En diciembre de 2018, el departamento de seguridad de Amazon detectó cinco paquetes cuyos pesos de salida del centro no coincidían con los de entrada, descubriendo que en su interior, en vez de encontrarse el objeto adquirido por el cliente había móviles y relojes electrónicos de alta gama. Así llegó a estafar a Amazon hasta 300.000 euros.
El empleado, con acceso a los inventarios y a los productos, había creado un complejo entramado para cometer los robos, contando con colaboradores ajenos a la empresa.
Primero robaba productos de alto valor de la zona de almacenaje –teléfonos móviles, relojes– de los que quedaran pocas unidades y una vez tenía preparado el género que quería robar lo empaquetaba y calculaba su peso.
Seguidamente avisaba a sus compinches para que hicieran un pedido a través de la app.
Les indicaba el producto a comprar, siempre de escaso valor y del cual ya había calculado el peso para que coincidiera con el del material que quería sacar de la empresa.
Y les decía en qué fecha tenían que ejecutar la compra.
Si la orden de compra salía de alguno de otros centros logísticos que no fueran el de San Fernando de Henares el operario comunicaba tal extremo al contacto que había realizado ese pedido para que diera orden de devolución, ya que esos paquetes contenían en su interior el producto original.
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