P. Rodríguez.- Desde que se fundó el 15 de mayo de 1888, el Café Gijón, así llamado por la localidad natal de su fundador, Gumersindo Gómez, ha tenido como apéndice su característica terraza, pero ésta podría desligarse del ‘café de la cultura’ en su 125º aniversario, debido a un cambio en la modalidad de las concesiones de su explotación. Tras 124 años realizándose bajo subasta, ahora ha sido “a sobre cerrado”, como explica el encargado de las relaciones públicas del café desde 1974.
Durante esta última semana del mes de marzo se sabrá finalmente si los dueños del Café Gijón se quedan sin este espacio. De ser así, el famoso local del número 21 del Paseo de Recoletos, con mesas exteriores entre las calles Prim y Almirante, apenas podría sobrevivir y se vería obligada a cerrar el local, ya que en la terraza es en “donde más se factura”.
Una historia de Cultura
Hoy como ayer, en el Gran Café Gijón, en el bullicio gentil, se sustitan las emociones acogiendo a los artistas que continúan haciendo del Café de Gijón una cátedra de humanidad en la que se manifiestan el talento, el genio y la amistad.
Rodeada de La Cibeles, el Museo de Cera, el Thyssen, el Teatro María Guerrero, la Biblioteca Nacional y a un paso de la Plaza de Colón, el Café Gijón, se encuentra en pleno centro, pero en sus orígenes fue un local ubicado en las afueras, por donde paseaban los madrileños huyendo del intenso calor de los meses de verano y en busca de refrescantes horchatas, agua de cebada o de limón o zarzaparrilla.
En los meses de otoño los paseantes desaparecían y los tertulianos en el café disminuían. Y poco a poco se fueron instaurando las tertulias en sus mesas de mármol, en las que se hablaba de política, de toros y de sucesos truculentos como el famoso crimen de doña Luciana Borcino en la calle Fuencarral en 1902.
Aquello llevó a que pronto se convirtiera en todo un referente, como cuenta la propia historía del Gijón:
Puede decirse que, en el último tercio del siglo XIX, el aire de Madrid tiene fragancias de café. La Puerta del Sol y sus calles adyacentes, se pueblan de estos atractivos locales que tanto gustan a los madrileños y turistas. El Gran Café de Gijón nace y se suma a esta imparable corriente madrilenña. El mes de mayo de 1988 abre sus puertas lejos del centro, el entonces lejano Paseo de Recoletos, el presuntuoso café, pronto empezó a contar con clientes de gran significación D. José Canalejas, D. Santiago Ramón y Cajal, D. Pío Baroja, D. Benito Pérez Galdós, D. Jacinto Benavente, D. Valle-Inclán, D. Severo Ochoa, D. Ramón Gómez de la Serna, D. Gregorio Maranñón, etc., se encuentran entre sus primeros asiduos.
Los tertulianos provenían a veces del cercano Teatro Príncipe Alfonso. Gunmersindo llevaba el local desde un atrio elevado y pronto abrió una terraza en el paseo en frente al local. Los primeros clientes famosos fueron: José Canalejas que discretamente se sentaba en una mesa y tomaba solas su café hasta el día de su asesinato, Don Santiago Ramón y Cajal acompañado las más veces de un alumno, Benito Pérez Galdós acompañado.
Uno de los personajes primerizos fue Valle-Inclán, atraído por el frescor de la terraza, buscando tranquilidad del bullicioso Café de la Montaña, a veces del Kursaal de la plaza del Carmen. Su muerte en el año 1936 otorgó indicios negros para los cafés de tertulias y supuso la dispersión de los integrantes de la generación del 98. Los del 27 despuntaban pero la situación políticamente agitada atenuaba sus tertulias.
124 años y tres dueños
El café nació cuando el asturiano originario de Gijón Gumersindo Gómez adquirió en propiedad el modesto local ubicado en el paseo de Recoletos número 21, con el dinero que ganó trabajando en La Habana. No era un local muy amplio para lo que era el estilo de la época.
En ese periodo de tiempo de finales del siglo XIX estaban en pleno apogeo los inumerables cafés de Puerta del Sol. Por ejemplo, el Café de Fornos y el Suizo situados en la calle de Alcalá, y eran la moda que atraía a la mayoría de la clientela de tertulia.
22 años después, en 1910, siendo bien conocido su éxito, cambió de dueño pasando a manos de Benigno López, un barbero del barrio quien llevó a cabo la primera reforma, mientras en su interior se celebraban tertulias literarias con personajes de la élite literaria del país, entre ellos la generación del 27.
Su segunda reforma tuvo lugar en el invierno 62-63, todavía en manos de la familia López, pero en 1998 Gregorio Escamilla se hizo cargo del mismo.
Hoy la continuidad del Café Gijón pende de un hilo. Si en los próximos días no se llega a un acuerdo, terraza y bar seguirían distintos caminos, siendo imposible para el segundo dada la coyuntura actual “y con una ley antitabaco que anima a los clientes de este tipo de establecimientos a utilizar la terraza”, fuente de solvencia del Café Gijón, como subraya su responsable de relaciones públicas.
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