F. Santos.- El último día de un viaje largo con amigos suele ser de emociones fuertes. Si esos amigos te han acompañado durante casi año y medio tocando por toda España, desgranando y revisando una y mil veces tu último disco y toda tu carrera, la emoción es incontenible. Eso le sucedió este sábado a Quique González y su banda.
Aparecieron en el escenario del Florida Park como una familia, todos juntos. Con un extra de motivación y sin signos de cansancio, a pesar de haber tocado el jueves y el viernes en el mismo lugar. Y es que el último día de la gira es sagrado.
“Suave es la noche” fue el tema elegido para romper el hielo, para tratar de engañarnos a todos, pues esta noche iba a ser bien intensa. Frente a alrededor de 600 personas y un par de palmeras de plástico, Quique y los suyos salieron muy enchufados y fueron interpretando temas de toda la discografía del madrileño.
“Avería y redención”, “Deslumbrado”, “La ciudad del viento”, “Bajo la lluvia”… Como suele suceder en todos sus conciertos, temas más movidos se van entremezclando con otros más íntimos, temas bandera con novedades de último disco. En esta ocasión ―a diferencia del concierto de principios de gira en la Riviera, allá por diciembre de 2009―, el público respondió a la energía de la banda con más energía aún y sin parar de corear cada canción.
La acústica, excelente; los juegos de luces, bastante logrados; para ser una sala con recursos más limitados que muchas otras del circuito madrileño del pop-rock, la Florida Park ofreció una imagen más digna que la de otros recintos míticos. Sus únicos fallos fueron la climatización ―realmente hacía mucho calor― y la salida, que se realizaría por una puerta estrecha que daba a un pasillo donde esperaban aquellos que pasaban por el ropero.
En la zona vip de la sala, lejos de los focos, tratando de pasar desapercibido como siempre, observaba el guitarrista y productor Carlos Raya a su pupilo. Quique le señaló y le dedicó el tema “Día libre”, canción del último disco. Le siguieron “Vidas cruzadas” y “Salitre”, en la cual, siguiendo con su afición a intercalar letras de otras canciones, incluyó un fragmento de su tema “Calles de Madrid” y de “Beast of Burden”, de The Rolling Stones.
La corriente de energía que la banda trasmitió al público al comienzo del concierto se estaba transformando en una comunión total entre escenario y pista. Ya daba igual que el tema fuese lento o rápido. Quique, viendo el entusiasmo del público, dejó cantar a la sala en varios versos, algo que no suele hacer. “Nadie podrá con nosotros”, “Te lo dije” y “Pájaros mojados” fueron compartidas por toda la sala. Solo existe una canción que es capaz de silenciar al auditorio. Las notas de “De haberlo sabido” acallaron las gargantas e hicieron que más de uno se agarrara a su acompañante. Más adelante, incluyó un trocito de “El sitio de mi recreo”, como homenaje al recientemente fallecido Antonio Vega, el único momento en el que la mayor parte de la sala guardó silencio. La fiesta continuó, entrando ya en la recta final, con temas potentes: “Restos de stock”, “Hotel Los Angeles” y “Miss Camiseta Mojada”. Tiempo para el primer descanso.
De regreso al escenario, Quique invitó a su buen amigo César Pop ―telonero esa noche―y juntos cantaron “Riesgo y altura”, otro de los temas más íntimos de Quique. Con el ambiente ya recogido, entró en escena “Polvo en el aire”, otro corte lento pero intenso: un duelo sonoro entre teclado y armónica.
El siguiente invitado fue Chechu Mason, acompañante de César Pop y también amigo de Quique. Tocaron “Cuando éramos reyes” ―otro himno― y dieron paso al segundo descanso. No se movió un alma, quedaban muchos temas en el tintero. Al regresar al escenario llegó el emotivo agradecimiento al equipo técnico.
A continuación sonaron “Y los conserjes de noche” y “Pequeño rock and roll”, con Quique al piano. Para acabar, Quique improvisó un invitado. Álex, lo que normalmente denominamos “el chico de las guitarras”, el que se encarga de dar al cantante la guitarra que toca en cada canción, subió a tocar con ellos. Al principio se resistió, pero las noches especiales tienen estas cosas. Con mucha prudencia y los brazos algo agarrotados al principio, hizo el acompañamiento de guitarra de “La luna debajo del brazo”, el tema elegido para cerrar el concierto y la gira.
La banda y el equipo técnico se fundieron en un abrazo colectivo, como un grupo de amigos, sin jerarquías ni egos, como una familia que se despide por un tiempo; con la sensación del trabajo bien hecho y la cabeza llena de miles de recuerdos. Ahora Quique emprende una nueva gira de versiones y rarezas acompañado solo por el bajista. Lo ha llamado “Desbandados”, pero esa es otra historia…
Fotos: Hannah (Flickr)