Cuanto más Cercanías, menos tiempo personal, más despilfarro energético y más injusticia fiscal

Madrid,

J. E. Villarino.- Escribe Felipe Serrano en Madridiario un artículo titulado “Cercanías, un gran invento”, en el que hace una loa al buen funcionamiento de las cercanías ferroviarias madrileñas. Y razón no le falta, aunque bien mirado, como todo en la vida, las cosas son siempre susceptibles de mejorar. Los ciudadanos en general, y los madrileños en particular, tienen un buen concepto de este servicio de transporte, que ha llegado a ser lo que es, entre otras cosas, por las cantidades ingentes de dinero que en dicho sistema se han invertido y algunos profesionales que se han dejado y se siguen dejando la piel en ello.

Los peros principales a las cercanías, no sólo de Madrid sino de hasta quince capitales españolas -pero sobre todo de Madrid y quizá Barcelona-, vienen por su concepción como pieza de articulación del espacio en las estrategias de planificación territorial. El ámbito “natural” de las cercanías ferroviarias son las áreas metropolitanas a las que sirven y, también, el de algunas áreas urbanas; no todas. En el espacio metropolitano es donde juegan un importante papel articulador, resolviendo satisfactoriamente las demandas de movilidad en la dialéctica ciudad-metrópoli.

Ahora bien, vuelvo a decir, las cosas tienen sus límites y no sólo es malo no llegar, sino también pasarse. Exactamente, lo que ocurre en el juego de las siete y media. Más de 60 minutos de tiempo de viaje, equivalentes aproximadamente a una distancia de 60-75 km, no es conveniente sobrepasar, porque dicho tiempo de viaje hay que multiplicarlo por dos y ya estamos en las dos, dos-tres horas de viaje diario, en el supuesto de que sólo sea éste el único modo de transporte a utilizar. Que supere estos umbrales de tiempo convierte al transporte en un martirio personal y familiar. Y las Cercanías lo han superado, prestando servicios de ámbito subregional.

Hace ya algún tiempo los políticos de este país descubrieron las Cercanías de RENFE, e incluso los METROs como un buen instrumento de apuntarse tantos electorales y no han parado de darle a la churrera de las vías para llevar los trenes a los más recónditos pueblos y localidades, en las que siempre hay un alcale o alcaldesa bien considerados y afectos al partido dispuestos a pasar a las páginas de la historia local. Últimamente, parece que eso que hemos devenido en llamar “la crisis” ha aplacado tanto furor constructivo de vías y comprador de trenes, pero, ojo, nos tememos que sólo temporalmente.

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Pasarse en distancia y frecuencia de servicios genera un modelo que puede pasar de virtuoso a perverso, tanto desde los intereses del viajero como de la sociedad y, por supuesto, de un buen uso del suelo. Desde la óptica del viajero, a viaje más largo, mayor penosidad y menor calidad de vida, menor tiempo familiar y personal, mayor coste por el efecto distancia, etc. Para el Operador, mayor dificultad de explotar líneas muy largas. Desde el punto de vista de la sociedad, está la aparición de deseconomías de escala, despilfarro e ineficiencia energética y una injusta distribución del esfuerzo fiscal en detrimento de aquellos ciudadanos que no disponen de estos servicios y que también sufragan a través de sus impuestos (caso del ciudadano(a) de un pueblo de Zamora que no tiene ni cercanías, ni AVEs). Finalmente desde la óptica territorial configura un modelo de asentamientos mucho más costoso, redundante y “replicante” que otro más concentrado y compacto tanto en infraestructuras viarias de conexión y complementarias como de servicios y energéticas, y ya no digamos de impactos medioambientales negativos, de todo tipo.

Mucho me temo que esto no lo van a resolver los políticos, sino que será el teletrabajo y la innovación en las tecnologías de telecomunicación y telepresencia las que contribuirán a mitigar el abuso en la construcción de nuevas infraestructuras de transporte. Alguien le escribió a los políticos el eslógan de “hoy no hay distancias, la distancia es el tiempo”, a lo que cabe replicarles con la ecuación inversa: superado el umbral lógico, a mayor distancia, menos tiempo personal, más gasto, más injusticia fiscal y más ineficiencia social y despilfarro energético.

Lo dijimos no hace mucho en estas páginas: urge revisar el Plan de Cercanías de Madrid 2009-2015. Decimos ahora: urge, previamente, revisar el modelo territorial.

Ilustración: Patri Tezanos

 

 

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