L. Torres.- Heimo Zobernig protagoniza la última exposición del Palacio de Velázquez del Parque del Retiro, que acogerá una retrospectiva del artista austriaco hasta el próximo 15 de abril de 2013. En la muestra, cuya entrada es gratuita, al igual que las que el Museo Reina Sofía organiza en el Palacio de Cristal, se aborda con aspecto crítico diversos medios como la pintura, la escultura, el vídeo, la instalación, la intervención arquitectónica y la performance.
En sus obras, Zobernig cuestiona el relato del arte en medios como la arquitectura, el diseño y el teatro al remover posiciones ideológicas subyacentes, reinterpretándolas con una característica economía de medios, materiales y metodologías.
Para este artista la reflexión sobre el propio modelo expositivo y su contexto adquieren un interés central en sus creaciones. Con motivo de esta retrospectiva a él dedicada en el Palacio de Velázquez el propio espacio expositivo adquiere relevancia como instalación contendor; Zobernig subvierte la función habitual de la obra de arte al descabalgarla de su aura, anulando el boato que rodea una exposición, y la distancia entre obra y público.
Así, los propios mecanismos expositivos toman el lugar de las obras y el espacio pasa a ser parte esencial de la muestra. El palacio se convierte en un lugar diáfano, quedando solamente algunos tabiques removibles procedentes de la exposición temporal anterior que suscitan un antagonismo entre permanencia-obsolescencia. Zobernig, mediante su alineación, convierte estos muros en obras escultóricas, al tiempo que denuncia su temporalidad. La estructura del palacio se viste con telones, configurando una escenografía grandilocuente e íntima en la que se exponen algunas de sus esculturas de menor formato.
La puesta en escena del arte constituye una reflexión patente en la obra del artista: telones, pantallas en blanco y elementos arquitectónicos como paredes temporales y suelos enmoquetados semejan una obra de arte minimalista que a la vez desempeña su función como soporte de otras obras.
Se evidencia la escenificación del arte como motor del mismo. El público debería participar cuestionando su propio ser, además de como simple espectador, como vínculo entre objeto y discurso, de tal modo que se dé de en el espectador un fenómeno de apropiación y reflexión sobre la creación de significado dentro y fuera de las artes. Finalmente el espectador, así enfrentado a estas cuestiones sobre los métodos y formas de representación y exposición, deviene protagonista plural del proceso de resignificación del arte.
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