J. E. Villarino*.- No escarmentamos en cabeza ajena. Los humanos somos tercos y nos cuesta aprender de nuestras equivocaciones y de las malas experiencias. Esto es lo que parece acontecer con los rumores y globos sonda que ya circulan por los mentideros madrileños respecto de un nuevo aeropuerto en el suroeste de nuestra región.
Todavía está reciente, por no decir de cuerpo presente, el aeropuerto fantasma de Ciudad Real, sin un mal vuelo que llevarse a la torre de control, en el que se han enterrado más de 1.200 millones de euros. Su historia es de echarse a llorar y se resume en las ínfulas de un grupo de catetos, venidos a más, por mor de la política, que quisieron jugar a próceres de sus súbditos, tirando de los recursos de una Caja de Ahorros, Caja Castilla La Mancha, y así de esta manera pasar a la historia. A la historia de La Codorniz, claro, de existir todavía aquella ilustre y seria publicación.
Este aeropuerto aspiraba, nada menos, que a ser el aeropuerto sur de Madrid. Y bajo esta denominación fue conocido durante una larga temporada. Hasta que a Madrid, es decir a Esperanza Aguire, se le inflaron las narices y puso al aeropuerto de Ciudad Real en su sitio. Porque, incluso está mal llamado de Ciudad Real, ya que no está próximo a esta capital, sino en mitad de la mancha más manchega. Por un tiempo también quiso ser el aeropuerto Don Quijote. Por quijotadas que no quede.
El aeropuerto se localiza al lado de la autovía del sur e, incluso, empezó a construirse una estación para que el AVE tuviese una parada en sus inmediaciones. Todo ello, y a ello vamos, con la finalidad de convertirse en el punto de llegada de turistas y clientes de un futuro macro complejo de ocio y juego, que iba a inundar la mancha en un mar de dólares y euros, como en su día, ocurrió con el lejano oeste americano. Ni aeropuerto del sur, ni casinos, ni mercancías, ni nada de nada. Dentro de poco pura chatarra bajo el sol de justicia manchego.
Bueno, ¿les suena la canción? También en Madrid se empieza a retomar el proyecto del segundo aeropuerto comercial de Madrid, con localización en el suroeste, entre Navalcarnero y El Álamo. También a su vera, un gran complejo de ocio y juego, el del señor Adelson, ya amigo de la señora Aguirre. Y nos preguntamos ¿para qué se ha ampliado hace poco tiempo el aeropuerto de Madrid-Barajas, gastándonos un pastón en la célebre T-4 que permitió ampliar hasta el año 2050 la capacidad de este aeropuerto?
Creemos que no estamos en la mejor coyuntura económica económica para volver a repetir faraonadas como las del pasado. Primero veamos si cuaja o no ese gran complejo terciario y el núnero de visitantes y turistas que atrae, y luego veamos si son necesarias nuevas infraestructuras earoportuarias.
Ya sabemos que este tipo de infraestructuras no se improvisan de la noche a la mañana, pero es que tenemos un aeropuerto todavía con capacidad excedentaria a pocos kilómetors de la zona de ocio. No repitamos en Madrid lo que ya se ha demostrado un gran fracaso y que los políticos se paguen unas cuantas sesiones de psiquiatra para que les quite ese síndrome de abstinencia inversora y despilfarradora, inherentes al cargo que ocupan. Como dicen por mi tierra: a modiño, a modiño (despacio, despacio).
¡Ah! Nadie se cree que el aeropuerto nos salga gratis a los contribuyentes. Más tomaduras de pelo, no, por favor.
*José Enrique Villarino es economista y consultor, especialista en Transporte, y miembro del Foro del Transporte y el Ferrocarril (FTF).