Hace apenas unas semanas que José Luis Martínez-Almeida anunciaba la creación de un nuevo distrito para la ciudad de Madrid. Algo que no sorprende para los que llevan siguiendo los pasos del alcalde en los últimos años, ya que con la luz verde a las Cinco Torres y al proyecto de Madrid Nuevo Norte, era cuestión de tiempo que una nueva delimitación surgiera. Aunque tenga que modificar el reglamento del pleno del Ayuntamiento, no parece haber vuelta atrás en la constitución del gran nuevo músculo financiero de la capital. O así es como pretende presentarlo el Gobierno de la Comunidad de Madrid.
Desde hace más de una década, Barcelona le viene comiendo la tostada gracias al plan de desarrollo llevado a cabo a principios de siglo en el barrio de Poblenou. Más de 5.000 viviendas y 4.000 empresas instaladas después (dedicadas principalmente al sector tecnológico) los resultados llegaron en el sector inmobiliario de oficinas, al convertirse en la villa número de España en este mercado. La ciudad condal competía en mejores condiciones con otros centros neurálgicos financieros de Europa. Y eso no se lo podían permitir en Madrid, donde el colectivo empresarial pedía a gritos cambios.
París abrió la veda en los años 60 en el barrio de La Défense, un suburbio convertido ahora en un eje financiero primordial en la Unión Europea, donde se avistan grandes rascacielos. No tardó mucho Londres en potenciar La City en los años 90, si bien ahora ha quedado algo tocada tras el Brexit. Pero es que hasta nuestros vecinos de Lisboa tomaron nota con el Parque de las Naciones, transformando su recinto ferial de la Expo del 98 en todo un centro de finanzas. Desde el edificio de Vodafone hasta el Casino de Lisboa, casino ‘made in’ Expo sin ninguna duda, pasando por el Puente Vasco de Gama.
Quizá el terreno luso no sea comparable con los edificios de la Bolsa y el Banco de Inglaterra de Square Mile, como distrito financiero más importante del mundo. Tampoco puede competir con el eje histórico francés que se extiende desde el Louvre hasta el Arco de la Defensa, pasando por los Campos Elíseos o la Plaza de la Concordia. Pero la administración lisboeta ha hecho un gran trabajo rehabilitando unos terrenos que parecían inertes y que comparten ahora hoteles, complejos de negocios, casinos, centros de juego, restaurantes de lujo y muchos más servicios con sus homónimos europeos.
A ese modelo parece querer acercarse Madrid, cuya gestión de ese distrito número 22 no va a ser nada sencilla. Al margen de las tensiones políticas, todos los proyectos similares que se han nombrado cuentan con una serie de contrapartidas que no van a gustar al ciudadano de a pie. Rescatando el ejemplo de Barcelona, la alcaldesa Ada Colau ya tuvo que realizar una revisión exhaustiva de su proyecto en pleno desarrollo por las protestas de los vecinos. Sus intenciones de extender 22@Barcelona hacia el norte quedaron mermadas por la disconformidad del populacho, al que terminó convenciendo gracias a una propuesta mixta más respetuosa con el urbanismo de la zona.
El reto del distrito 22
Almeida designó un objetivo clave en su presentación del nuevo distrito: “capacidad de competir con el barrio financiero de Fráncfort”. Este es otro de los centros económicos más importantes del viejo continente, pero con la particularidad de que no está delimitado geográficamente. Se extiende por Taunusanlage y Galluanlage, prácticamente a orillas del río Meno, y contiene las sedes de entidades bancarias, aseguradoras y demás instituciones financieras. Otro proyecto lleno de grandes construcciones que germinó a mediados de los noventa.
Sin embargo, el edil madrileño quiere dotar a la nueva zona (de más de 2.500 metros cuadrados) de un órgano administrativo propio y para ello necesita que pase a considerarse como distrito. Esa parece la única manera de que Madrid pueda competir con adversarios como los que hemos visto, además de que tenga que llevar a cabo una gran labor de promoción para poder atraer a empresas de primer orden español e internacional. Los inversionistas deben ver el proyecto como algo atractivo y que en el futuro pueda llevarles a relacionarse puerta con puerta con socios de su interés y actividad. Reto mayúsculo.
Pero la gran clave de este movimiento está en el triunfo que se presupone que van a tener los terrenos de Madrid Nuevo Norte. El área que pretende eliminar la división de la zona norte de la capital en dos por las vías del tren, todavía no ha iniciado las obras. Finales de 2022 y principios de 2023 es la fecha marcada para los inicios y en 2040 debería estar finalizada la última fase del proyecto, que también afecta al núcleo de Chamartín. Zonas verdes, más de 20.000 viviendas, túneles, pasos elevados y puentes deben erigirse para dar vida a la prolongación de la Castellana.
Todo ello podría trastocar los planes del Ayuntamiento si las faenas no cumplen con los plazos establecidos. Y no sería ni la primera ni la última vez que pasaría algo similar en Madrid. Por eso es que el distrito financiero todavía se ve muy lejos para los más incrédulos. No obstante, los beneficios parecen evidentes. Villa y Corte en lo más alto de su propia liga financiera como reclamo del provenir del siglo XXI. Suena muy bien.
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