J. C. García Dueñas.- Se vierten estos días opiniones al respecto que no dejan de resultar extrañas, por el punto de vista desde el que se escriben. ¿Estamos seguros de que las grandes superficies no afectan al comercio de proximidad? Yo creo que son el principal factor en la desaparición del sector. De hecho, lo normal es ir a las grandes superficies una vez a la semana o cada quince días y traer todo lo necesario hasta la siguiente salida, para rentabilizar.
Efectivamente, habrá tornillerías, botonerías o panaderías que puedan seguir subsistiendo a base de especializarse en alguna línea particular de productos. Pero esto es sólo una parte mínima del comercio de proximidad. También hay tiendas de ropa exclusiva en grandes marcas o concesionarios de coches, pero en esto, tampoco parece que tenga que ver con la problemática del comercio de proximidad.
La idea básica no cambia. Quien no tenga la suficiente disciplina, suerte, ocasión, etc. para poder enriquecerse con un negocio, aquí no cabe. Y al final, resulta que la culpa de que acabe el comercio de proximidad la van a tener los inmigrantes malvados, los que no cumplen las normas a la vez que se aprovechan de los créditos blandos, como recientemente denunciaron desde el CECOMA.
Lo que personalmente me choca, es el punto de vista que se adopta. Es decir: ¿Qué es lo importante, en cuanto al incumplimiento de la ley: que el empresario cuente con competencia desleal o la cantidad de empleados, siempre superior, que son explotados por ello? ¿Qué es realmente lo más dramático, lo más sangrante?
Porque si realmente nos preocupara la explotación de las personas, conocemos cientos de sentencias judiciales en la Magistratura del Trabajo y en los Juzgados de lo Social, muchas de las cuales suelen quedar en nada, por la laxitud de las normas y principios que las sustentan.
En cambio, nos parece genial que desaparezcan los liberados sindicales, cuando hay 10 veces más liberados de la CEOE y 100 veces más curas, también liberados y nadie dice nada. Esos sí son necesarios.
Señores, cuando en los países se quieren potenciar mejoras económicas y sociales en las clases populares, se dictan normas para que los sindicatos tengan más fuerza. En cambio en este país se intenta convencer a la población de que son una lacra.
También podrían aplicarse a los políticos las normas de competitividad, es decir ¿Por qué un país se permite dar créditos blandos a sus emprendedores y otros no pueden hacerlo? Creo que todo el mundo entenderá que si en vez de subvencionar y enriquecer a la banca, por poner sólo un ejemplo, subvencionáramos a la industria o a la investigación, o al comercio, por poner sólo otros ejemplos, las cosas serían diferentes.
Mientras tanto, ya sabéis. Si tenéis que montar un negocio nocturno, lo competitivo es que la gente pueda ir a ligar, con lo cual, procurad que los ambientes sean intimistas, pero que no parezca un club (que igual se pagan más impuestos).
*Juan Carlos García Dueñas es miembro de la Asociación de vecinos Goya-Dalí.