De los diferentes tipos de auditorías (de desempeño, operacionales, de nóminas, forenses, de estados financieros, etc.) las auditorías financieras o contables no solo son las más conocidas, sino también de las más importantes. Una auditoría contable consiste sobre todo en la revisión sistemática de las cuentas anuales de una empresa. Lo que se audita es principalmente el balance, los flujos de efectivo, la cuenta de resultados y si ha habido cambios significativos en el patrimonio neto de la empresa. Esta investigación puede ayudar significativamente a las empresas a mejorar su reputación y eficiencia.
Los especialistas de auditoría para empresas en Madrid se encargan de comprobar que la contabilidad de las cuentas anuales de las empresas que solicitan sus servicios sea la correcta. También se tiene en cuenta que se siga el marco normativo correspondiente a nivel nacional y de la Unión Europea. En este sentido, los profesionales de Legalnet son expertos en detectar cualquier transgresión normativa o cualquier error en el proceso contable y administrativo de cualquier empresa. no en vano tienen años de experiencia profesional.
No es de extrañar, por tanto, que Legalnet cuente con los expertos en gestión de riesgos para empresas en Madrid más eficientes. A fin de cuentas, la gestión de riesgos y la auditoría contable van de la mano. De hecho, los gestores de riesgos auditan tanto los riesgos estratégicos, como los referentes a la legislación aplicable, también los riesgos financieros, los operacionales y los cibernéticos. De esta manera, ayudan a las empresas a prevenir pérdidas, mejorar la toma de decisiones, proteger su reputación y optimizar recursos.
La auditoría financiera consta de varias etapas, cada una de las cuales, con unos objetivos muy concretos, estas etapas son: La planificación, la ejecución y la emisión del informe. En la primera etapa, se establecerá una estrategia global que dependerá del tipo de empresa y su tamaño, así como de los hechos concretos que se quieren auditar. En la siguiente etapa, se requerirá toda la información necesaria para poder valorar los riesgos. En la última etapa es cuando se elabora el informe o resultado de la auditoría.
Teniendo en cuenta la evidencia de la información proporcionada por la empresa, así como la propia investigación o auditoría, el informe podrá contener una opinión sin salvedades, con salvedades o negativa. Cuando las cuentas anuales reflejan fielmente el estado real de la empresa, se emitirá un informe favorable sin salvedades. Cuando se haya detectado algún error o desviación de la normativa, etc., el informe contendrá las salvedades correspondientes. Finalmente, cuando las cuentas no reflejen la realidad, se elaborará un informe negativo.
Por otro lado, también cabe la posibilidad de que la persona a cargo de la auditoría se abstenga de dar una opinión en su informe. Esto sucede cuando existe una limitación al alcance del trabajo de la propia auditoría y no se ha podido obtener evidencia suficiente para emitir un juicio concreto sobre el estado de las cuentas de la empresa. Es decir, que si por cualquier circunstancia, la empresa no facilitará toda la información o pusiera dificultades a la labor de quien audita, no se podrá emitir un informe con opinión fundamentada.
Para conseguir mayor eficacia durante el proceso de la auditoría, es imprescindible que haya una coordinación cuidadosa entre la auditoría interna y la externa. De esta manera se podrá obtener la máxima ventaja de ambos procesos sin que los resultados afecten a la independencia de los mismos. Para ello es importante tener en cuenta que quien realiza la auditoría externa debe de asegurarse, por medio de las pruebas que considere necesarias, de la eficacia del trabajo del auditor interno.
También es importante que quien lleve a cabo la auditoría externa sea prudente y no haga saber por adelantado qué actividades, informaciones o cuentas va a auditar, ni hasta qué punto lo va a hacer. Además, cada aspecto de la auditoría, es decir, la externa y la interna, debe mantenerse por separado, es decir, un profesional no puede llevar a cabo el trabajo del otro. Esto no impide que se coordinen o colaboren, pero no es conveniente que crucen sus campos de acción para no facilitar posibles errores en el análisis de los datos.
En definitiva, la coordinación de la auditoría interna y la externa tiene como principal objetivo garantizar que las tareas no se realicen dos veces. También es importante que para la auditoría interna se utilice la misma metodología que para la auditoría externa. De esta manera, cuando se lleve a cabo una auditoría externa, no haya que perder tiempo cambiando de formato para adaptarse a lo que ha implantado el auditor interno. Y por supuesto, hay que tener claro, qué trabajo realizará cada auditoría para que no se duplique o se estorbe una a otra.
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