P. G .- Desde hace aproximadamente dos años, el estacionamiento de motos en batería está yendo en llamativo aumento en franjas de unos 30 a 40 metros en la calle donde residimos: Pasaje de la Fundación, dentro del barrio de La Guindalera que forma parte del distrito de Salamanca. Se trata de una calle angosta de unos 120 metros de longitud con coches estacionados a ambos lados, y tres vados permanentes. A tenor de la actual ordenanza de movilidad (Ordenanza 10/2021 del 13 de Septiembre 2021), cierto es que textualmente esto no implica infracción alguna. El problema es que los pequeños espacios que dichas motos dejan son a menudo impracticables para estacionar un coche, dado que una vez que los motoristas se van dejan huecos de 1 o 2 metros libres.
Egoísmo y desdén de moteros residentes y no residentes
Independientemente de que los dueños de dichas motos no estén infringiendo la ordenanza actual de movilidad, si atendemos a los principios de convivencia vecinal y de solidaridad para con los conciudadanos que nos vemos en la obligación de pagar para obtener el derecho de aparcar en nuestro barrio, llega un punto en el que el uso de la legislación en favor de unos (las moteros) pasa a ser un serio perjuicio para otros (los residentes que no pueden aparcar sus coches incluso pagando para ello).
Problema de convivencia que a menudo deriva en trifulcas y éstas, en el peor de los casos, en violencia. Hemos intentado en alguna ocasión pedir por escrito a los motoristas que repartan las ubicaciones dado que a tan solo 20 o 30 metros tienen sendas aceras que superan con creces los 3 metros de obligue la ordenanza a liberar para el tránsito de peatones. De hecho a diario se ven otras motos aparcadas ahí y jamás se ha visto multa alguna en los carenados de las motos.
Cuesta comprender el egoísmo y el desdén que muestran estas personas cuando, no contentos con invadir desmesuradamente las zonas SER, lo hacen dejando a penas centímetros entre su moto y el coche más próximo. Pero profundicemos en los detalles de la cuestión.
Los residentes no pueden ejercer su derecho a aparcar en su correspondiente zona SER
El propio amparo que la presente ordenanza concede a los motoristas supone, en la práctica y con clara evidencia de ello, un enorme perjuicio para los residentes en la zona que no solo no pueden aparcar sus propios coches en su barrio, sino que además están pagando para adquirir dicho derecho. Derecho que, bajo las actuales circunstancias aquí descritas, los residentes no pueden ejercer. Dicho perjuicio pasa, además, a ser un acto discriminatorio dado que el uso del mismo espacio solo lo pagan los dueños de los vehículos a cuatro ruedas. Ahora vayamos a la geometría.
La geometría es bien sencilla. En una tramo de 90 metros caben aproximadamente 15 coches aparcados (la longitud media de un vehículo de cuatro ruedas es de 4,6m, más lo mínimo que en la realidad se suele dejar de margen por delante y por detrás, sumamos unos 5m.) Si a los 90 metros le quitamos la distancia que requiere un vado permanente con su pertinente permiso, caben unos 15 vehículos.
Sin embargo, basta con que tan solo 5 ciclomotores estacionen en batería a lo largo de esos 90 metros para que se pierdan 10 metros de zona SER verde (2 vehículos). Pero ¿qué ocurre si los ciclomotores estacionan aleatoriamente en lugar de todos juntos en batería? Ahí yace el problema. Los espacios que dejan dichos ciclomotores entre sí, no dan cabida a menudo a un vehículo. Con lo cual, no solo se pierden los metros que ocupan los ciclomotores, sino que ello inhabilita los espacios restantes dado que obviamente un coche no cabe ni en un hueco de 3m ni se puede rebanar en secciones de 1,5m. Por lo que a menudo, en tramos de 90 metros terminan pudiendo estacionar solo 7 u 8 coches a pesar de estar pagando la correspondiente tasa el resto de los residentes. Esto roza incluso la inconstitucionalidad.
Consecuencia medioambiental de no tomar medidas frente a la actual situación
El perímetro medio de una manzana urbana en Madrid es de 500m. Las emisiones de CO2 de un vehículo son de unos 143gr/km, es decir, 70 gramos por cada 500m. Si un solo conductor se ve obligado a dar 3 o 4 vueltas a las manzanas próximas a su domicilio por culpa de las motos aparcadas a su libre albedrío en la calzada, esto supone unas emisiones de cerca de 300 gramos de CO2 a la atmósfera que se podrían evitar.
Si bien la atmósfera contiene por defecto valores minúsculos de CO2 de unos 350ppm (partes por millón), cifras superiores a 30.000ppm se consideran nocivas para la salud. Estos 30.000ppm equivalen a 30gr. de CO2, por lo tanto 300 gramos de CO2 suponen ni más ni menos que 300.000ppm para la atmósfera.
Esto no es consecuencia directa del funcionamiento de un coche ni mucho menos se debe a una conducta incívica de su conductor. Sino más bien es consecuencia indirecta de un sistema poco eficiente cuyos privilegios para con los motoristas derivan no solo en un flagrante caso de agravio comparativo con respecto a los automovilistas, sino que además conllevan un grave caso de contaminación medioambiental que bien se podría evitar.
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