Lola M.- En educación uno puede encontrarse cosas cuando menos de dudosa ética. Por ejemplo, un inspector puede aprobar a un alumno que ha sacado un cero en todos los exámenes del curso sólo porque el examen global tuviese un “defecto de forma”. También ocurren cosas raras a la inversa: para que un profesor que no está siguiendo adecuadamente la programación o no está trabajando como es debido tenga algún “castigo administrativo”, tiene que ser el director el que inicie los trámites para una posible apertura de expediente. Pero los directores son también compañeros de trabajo, con lo que a veces es ciertamente peliagudo iniciar el papeleo. Sin embargo, basta con que un padre denuncie una situación concreta a la administración para que ésta actúe de una forma tremendamente rápida.
A principios de noviembre notificaron al director del IES Maestro Matías Bravo de Valdemoro, Javier Lizasoain, una apertura de expediente. Hasta hace unos días no le había llegado el pliego de cargos. En él se le achacan dos faltas que se tipifican como graves. ¿Ha pegado a un alumno? ¿Se ha negado a impartir una asignatura o a confeccionar horarios? ¿Ha dejado a los chicos sin evaluar? Pues no. Javier aprovechó que se estaban haciendo obras en el centro a principio de curso, cogió unos retretes que se iban a tirar y los puso un día en el patio en protesta por los recortes educativos. También colocó unas pancartas en defensa de la educación pública (como, probablemente, todos los centros públicos de Madrid). Esas dos faltas gravísimas suponen para la administración una extralimitación en las funciones como director y podrían conllevar, además del cambio de centro, un suspensión de hasta tres años.
Como en estas fechas todo se entiende mejor en términos económicos y empresariales, imaginen por un momento que el director de una sucursal de una marca de galletas llega un día a trabajar con una camiseta sobre de empresa de galletas diciendo “¡Vivan mis galletas! Éstas son las mejores galletas y tenemos que velar porque no haya recortes ni de trabajadores ni de recursos en la empresa, tener buena maquinaria, buena materia prima y un buen equipo humano, porque estas son las mejores galletas y estoy orgulloso de ellas”… y acto seguido se le abre un expediente.
Por cierto, hablando de pancartas, se ve que nadie denunció a la Consejería de Educación cuando este verano se colgó ésta. (Imagen)
Y para acabar con las cosas bizarras que están pasando estos días en el mundo educativo, un consejo: si tienen una camiseta verde de esas que llevan, según Aguirre, “los sindicalistas, los indignados y, por supuesto, los de la ceja“ (lo que hay que oír…), cuidado por dónde caminan. Si a alguien se le ha ocurrido durante este último mes pasar por la acera de la Consejería, se ha podido encontrar con que varios policías le han cortado el paso si llevaba la camiseta verde. Si llevaba otra camiseta o incluso si se la quitan en ese momento, no pasa nada, se sigue caminando por la acera sin problema, pero si se lleva la camiseta verde con un lema tan subversivo como “Educación Pública de todos y para todos” depende del momento del día le pueden hacer dar toda la vuelta para pasar por la calle Alcalá. En esas estamos.
*Lola M. es profesora en un instituto público de Secundaria y Bachillerato de la Comunidad de Madrid.
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Me gustaría hacer una puntualización: Javier no colocó los váteres ni dio orden a nadie de hacerlo. Fuimos nosotros, muchos profesores del centro, los que tuvimos la idea y la llevamos a cabo. Él ni organizó ni autorizó la realización de esta composición artística.
Yo también soy Javier.
Con más motivo (era lo que pensaba, no veía yo a una persona sola moviendo váteres por el mundo, pero no lo sabía seguro).
Yo también soy Javier. Mucho ánimo.
La fuerza del fanatismo!