C. Menéndez*.- No quiero hacer terapia. No lo entiendo. La vida es como es. Lo que tengo que hacer es aguantarme, pensar en otras cosas y dejar que pase el tiempo. Nadie me puede ayudar y menos alguien que no sabe nada de mí. Eso me comentaba mi amiga Ana un día a media tarde charlando frente a un café.
Ana estaba pasando un mal momento laboral, la relación con su pareja no fluía, no hablaban y sentía que se le pasaba la vida y no era feliz… No dormía bien, a veces tenía ansiedad, se sentía triste y desanimada. Sufría por muchas cosas del día a día. Le costaba pedir ayuda. Después de varios meses con pastillas para la ansiedad, seguía igual y cada vez más triste y cansada, pensando que “las cosas son así y ya está”. Se resignaba.
Yo le hablaba sobre mi experiencia personal. Le contaba cómo en un momento había decidido pedir ayuda tras mucho tiempo de indecisión y múltiples justificaciones para no ir, tales como: parece que ahora me siento mejor, en estos momentos no me va bien económicamente, me muero de vergüenza al pensar en contarle a alguien lo que me pasa… hasta que un día me decidí.
Las pastillas me habían aliviado durante un tiempo pero no era suficiente. Mis problemas y mi angustia seguían allí, mi cuerpo me reclamaba cada vez más atención… empecé a escucharle. La terapia me ayudó mucho. No fue un proceso fácil. A veces conectaba con momentos de mi historia de dolor y miedo. Aguanté porque sentía que era una forma de cuidarme. El espacio terapéutico era un lugar de confianza y falto de toda crítica. Descubrí muchas cosas sobre mí, di un lugar a mis emociones y mis deseos. Es la mejor inversión que he hecho. No me ha curado pero si ha mejorado mi vida.
Mi amiga escuchó silenciosa y pensativa. Al poco tiempo me llamó por teléfono y me dijo: “Hola Inés, ¿cómo estás?, ¿me puedes dar el teléfono de tu terapeuta? He decidido dar el paso. No tengo nada que perder…”.
La escucha activa del terapeuta, la palabra que da sentido al dolor y el lugar que se construye entre terapeuta y paciente, permiten investigar en confianza en la arqueología de la historia personal, descifrar claves que clarifican el camino a seguir y experimentar un mayor grado de libertar personal y de bienestar. Si no nos atrevemos a preguntarnos, no encontraremos respuestas.
* Carmen Menéndez es psicoterapeuta a través del arte en el Centro Afart.