S. R.- Una docena de madrileños han sido víctimas de la estafa de los secuestros virtuales en los últimos días en Majadahonda, Las Rozas, Boadilla del Monte y Rivas, si bien sólo de uno de ellos llegó a aportar la cantidad exigida a estos falsos secuestradores (500 euros, según denunció).
De acuerdo a la información facilitada por la Guardia Civil, los extorsionadores llamaban a personas mayores al número de teléfono fijo de su casa y les pedían dinero a cambio de liberar al hijo supuestamente retenido, imitidando su supuesta voz, que no conocían e intercalando gritos lejanos de auxilio y de socorro.
La forma de proceder, según ha explicado, se inicia cuando los supuestos secuestradores realizan llamadas generalmente por la tarde –entre las 16,00 y las 23,00 horas–, desde teléfonos ocultos o con el prefijo 0056 (Chile), e intentando desde el primer momento intimidar a la víctima para que, ante su situación de nerviosismo, les facilite más información sobre el supuesto familiar secuestrado y hacer incluso más creíble la situación.
El objetivo es que, ante frases como “mamá, estoy secuestrado” o “me quieren matar”, la víctima no pueda colgar para comprobar la veracidad de los hechos y pague el rescate que oscila entre los 1.000 y 10.000 euros.
Según la Policía, la forma de proceder consiste en efectuar llamadas indiscriminadas, preferiblemente a teléfonos fijos, de potenciales víctimas españolas y en el momento en que estas descuelgan les comunican que su hijo u otro familiar está secuestrado.
Los investigadores han apuntado que cuando una llamada les produce resultados positivos, los delincuentes continúan telefoneando a los números sucesivos, lo cual explica que numerosas víctimas se concentren en los mismos barrios o localidades.
Según la Policía, para darle más credibilidad a la amenazas, los delincuentes, con marcado acento sudamericano, además de identificarse como miembros de bandas criminales, llegan incluso a imitar la voz de los presuntos familiares secuestrados, imitaciones que duran apenas segundos para evitar que las víctimas, inmersas en un gran nerviosismo por las amenazas recibidas, descubran el engaño.
Además, los delincuentes han pasado del pago mediante depósitos a través de compañías internacionales dedicadas a tal actividad a las entregas en mano, haciéndoles creer que están vigilando para que no intenten realizar ninguna otra llamada o comprobación.