L. Torres.- La obra de Lewis Baltz (Newport Beach, California, 1945- París, 2014), uno de los fotógrafos más importantes de la segunda mitad del siglo XX, se expone estos días y hasta el 4 de junio de 2017 en la Fundación Mapfre (Paseo de Recoletos, 23).
El precio de la exposición es de 3 euros.
Baltz utilizó la fotografía como medio de expresión e instrumento principal para trasmitir sus ideas. Sus planteamientos e inquietudes, sin embargo, participan plenamente del arte y la filosofía de los años sesenta y setenta con especial relación con el minimalismo y el Land Art.
Las singulares imágenes de Baltz resultan sorprendentemente frías y carentes de emotividad, por lo que su apariencia es técnica, fina y casi inmaterial. La influencia del cine en su obra explica que la mayor parte de su obra se organice en series, aunque sin una estructura o composición necesariamente narrativa.
Lewis Baltz participó en 1975 junto a otros jóvenes fotógrafos como Robert Adams, Bernd y Hilla Becher, Frank Gohlke, Nicholas Nixon o Stephen Shore en la exposición New Topographics: Photographs of a Man-Altered Landscape (George Eastman House, Rochester, NY). Esta muestra supuso la presentación de una nueva generación de fotógrafos que por primera vez deja de mirar a la naturaleza intacta, a los parques nacionales, volviendo la mirada hacia las ciudades, al paisaje usado, gastado, transformado, capitalizado, a los suburbios que crecían con rapidez y proliferaban en las ciudades estadounidenses.
La obra de Baltz se puede dividir en dos fases. La primera se centra en la representación de la agresiva intervención humana sobre el paisaje. A esta primera etapa pertenecen sus conocidas series de pequeñas fotografías en blanco y negro. A partir de 1989 Baltz introduce la fotografía en color en su obra, y trabaja sobre una nueva forma de materialización del poder: aquella que ejercen los medios y la tecnología sobre nuestra vida.
Su obra se ha relacionado tradicionalmente con la generación de fotógrafos agrupados en torno a la exposición New Topographics, que cuestionó la idea del paisaje como una imagen bella y existencial, casi sagrada, y lo mostró como un hecho real, como resultado de la casi siempre desafortunada acción del hombre.
Baltz concebía el paisaje como espacio urbanizado, estructurado y poblado, y mostró esas construcciones como una arquitectura muda y prácticamente sin rostro. Para él, el paisaje se convirtió en paisaje-como-propiedad-inmobiliaria, donde el campo y la ciudad valían exactamente lo mismo en términos monetarios, y, al igual que un topógrafo, lo midió paso a paso y lo registró en sus imágenes.
La fotografía fue el instrumento que Baltz utilizó como medio de expresión, como herramienta de investigación y conocimiento, muy en la línea de la filosofía y el arte de los años sesenta y setenta.
Por ello, formalmente, Baltz actuó como un fotógrafo profesional de la fotografía directa pero, en cuanto al contenido, fue un artista de pensamiento conceptual y su formación se forjó en el contexto artístico de la época.
A través de alrededor de 400 fotografías, la exposición presenta y debate la obra de Lewis Baltz en su totalidad, desde sus primeras series fotográficas en blanco y negro realizadas en los años 60 y 70 como The Prototypes Works, The Tract Houses o The new Industrial Parks near Irvine, California, hasta la obra en color y la exploración de nuevos lenguajes artísticos de los últimos años con obras como Ronde de Nuit, The Deaths in Newport o Venezia Marguera.
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