L. Torres.- El director del Museo del Prado, Miguel Zugaza, y la directora general de la Fundación Focus-Abengoa, Anabel Morillo, acompañados por el conservador responsable de la colección de Murillo en el Museo, Javier Portús, y María Álvarez, restauradora de la obra, han presentado esta mañana a los medios de comunicación la instalación especial de la obra San Pedro penitente de los Venerables, propiedad de Abengoa, en la sala 17 del edificio Villanueva.
La obra, pintada para Justino de Neve y legada por éste al Hospital de los Venerables en 1685, se exhibirá temporalmente en el Museo del Prado acompañada por otras pinturas del artista sevillano, antes de su regreso definitivo al Hospital de los Venerables, sede de la Fundación Focus-Abengoa
A partir del 11 de septiembre, y hasta el próximo 17 de enero, el visitante del Museo del Prado podrá admirar en la sala 17 del edificio Villanueva este lienzo de valor singular de Murillo. Una obra de Abengoa, cedida a la Fundación Focus-Abengoa, para su incorporación a la colección permanente del Centro Velázquez, ubicado en el mismo Hospital de los Venerables. Tras su recuperación en el Reino Unido llegó al Prado para ser sometida a un estudio técnico y una limpieza que ha recuperado la composición concebida por el autor y permite apreciar los recursos técnicos y estilísticos empleados
por Murillo.
San Pedro penitente de los Venerables fue propiedad de Justino de Neve, uno de los patronos más inteligentes y expertos que tuvo el pintor, y sobre el que el Prado, la Fundación Focus-Abengoa y la Dulwich Picture Gallery, de Londres, organizaron hace tres años una exposición. En su testamento (1685) lo legó al edificio barroco del Hospital de los Venerables de Sevilla, sede de la Fundación Focus-Abengoa, donde volverá tras su estancia en el Prado, culminando así la restitución de esta obra maestra de la pintura sevillana.
En la iglesia del Hospital se conserva el retablo en el que se expuso desde al menos
1701 hasta que, durante la Guerra de la Independencia, la obra fue confiscada por el
mariscal Soult, en cuya colección permaneció hasta su muerte en 1851. Desde entonces
la obra ha permanecido en colecciones privadas.
San Pedro penitente de los Venerables tiene como punto de partida una composición de
Ribera, y su tema fue muy popular en España durante el Siglo de Oro: el retiro y
arrepentimiento de san Pedro, que junta sus manos y dirige sus ojos acuosos al cielo.
La restauración
Cuando la obra de Abengoa llegó al Prado se encontraba en un buen estado de
conservación, pero estaba oscura, apagada y sin volumen.
Los barnices acumulados y restauraciones anteriores restaban transparencia e impedían
ver con claridad el lugar que debía ocupar cada una de las partes diseñadas para esta
composición. Por eso, a pesar de su aparente buen estado, no mostraba estas necesarias
referencias de espacio y profundidad.
Los tratamientos efectuados han ido dirigidos a la consolidación de la pintura –proceso
que evita posibles desprendimientos o levantamientos de su craquelado- y a la
eliminación de intervenciones anteriores que ocultaban la pintura original. Al suprimir
los barnices y los repintes, la obra muestra el virtuosismo técnico y estilístico de Murillo
en esta etapa de madurez. Los análisis técnicos y químicos han respaldado la pauta de
intervención, a la vez que ayudan a entender la técnica y proceso creativo del autor.
En esta obra, donde la iluminación es uniforme pero con marcados contrastes, Murillo
proyecta primero el celaje y los fondos sobre el medio tono de la preparación, que tiene
un color grisáceo. Después encaja la figura en la zona que ha dejado reservada para ello,
la penumbra de la gruta, resaltando del fondo por su pincelada mucho más empastada.
La pincelada es muy versátil, y es la protagonista de su estilo. Con el pincel cargado
modela las carnaciones, marcándose la huella del pincel. Consigue los efectos etéreos
en el paisaje diluyendo su carga, y alcanza las transparencias de los fondos licuando al
máximo el pigmento. Los toques finales los hace con pinceladas secas que marcan los
puntos importantes de luz.
Trabaja por capas, superponiendo las claras sobre las oscuras, para hacer que se
aprecien los contornos. El modelado de rostro y manos es más pastoso que el del
manto. A su vez las telas son más empastadas que el fondo. El efecto oscuro de la
gruta se consigue con una pincelada muy homogénea y poco marcada.
La restauración ha permitido volver a entender el mensaje, y comprender cómo se
comunica el autor a través de la materia pictórica.
En paralelo se ha restaurado el marco, que si bien no es el original que se conserva en
el altar de la iglesia del Hospital de los Venerables, se trata de una magnífica pieza de
estilo “Primer Imperio” realizada, probablemente, cuando el cuadro llegó a Francia por
obra del ejército de Napoleón.
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