A. Inurrieta*.- En estas fechas vacacionales, y consumistas para la mayoría, me produce una gran tristeza constatar cómo una parte de la sociedad, y especialmente los niños, se dejan embaucar por las luces como excusa para comprar compulsivamente. Este vicio, realmente nuevo respecto a una o dos generaciones anteriores, marca una tendencia que esconde un cierto vaciamiento intelectual por parte de familias, pero también en cuanto a oferta de ocio por parte de las distintas administraciones.
Este cambio tiene mucho que ver con la progresiva destrucción de un tipo de ocio para niños, el cine y el teatro o la música, para pasar a proteger y favorecer el comercio y el ocio de compras, muy popular entre niños y adolescentes. Esto se ha traducido en todo un cambio de diseño urbano para que los espacios, como la Plaza Dalí en el Distrito de Salamanca, sean ocupados por el gran monopolio de la distribución comercial española, que condiciona todas las decisiones de política comercial y horarios comerciales. A cambio, dicho monopolio sufraga algunas necesidades puntuales de liquidez del Ayuntamiento, paga una limosna al consistorio por la ocupación absoluta de casi tres meses de dicha plaza, sin que se cuide la protección del monumento del dolmen de Dalí.
Con este esquema, los niños y los jóvenes babean viendo escaparates y soñando con objetos muchas veces inservibles, con ropa en muchos casos que exceden de las posibilidades de sus padres, o con aparatos tecnológicos cuyas necesidades son creadas hábilmente por las operadoras de telefonía o fabricantes de videojuegos. Todo esto provoca un hábito de exigencia de muchos de los niños y jóvenes que -cada vez a más temprana edad- pasan sus horas de ocio en centros comerciales, alejados de cualquier manifestación cultural, algo que las autoridades municipales también fomentan facilitando la apertura ilimitada, con lo que se ahorran tener que programar arte, música, cine o teatro en cantidad y calidad suficiente para reeducar a padres y jóvenes.
La búsqueda absoluta en el consumo absurdo y la ausencia de compromiso son variables muy correlacionadas y solo se curará cuando los propios padres se rebelen y no piensen que la mejor forma de pasar el tiempo de ocio es entregarlos a las grandes superficies y que los eduquen en centros donde se les dirige hacia el consumo compulsivo. Mientras la calle sea de estos monopolios comerciales antes que de los que hacemos cultura, arte o creadores de sueños de un mundo más justo, la sociedad no avanzará en la línea de crear consumidores y ciudadanos responsables y críticos. Por todo ello, es urgente crear escuelas de padres para que se puedan desintoxicar del sueño de que sólo el consumo puede hacer de sus hijos seres felices y plenos. Mientras, se seguirán desangrando -empobreciéndose en todos los aspectos- y crearán muchas frustraciones navideñas. El cambio es posible y es ahí donde el municipio tiene mucho que decir.
*Alejandro Inurrieta es ex concejal del Ayuntamiento de Madrid y miembro de la Asociación Puerta de Alcalá.
Foto: Mugor (Flickr)
ed_sierra says:
Chapó. Una sociedad que vive en constante anhelo y bajo una ansiedad perpetua por tener más y más… está condenada a la frustración.
juan Carlos García says:
Efectivamente. La ideología dominante, dueña de los medios de comunicación, de los políticos, de las escuelas… potencia y genera la ALIENACIÓN HUMANA.
La alienación quiere decir que la persona se encuentra siempre fuera de si misma (anhelando cosa que están fuera de o que no pertenecen a la persona.
La posesión de elementos de consumo es sólo un ejemplo: La ambición de tener más y más cosas, como si estas tuvieran algo que ver con la realización de la persona humana. La identificación de la persona con objetos de consumo que le aportan un estatus, un prestigio, una categoría, son también formas de alienación, porque la persona no tiene por qué identificarse con estas pequeñeces (ni con nada que no sea su realidad interior).
Y luego la ingente cantidad de contenidos basura que generan nuestras televisiones y que intoxican durante un elevado número de horas a toda una ciudadanía, mostrándoles modelos de comportamiento absurdos, totalmente tarados, que la gente adopta sin posibilidad de respuesta crítica,
No vamos a dejar fuera los desinformativos, algunos de los cuales llegan a generar noticias falsas, cuando no la manipulación en diferentes formas, de otras noticias, a fin de cultivar el fanatismo de los espectadores desde su parte más visceral.
El problema es grave y menos mal que alguna gente ya empieza a darse cuenta de que esta sociedad sólo genera condiciones y modelos ineficaces para el desarrollo, el progreso y la felicidad humana.