Lola M*.- Desde un punto de vista económico y usando una balanza de gastos y beneficios, no cabe duda de que algunos alumnos son poco rentables. Son los alumnos de compensatoria, integración o diversificación, alumnos que en general tienen unas necesidades educativas que hacen que haya que trabajar con ellos de un modo diferente. En el saco de ‘alumnos poco rentables’ caben también aquellos en desventaja social por motivos familiares o condiciones socioeconómicas desfavorables, los que tienen un desfase escolar severo (de al menos dos años), los que tienen que pasar periodos largo hospitalizados o convalecientes, aquellos que no conocen el idioma, los que tienen graves problemas problemas sensoriales, motóricos o con trastornos del desarrollo… El sistema debe garantizar su acceso, permanencia y promoción con adaptaciones si fuese necesario. Pero no salen nada rentables.
Una de las principales características de la atención a estos alumnos es la necesidad de que ésta sea más individualizada que en el resto de grupos. Un profesor se encargará de pocos alumnos, normalmente un máximo de 15, mientras que en el resto de grupos, el máximo es 30 y en bachillerato, 35 (pero en ambos casos se puede ampliar excepcionalmente un 10%, algo que este año se está haciendo de forma generalizada en muchos grupos).
Este curso los cupos de profesores, además de hacerse en función de las 20 horas, se han ajustado al máximo. Desde los centros se han intentado rascar algunas horas de donde fuera para poder ir un día a la semana al laboratorio, poder dar servicio de biblioteca o poder sacar el desdoble de inglés que había el curso anterior, pero las cifras no fallan: no hay horas. Y claro, cuando se tienen que ajustar horas, lo primero que uno piensa es en la cantidad de horas “gastadas” en los alumnos que requieren grupos reducidos. El profesor “gasta” muchas horas en pocos alumnos, cuando podríamos aprovechar esas horas y “maximizar” el beneficio temporal al dar clase. En este curso, más que nunca, los alumnos de compensatoria, integración, diversificación o incluso el Programa de Cualificación Profesional Inicial son muy poco rentables.
Y más de uno dice: “Si casi ninguno de esos hará Bachillerato, ¿qué más da? Que los metan en un grupo normal y que se las apañen”. Eso sólo lo puede pensar alguien que no ha visto cómo estos alumnos, con su ritmo y su trabajo constante, van sacando un curso detrás de otro en lugar de dejar de estudiar. Gracias a esta formación básica que adquieren en el instituto, consiguen integrarse en el mundo laboral con una titulación y un sentido de la responsabilidad. Muchos empiezan ciclos formativos y algunos hasta se atreven con el Bachillerato. En cualquier caso, no cabe duda de que ese apoyo personalizado es necesaria y, a la larga, sí es rentable para la sociedad en su conjunto, sin esa rentabilidad en términos de beneficio-gasto en el momento de su formación.
Por último, adivinen a qué tipo de centros acuden muchos de estos alumnos. Efectivamente, a centros púbicos. Cuando oigan hablar de que un alumno en la pública sale “poco rentable”, acuérdense de ellos.
*Lola M. es profesora en un instituto público de Secundaria y Bachillerato de la Comunidad de Madrid.
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Así es Lola, así. Por esto es tan importante mantener el apoyo a esta lucha para recuperar los recursos que la escuela pública es de justicia que tenga. Por todas y para todas las personas.