalá.
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Fotos: SergiooAF y miguelsaez7 (Flickr)
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Efectivamente y eso que, como bien dices, con la crisis (y además con las multas que se ponen) se circula menos.
Creo que además, debe existir una correlación entre la contaminación y el ruido.
Pero como la única ideología es el "dejar hacer", seguida por "el que más pueda, capador", echemos la cuenta de adonde estamos yendo.