El 21 de febrero de 2019, el jefe de la oficina de denuncias y de atención al ciudadano ordenó a dos policías que se dirigieran al número 50 de la calle de Francisco Navacerrada, a unos 300 metros de la plaza de toros de Las Ventas. Hipólita, una amiga de la dueña de un piso en ese inmueble, había acudido a la comisaría para denunciar que llevaba días llamándola por teléfono y que no contestaba.
Los policías del barrio sabían que en ese piso vivía un joven conflictivo de 26 años con 12 detenciones que era un habitual del parque de Eva Perón donde solía estar fumando porros.
Timbraron y el joven respondió a través del portero automático. “Oye, Alberto, ábrenos la puerta, que somos la policía”, pero el joven no abrió la puerta del portal. Gracias a una vecina que les abrió, los agentes subieron hasta su piso y timbraron a su puerta. “Alberto, venga, abre, que sabemos que estás ahí dentro”. Y al final abrió.
Un año después de ver la escena más horripilante de sus vidas, los dos policías le cuentan a El País cómo fue la detención del joven al que descubrieron en pleno festín caníbal. Estaba cocinando a su madre.
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