J. E. Villarino*.- Finalizaba el otro día esta columna con un apunte sobre la política e Internet. Me parece que lo que va a seguir a algunos, no les va a gustar. Lo siento, tampoco a mí me gusta lo que hacen ni como lo hacen los políticos -algunos políticos- y algunos -casi todos- los partidos políticos. Ni cómo entienden la política.
Los partidos políticos -mejor, las cúpulas de los partidos políticos- se han apropiado de la política. Ellos deciden en el partido dictatorialmente (por fin uno de ellos dice que va a tener primarias, ya veremos), lo cual es anticonstitucional ya que la Constitución dice que los partidos han de practicar la democracia interna, cosa a todas luces que no es así. Las cúpulas son quienes hacen y deshacen las listas electorales, cerradas y bien cerradas con ocho candados, y, si te gusta bien y, si no, también. Te aguantas.
En esas listas hay mucho relleno, mucho gato por liebre, mucho maula, mucho lameculos y mucho mandao. Su papel, como no hablan en el hemiciclo, es trabajar en sus despachos y en las comisiones. Pero vaya usted a saber si se lo toman en serio o hacen novillos. Habrá quienes sí y, habrá quienes no. Cosas peores hemos visto, como votar con la mano y el pie al unísono, escaquearse en el parlamento europeo y ficharse unos a otros, cambiar le billete de business por turista para embolsarse la diferencia para caramelos de los chicos, plenos con cuatro señorías y las señoras que le dan a la tecla y levantan acta de todo cuanto dicen y así, en este plan. Aquí ya no se fía uno de nadie.
En esto, irrumpe internet, la sociedad 2.0, las redes sociales, etc, etc. Y digo yo: pues ya que existe una cosa virtual que se llama DNI electrónico, o incluso sin ese DNI, uno puede votar con garantía de que nadie puede suplantarle, ni votar más de una vez.
Pues, para qué queremos más. El papel de apretar el botón en el hemiciclo ya no hace falta que lo hagan esos intermediarios de la nada, y prefiero hacerlo yo. Se ponen unas reglas respecto de lo que se vota y no: pj de Decreto-Ley para arriba, mínimo de votos necesarios, etc y lo que haga falta en cuanto a garantías. Y a votar. De esta manera, votarían los ciudadanos, no los partidos. De haber tenido Internet los griegos de la antiguedad, ya habrían implantado el voto online.
Ah, ¿que a qué se dedicarían entonces los partidos políticos? Pues a lo que es su razón de ser, grupos de presión para convencerme -convencernos- de que lo que ellos propugnan es lo mejor del mundo, para dar la matraca en mítines con lo mismo, para ir por las casas vendiendo su mercancía como antaño hacían los vendedores de enciclopedias. Pero no para suplantar mi voto. Así, las leyes saldrían más democráticas y si lo que nos proponen en cada votación no nos gusta, pues decimos: votamos que no y ya está. No importa aunque votemos unos centenares de veces al año. Sería emocionante. Mucho más emocionante que lo de ahora y, sobre todo, mucho más democrático.
Otra cosa: de esta guisa ya no son necesarios 350 señores en una cámara y otros casi 200 o más, en la otra. Trabajarían en las sedes de sus partidos para convencernos del voto que ellos propugnan y en la Sede de la Soberanía Popular, habría unos honrados, doctos, preparados y eficientes funcionarios, gestionando todo lo referido a las votaciones, la publicidad de los textos a votar, etc y el parlamento se podría llenar cuando tocase votación con 350 ciudadanos, que en esa ocasión, en vez de votar desde casa online, votarían allí directamente, previa solicitud y por turno de petición. Repito, emocionante, mucho más emocionante y democrático.
De esta manera, ya no habría ese tinglado de la ley D´Hont, minorías nacionalistas, grupos mixtos, ni corruptelas, que eso son estas cosas. Una persona con derecho a voto, pues un voto. En cada ayuntamiento, juzgado de paz, comisaría u oficina de correos, un ordenador para quien no tenga en casa y para quien este malo, un poli local que lleve el ordenador al hospital o a casa.
Los gastos que esto conllevaría no serían ni la décima parte de las subvenciones que hoy se llevan los partidos para sufragar, entre otras cosas, mariscadas o cursos de golf a los familiares de los ediles, como fue el caso reciente de la familia Aznar-Botella.
Esto que vale para el parlamento nacional -el senado hay que cargárselo-, valdría para autonomías -de sobrenombre autonosuyas, que también habría que cargárselas- y ayuntamientos, para todas aquellas instutuciones que requieren de votación para el gobierno de los intereses de los ciudadanos.
Que toca elegir a los gestores de los intereses de los jueces: eso que llaman Consejo General del Poder Judicial, pues votan los jueces y sanseacabó, los eligen ellos y ya está. Más separación de poderes, imposible, Como ya los políticos votan como un ciudadano más, se acabó el mangoneo. Y quien dice para el CGPJ dice para el TS, que el TC: habría que aprovechar y cargárselo también.
Bueno, a estas alturas de artículo, los afiliados a partidos, sindicatos, progres de la izquierda y la derecha, diputados nacionales, autonómicos, senadores, alcaldes, concejales, ministros, asesores, cargos públicos de a dedo, de empresas públicas, etc (lo que hemos dado en llamar la casta de la mamandurria y que se autocomplacen como los políticos correctos) se estará acordando de mis ancestros. Dirán que soy un antisistema, un desarraigado social, un antidemócrata, anarquista, etc. Pues, a lo mejor, antisistema sí, antisistema de su sistema. Que ya se ve lo que ha dado y da de sí. Su democracia se ha convertido en su modus vivendi y a mí no me va. No me gusta. Hay otros sistemas mejores, como el que se puede organizar en esto que hoy les digo.
Afortunadamente, el avance de la tecnología es imparable y casi todas las cosas que produce son buenas, no así el uso que hacemos de ella. Este sueño que he llamado voto online o algo parecido revolucionará el sistema de representación ciudadana que en casi nada ha cambiado, todo lo contrario, ha empeorado, desde que unos nobles aragoneses le dijeron a un aspirante a rey aquello de “no olvide, Señor, que nos que somos tanto como vos, pero todos juntos mucho más que vos, os hacemos principal entre los iguales, con tal que guardéis nuestros fueros y libertades, y si no, no”.
No estaría mal que esta tradición o verdad, figurase en el frontispicio del palacio de la Carrera de San Jerónimo.
* José Enrique Villarino es economista y consultor, especialista en Transporte, y miembro del Foro del Transporte y el Ferrocarril (FTF).
R Frutos says:
Pues sí que da que pensar su artículo. ¿Va en serio? Valiente es, pero ¿estamos preparados? ¿Sería bueno o malo? ¿Sería un desastre como Clara Campoamor, contradiciendo su propia condición, vaticinó cuando se otorgó el voto a las mujeres? Esto engancha automáticamente con la participación de la que habla la señora Valiente. En realidad usted está apostando por la participación real en modo online directo. Y pienso de pronto ¡qué buena idea!, pero quizá habría que probarla de forma más local y más próxima. Es decir comenzar con la política municipal e incluso autonómica. Eso sí que estaría bien. Quizá a partir de ahí, los señores diputados y senadores serían verdaderos políticos. Y los partidos políticos compuestos por verdaderas señoras e idem señores. Y nosotros nos formaríamos como auténticos ciudadanos.
El autor says:
Pues, sr Frutos, completamente de acuerdo. Y,porsupuesto que va en serio. No juego con su tiempo y defrencia en leerme. Para ensayos , los hago, como decía otro, con gaseosa. Estas propuestas, de entrada, así planteadas nos dan miedo. Si nos dejáramos llevar por él, no haríamos nada. Antes que nada, es mejor empezar por algo: Ayuntamientos, como ud dice. Votar online en los plenos sería fácil. Democracia, quasi-directa. Autonomías, pues, muy parecido. Y para la Nación, no tiene que haber grandes diferencias.
Tenemos que convencernos que los ciudadanos estamos preparados. Pero, si gobiernan a golpe de encuestas. Pues suprimamos las encuestas que usan para gobernar y opinemos directamente con nuestro voto.
Yo voy un pelín más allá que ud. No habría ni diputados, ni senadores. Los partidos políticos llegarían hasta convencernos de sus propuestas para que las votáramos, Cada partido,pj, propone su proyecto de ley y nosotros los votamos. El gobierno que previamente hayamos votado tendría que llevar a cabo lo que haya votado la mayoría. Y punto. Hubo un señor que dijo algo así de los demonios nacionales y de que no estábamos preparados para la democracia. ¿Qué diferencia hay entre un diputado nº 18 de una lista y ud? Ninguna. Él vota lo que le dice el jefe de su partido, Ud lo que cree en conciencia o lo que mejor le va a sus intereses. Mucho mejor lo de ud, cien mil veces.
En unos años, con este sistema, seríamos los ciudadanos unos expertos políticos, en el mejor sentido de la palabra. Créame.
Gracias por su interés y tiempo y, si quiere, divulgue la idea.