P. Plasencia.- Madrid recibió este viernes en el Palacio de los Deportes a una de las figuras más emblemáticas del folk y del rock. El famoso cantautor Leonard Cohen protagonizó un concierto de cuatro horas que se dividió en dos partes, y que permitió al compositor presentar su nuevo disco “Old Ideas” así como recuperar todos sus grandes clásicos.
La puesta en escena del directo fue sobria y efectiva: basada en un sencillo telón teatral, que cambiaba de color según el matiz de cada canción. El cantante judío apareció ataviado con su siempre impecable traje y su inseparable sombrero, reafirmando esa elegancia que tanto le caracteriza. Cohen se hizo acompañar de la misma familia que siempre lleva en sus viajes: su coro de ángeles formado por la vocalista Sharon Robinson y por las hermanas Webb, que completaron con sus dulces voces la gravedad y profundidad del maestro. Entre los miembros del grupo, el concierto contó también con el guitarrista español Javier Mas, pieza clave en la música tradicional de Cohen, que recurre frecuentemente en su obra a instrumentos populares como la bandurria, la guitarra española o el laúd.
Leonard Cohen abrió el show con su habitual “Dance me to the end of love”, canción que fue coreografiada por dos bailarines mientras el canadiense iba entrando en calor. En esta primera parte el cantautor no consiguió hacerse del todo con el público, a pesar de interpretar temas memorables como “Everybody Knows” (con una potente percusión añadida) o “In my secret life”.
Fue en la segunda mitad cuando Cohen alcanzó de verdad a la gente; salieron a relucir más sentimientos y hubo mayor complicidad con los fans, que decidieron volcarse cantando y aplaudiendo en canciones como “Halleluja”, “Take this Waltz” o “So long Marianne”. Un aura religiosa cargada de intimidad gobernó sobre estos himnos que llenaron de satisfacción a todos los presentes. Sin embargo, también hubo espacio para momentos animados presididos por ritmos militares y reminiscencias sureñas con “The partisan” y “Democracy”. El recital, que parecía terminar con la despedida de Leonard en “Closing time”, se prolongó bis tras bis para acabar concluyendo con una versión de “Save the last dance for me” -conmovedora balada de los Drifters-.
Ya quedan pocos halagos para esta leyenda viva de 78 años que tanto ha conquistado. Leonard Cohen es un ejemplo como artista, una influencia obligatoria, un referente en la poesía moderna, un hombre educado, un transmisor de la cultura, en definitiva, un señor con todas las de la ley.
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