J.E.Villarino*.- Ya conocemos la causa principal del trágico siniestro, atribuible al segundo comandante que, presuntamente, dirigió la aeronave, deliberadamente, al suelo de los Alpes.
Los hechos
Gracias a datos de Flightradar24, hemos podido comprobar y seguir la trayectoria de la aeronave, así como las trazas de los parámetros espacio-tiempo-velocidad (gráficos inferiores).
Como se puede observar, la aeronave alcanza la altura de crucero (11.500 m) a las 9:25 h, para 6 minutos más tarde iniciar un descenso a las 9:31:25 que se prolonga por más de 9 minutos, hasta colisionar con una montaña a una altura de 1.500 metros.
En el mundo aeronáutico se viene tomando como valor de descenso para una conducción amigable para los viajeros entre 333 – 500 pies/min según el grado de confort de más a menos.
La aplicación de estos estándares darían un tiempo de descenso entre 60 y 100 minutos, muy superiores a los 9 minutos que tardó en la realidad la aeronave siniestrada.
No obstante, los técnicos destacan la “limpieza” del perfil de descenso, lo que corrobora el hecho de que fue una maniobra perfectamente llevada a cabo por un profesional en aeronáutica, para intentar que, además, no se percatasen del objetivo último, tanto el pasaje como el primer comandante y demás miembros de la tripulación.
Ante los sucesos del 11-S, muchas cosas han cambiado en todos los órdenes de nuestras vidas y muchas más en las operaciones de la aviación civil. Se implantaron nuevos protocolos orientados a preservar a las aeronaves, a sus tripulantes y pasaje de los atentados terroristas. Nadie esperaba, aunque este caso no es nuevo, que “el enemigo” (no es la palabra más afortunada, lo sabemos) estaba en casa.
La desolación
Estamos desolados ante estos hechos. Era quizá la última causa en un ranking de causas posibles y más probables que hubiésemos pensado.
Cuesta mucho admitir que la autoría de este siniestro sea una persona que tiene como misión transportar en las mejores y mayores condiciones de seguridad y confort a los pasajeros que están a su cargo. Estamos no ante un accidente, ni ante un acto terrorista, ni ante un suicidio. Estamos ante un acto criminal, un homicidio, ante un macabro suceso.
Nadie estamos libres de sufrir un episodio demencial que nos haga comportarnos de esta manera suicida, pero bien es cierto que estos episodios de comportamiento anormal si no son fácilmente detectables con anterioridad, deberían ser objeto de más atención. No obstante, sabemos que estos perfiles psicopáticos son dífíciles de detectar por tratarse de personas con gran capacidad de simulación e inteligencia.
Conforme ha ido pasando el tiempo hemos sabido más detalles, fundamentales en la investigación de los hechos y su por qué. Así, hemos conocido que recientemente el segundo piloto había sufrido episodios depresivos con resultado de bajas laborales que el copiloto se encargó de romper y de transmitir a su empresa, porque hubiesen llevado a la inmediata separación del servicio de vuelo.
Todavía queda mucho trecho por analizar. Aún no ha aparecido la segunda caja con los registros de los parámetros de vuelo. Los datos registrados habrán de confirmar lo que todavía es una hipótesis muy, muy plausible. La verdad final la tendrá el juez que juzgue los hechos. Una investigación, hasta ahora, impecable
Admiramos al fiscal de Marsella encargado del caso y, en general a las autoridades francesas, que se están comportando con toda diligencia y transparencia. Esto sí que es transparencia. Un fiscal dando explicaciones, todas las explicaciones que eran posibles hasta ese momento, a las 48 horas del suceso. Una intervención complicada y difícil por la naturaleza del mensaje y el cúmulo de preguntas a que se vio sometido. Una intervención la del fiscal de Marsella, clara, efectiva, rigurosa, profesional con un cierto punto compasivo que se traslucía en su rostro. Bastante distinto a lo que se suele usar por nuestra nación y nuestros políticos que suelen practicar el ocultismo, el enredo y la improvisación. Admirados del trato y la gestión de la atención para con las familias de las víctimas, protegiéndolas de los abusos de algunos medios que se mueven en el terreno del sensacionalismo y la basura mediática.
En definitiva, profesionalidad y poca improvisación por parte de un país que ha tenido que gestionar un suceso en el que las víctimas eran fundamentalmente alemanas y españolas. Esperamos que las autoridades aeronáuticas comunitarias tomen las medidas oportunas para que no se vuelvan a producir sucesos como este de una indescriptible trágica magnitud y seguiremos atentos a la evolución de los hechos.
Mientras, queremos hacer llegar nuestras condolencias a los familiares y amigos de las víctimas, al tiempo que esperamos que las autoridades les presten toda la ayuda necesaria en estos tristes y luctuosos momentos.
* José Enrique Villarino es economista y consultor, especialista en Transporte, y miembro del Foro del Transporte y el Ferrocarril (FTF).