VÍDEO Los bomberos de Madrid salvan la vida a los vecinos de la calle Alcalá con una lona-tobogán

Madrid,

La Sociedad General de Hules ubicada en la calle Alcalá 1965 comenzó a arder a las 12.30 horas de la mañana de Viernes Santo del 18 de abril de 1930. Poco tardaron en llegar los bomberos del parque de aquella demarcación, que hicieron uso de la ‘escala Leitter’ y las lonas de salvamento recién adquiridas y ya estrenadas en pruebas para el rescate de los atrapados.

Lo recuerdan hoy 21 de julio de 2020 los Bomberos de Madrid.

Así informaba la prensa de la época:

“Por la fachada de la calle de Alcalá, valiéndose de la escala Leitter, fueron salvados D. Carlos Dal-Ré y su señora, que viven en el piso cuarto.

Una señora domiciliada en el piso quinto está gravemente enferma. Hubo que depositarla en la lona con toda precaución, y se la recogió sin haber sufrido daño alguno; pero hay el temor de que la agitación y el susto agraven su enfermedad. […]La verdad es que los trabajos de salvamento, a pesar de la celeridad con que ha habido que hacerlos, se han llevado a cabo con excelente orden. Y téngase en cuenta que el fortísimo viento impedia la colocación de las lonas y obligaba, a sujetarlas abajo con grandes garantías. A pesar de todas las precauciones, el aire las sacudía y bamboleaba terriblemente, y había que echar a las personas salvadas atándolas por la cintura, ante el temor de que en un vaivén de la lona pudieran salir despedidas. […] La parte más emocionante del salvamento fué por la fachada posterior de la finca, que da a un hotel contiguo a un taller de mármoles de la calle particular de las Naciones. Por allí, y cuando ya habían sido salvadas algunas personas, hubo necesidad de tender las lonas de salvamento para salvar a la inquilina de uno de los áticos, llamada doña María Garrote de Berné, y sus hijas María y Carmen. Por el mismo procedimiento fueron salvadas dos niñas, que, abrazadas y sujetas por un cinturón de seguridad, descendieron por la lona pendientes de una cuerda.
Se abrió de pronto una ventana de la finca, por la que salía gran cantidad de humo, y se asomaron una señora de edad y una joven, con el terror reflejado en el rostro. De nada servia que tanto las autoridades como el numeroso público trataran de calmarlas; ellas, juntando las manos, con ademán suplicante, pedían a grandes gritos que se les facilitara la forma de salir del cuarto. Por fin fueron colocadas las escalas trepadoras, por las que descendieron hasta el jardín de la finca de la calle de las Naciones. En este jardín venía a recaer también la lona de salvamento, y, para que éste pudiera hacerse en debida forma, fue preciso derribar una de las verjas. […]”.

“En los detalles de la precedente información quedan consignados reiteradamente el heroísmo de los bomberos madrileños, asi como la abnegación y entusiasmo de unas cuadrillas de obreros albañiles, que, con los mayores celo, diligencia y desprecio de sus vidas, acudieron en auxilio de tantas personas en peligro de perecer entre las llamas.
El cumplimiento del arriesgado deber por parte de los bomberos, hecho a que nos tienen acostumbrados y que paga Madrid con un cariño y una simpatía vivísimos, merece ser destacado; pero aún más, por su carácter espontáneo y generoso, el rasgo de esos grupos de anónimos obreros madrileños, cuya humana solidaridad nos conmueve, y para quienes pedimos un justo homenaje, que se les debe, por el Municipio madrileño, representante genuino del vecindario”.

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