Madrid salud ha editado una guía llamada ‘El estrés y el arte de amargarse la vida’ en cuyas 72 páginas explica que el estrés nos permite sobrevivir pero que también puede amargarnos la vida.
Con relativa frecuencia, los seres humanos nos enredamos innecesariamente en asuntos que nos estresan, nos atormentan y nos amargan la vida. Esta guía pretende compartir con usted alguna información sobre el estrés, además de algunos cuentos y metáforas que nos muestran otra perspectiva de las cosas y problemas, y que pueden ayudarnos a desenredarnos y vivir mejor.
El cuaderno es, pues, una invitación y estímulo para la reflexión, pero no solo eso. También puede ser un cuaderno de trabajo con el que experimentar y sacar conclusiones que orienten la acción para afrontar mejor algunas de nuestras preocupaciones y problemas. Desde esta perspectiva, el cuaderno puede resultar práctico, ameno y didáctico. Al menos, ese es nuestro propósito.
“Sobrevivir en la sabana nunca había sido fácil, de sobra lo sabían la cebra y el león. ¡Qué lejos quedaba, en ese momento, en el que la cebra estaba herida, el recuerdo idílico del día anterior!: Ella pastaba tranquila en la pradera, mientras el león dormitaba plácidamente bajo la sombra del baobab, un bucólico estado de equilibrio. Pero hoy, el león se agazapaba entre las altas hierbas observándola, al acecho, y la cebra sabía que estaba hambriento; sabía que ella era presa fácil precisamente porque estaba herida; sabía, con el conocimiento certero que otorga el instinto, que no era tiempo de lamerse las heridas o lamentarse de su mala suerte, que era tiempo de huir… Por su parte, el león sentía en lo más profundo de su ser la llamada de la vida; tenía hambre, necesitaba comer; su cuerpo reclamaba, imperioso, el alimento; debía abandonar su descanso y prepararse para la dura tarea de sobrevivir, para él era tiempo de cazar… La sabana tenía sus insondables dictados, los ritmos inexorables que permiten que haya vida y, así, ambos habían sido apartados de ese idílico estado de equilibrio”.
Preguntas y enseñanzas para meditar
Los cuerpos de la cebra y del león no se encontraban en la misma situación fisiológica en cada momento de la historia. En ellos, como en el resto de los mamíferos, incluida la especie humana, se operan una serie de reacciones fisiológicas (reacciones de estrés) que cumplen una función adaptativa: les permite sobrevivir. Tanto si eres el león, como si eres la cebra, necesitarás toda la energía de que dispones para correr, para salir veloz, cuanto más rápido mejor. En ambos casos (aunque por razones distintas) estás ante una emergencia y deben aplazarse todas las funciones que no sean imprescindibles para garantizar tu supervivencia. Por eso se “desconectan” funciones, superfluas en este momento, como la reproducción, el crecimiento, la digestión… Y se “conectan” otras, como el aumento del ritmo cardíaco y respiratorio para llevar más oxígeno y glucosa a tus músculos, el aumento del tono muscular, la movilización del metabolismo celular para obtener más glucosa en sangre… Gracias a que todo esto ocurre tú tienes más probabilidad de sobrevivir. Y todo esto te lo asegura tu sistema de estrés.
La metáfora de la cebra y el león es original de Robert M. Sapolsky (2000). Stress Hormones: Good and Bad. Neurobiology of Disease 7, 540-542. Resumida y adaptada muy libremente por los autores de esta guía y por Teresa Berciano.
La metáfora de la cebra y el león nos permite introducirnos de manera sencilla en los asombrosos y sofisticados mecanismos neurobiológicos del sistema simpático que regula las reacciones de estrés. Este sistema es responsable de la activación, de la aceleración, del gasto energético y de su distribución. Se pone en funcionamiento ante cualquier amenaza, peligro o cambio de vida y prepara a nuestro cuerpo para afrontarlos. Y así, como en el cuento de la cebra y el león, ante una amenaza, se tensan nuestros músculos para salir corriendo o atacar, la pupila se dilata y nuestros sentidos están más alertas para captar cualquier información sensorial que nos ayude a situar mejor el origen del peligro y de posibles escapes o soluciones. Los individuos que son incapaces de encender la respuesta de estrés están en grave riesgo cuando necesitan pedir a su cuerpo energía adicional para escapar de un peligro o hacer frente a tareas importantes de la vida cotidiana. Los seres humanos de hoy en día vivimos porque nuestros antepasados homínidos tenían un maravilloso sistema simpático que les permitió sobrevivir a los peligros y amenazas de los depredadores. Ese sistema simpático heredado nos permite activarnos y reaccionar de manera saludable y positiva para afrontar cualquier peligro o tarea que requiera energía y esfuerzo. Hay gente que realiza sus mejores trabajos cuando está bajo cierta “presión”. La reacción de estrés nos permite levantarnos e ir a trabajar, correr para alcanzar un autobús, estudiar y mantenernos despiertos/as para alcanzar determinados objetivos y tomar cartas en el asunto para hacer frente a los innumerables problemas que salen a nuestro paso.