J. E. Villarino*.- Dice Wikipedia que El Caso fue un semanario español especializado en noticias de sucesos, que se caracterizó por relatar en sus páginas los crímenes y episodios trágicos, más desagradables y escandalosos de la sociedad española de posguerra. El primer ejemplar apareció el 11 de mayo de 1952, hasta su cierre en 1997.
Pues camino de El Caso volvemos, pero a peor, porque al menos El Caso estaba bien escrito. Prensa escrita o digital, radios y televisiones, sobre todo televisiones regocijándose en la basura, manipulando los sentimientos de los espectadores. Mientras eso venda, da igual, que da lo mismo.
La basura mediática
El accidente de los cinco muchachos de Monterrubio de la Serena en la provincia de Badajoz ha ocupado horas y horas en tertulias radiofónicas y televisivas, dando cuenta de todo el mundo del dolor que se origina tras una tragedia de este calibre. Y así programa tras programa y tertulianos, siempre los mismos, diciendo elementalidades, memeces y tonterías. Rebuscando en los sentimientos más profundos y más doloridos de todas aquellas personas que se ponían a tiro de cámara. Y a tiro de cámara, se llegaron a emitir imágenes del asfalto de la carretera teñido de sangre. De vómito.
Todavía colea y lo que todavía habrá de colear el homicidio o asesinato de la presidenta de la Diputación leonesa. Dale que te pego, programa tras programa de todas las televisiones con los mismos tertulianos intercambiándose, rebuscando en la basura, convirtiendo cualquier mínimo detalle y anécdota en categoría seudoprocesal. Que si odios, que si celos, que dos, que tres, que cuatro implicados. Que el puente, que si la política de por medio, que no. Y así día tras día y aún sigue.
Mucho más alejado en el pasado, otro tanto ocurre con el caso de la niñita china compostelana a la que presuntamente asesinaron sus padres, que dio para días y días en todas las emisoras, cadenas y prensa escrita cavilando tonterías sin fundamento. Todo el mundo jugando a siquiatras y forenses del tres al cuarto.
Ojalá renaciese El Caso, ya que entonces este tipo de noticias se publicaban todas juntas en dicha publicación que eran tratadas con el más exquisito respeto a los temas y personas, mientras el resto de periódicos, radios y el único medio visual que había, se dedicaban a lo que se deben dedicar los medios que es a informar y dar cauce a las opiniones de los lectores.
Los niños de la calle, de los que nadie habla
Otra cara de la misma moneda es el caso de los niños de la calle. De los niños que sin hogar vagabundean por muchas de nuestras ciudades del que llamamos tercer mundo -y también del segundo y el primero- , nadie habla. No conozco medio audiovisual o escrito que se haya referido a esto que digo. Miento, sólo uno escrito y la noticia sigue en el ranking de las más vistas por los lectores. El resto, ni mu.
Unicef los clasifica en dos categorías:
“Niños de la calle son aquellos que están relacionados con algún tipo de actividad económica, que va desde la mendicidad a la venta modesta. La mayoría de ellos vuelven a casa al final del día y contribuyen con sus ingresos a la economía familiar. Ocasionalmente pueden asistir a la escuela y normalmente mantienen cierto sentido de comunidad familiar. Debido a la precariedad de la situación económica familiar, estos niños pueden verse eventualmente empujados a una estancia más permanente en la calle”.
Y la segunda, “niños de la calle también son aquellos que realmente viven en la calle, fuera de un medio familiar convencional. Los lazos familiares pueden existir todavía, pero son mantenidos sólo ocasional o involuntariamente”.
Un caso increíble
El caso concreto al que nos referimos es el que ha denunciado Mikkel Jensen, periodista danés, recogido por el digital VozPópuli y que ha desvelado en un espeluznante relato publicado en su blog.
“En marzo estuve en Fortaleza para conocer la ciudad más violenta de todas las sedes de la Copa del Mundo. Hablé con algunas personas que me pusieron en contactos con niños de la calle y luego supe que algunos habían desaparecido. A menudo, los matan por la noche, cuando están durmiendo en una zona donde hay muchos turistas. ¿Por qué? ¿Para dejar limpia la ciudad para los extranjeros y la prensa internacional? O sea, ¿por mi culpa?
En Fortaleza conocí a Allison, 13 años, que vive en las calles de la ciudad. Un chaval con una vida muy dura. Él no tenía nada, sólo un paquete de cacahuetes. Cuando nos conocimos él me dio todo lo que tenía, los cacahuetes. Este niño, que no tiene nada, ofreció la única cosa de valor que tenía a un extranjero que llevaba cámaras por valor de 10.000 dólares y una tarjeta Master Card en el bolsillo. Increíble.
Pero su vida está en peligro debido a gente como yo. Corre el riesgo de convertirse en la próxima víctima de la limpieza que están efectuando en la ciudad de Fortaleza. No puedo cubrir este evento después de enterarme de que el precio de la Copa no sólo es el más alto de la historia en dinero, sino que estoy convencido de que ese precio incluye también las vidas de niños.
Hoy voy a volver a Dinamarca y no volveré a Brasil. Mi presencia sólo está contribuyendo a un desagradable espectáculo en Brasil. Un espectáculo en el que hace dos años y medio soñaba participar, pero hoy voy a hacer todo lo que esté en mi mano para criticar y dar a conocer el precio real de la Copa del Mundo de Brasil”.
Hasta aquí el relato, que se dice ahora. Ya hemos visto que este tipo de relatos no venden. No dan ni para cinco minutos de tertulia, ni los tertulianos sabrían qué decir, ni qué comentar porque el tema es para llorar y no parar, para gritar nuestra impotencia, para no querer oír hablar de Justicia y porque nos coloca frente a nosotros mismos. Y eso no gusta a nadie y menos para hacerlo en público. Pues a mí me dan ganas de decirle a quien mande en esto, que pare, que yo me bajo en la próxima.
*José Enrique Villarino es economista y consultor, especialista en Transporte, y miembro del Foro del Transporte y el Ferrocarril (FTF).