J. E. Villarino*.- Nadie escarmienta en cabeza ajena. Esto se desprende de lo ocurrido esta pasada semana con el expolio que delincuentes financieros y delincuentes que detentan responsabilidades de regulación han perpetrado contra el Banco Popular.
Los instigadores
Pero, tras quienes les vemos la cara, existen otros que mueven los hilos, tiran la piedra y esconden la mano. Los que forman parte de los grupos mundialistas financieros, políticos y mediáticos.
De ellos, los bilderbergianos, trilateralistas, globalistas, etc provienen las sentencias de asesinatos como el llevado a cabo con el Banco Popular. Un banco tirando a pequeño, bastante bien gestionado en los tiempos de los hermanos Valls Taberner, que llegó a ostentar el liderazgo de la rentabilidad bancaria europea, y que era un banco de ahorradores pequeños y humildes.
Ojo, no perdamos tampoco de vista al Banco Central Europeo, al que ahora todo el mundo vuelve la vista para señalarle como el que al cansarse de prestarle dinero de caja, dio las órdenes oportunas al FROB para su caída.
Si a esto le añadimos una cierta vinculación con la Iglesia, no es para extrañarnos que fuese el objeto del deseo de que desapareciese del mapa, engullido por otro banco más hercúleo, perfectamente integrado en la corrección político-financiera-mediática dominante. Y nada más lejos de las conspiranoias.
El latrocinio
De un auténtico latrocinio va la cosa. Y si no, que nos lo cuenten. Un banco con unos fondos propios de 11.000 millones de euros, que recientemente había pasado todos los test antiestrés del Banco Central Europeo, con dos reguladores como son el Banco de España y la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) que no han abierto todavía la boca y que, de la noche a la mañana -no es un decir, es literal- sus casi 300.000 accionistas ven como sus acciones de valer X pasan a valer 0. El latrocinio quedó consumado en seis horas.
Para despistar las negociaciones que durante los días previos a la venta se llevaron a cabo entre el Banco Central, el gobierno, el FROB, el Santander y Saracho, se tomó la decisión de que la venta no fuese realizada directamente al Santander, sino que primero lo comprase el FROB y éste fuese el vendedor directo al Banco Santander.
Ello, gracias a los últimos gestores y reguladores que han asistido impávidos viendo cómo se desplomaba la acción del banco, sin suspender en ningún momento la cotización.
El brazo ejecutor
El latrocinio parece haberse ejecutado en y a través de la banca de inversión J. P. Morgan, una de las patas financieras del conglomerado globalista, para lo cual ha destinado como capo de la operación a uno de sus hombres para España, Emilio Saracho, al que se coloca al frente del banco para llevar a cabo, con precisión milimétrica el plan diseñado al efecto: cargarse el banco.
Para ello, hay que retribuir a este ejecutivo como mandan los cánones de estos grandes timadores, con una faraónica indemnización, cifrada en 86 millones de dólares.
No debemos olvidar tampoco que el señor Saracho y Ana Botín trabajaron juntos donde forjaron una cierta amistad, que se vio truncada por la salida de Saracho del Santander donde llegó a trabajar, cosa que para nada le gustó a la señora Botín. ¿Le pasa ahora la factura?
Cui prodest?
Pues el beneficiado en la operación es el Banco Santander, no por el euro que escrituralmente le ha costado el banco expoliado, sino por lo que paso a decirles:
1) El Banco Popular no era un banco quebrado, situación que se produce cuando sus activos no son capaces de cubrir sus pasivos, deudas y ladrillos fallidos incluidos.
2) Según se ha dicho en fuentes oficiales sotto voce, el problema ha sido de falta de liquidez para hacer frente a las necesidades de caja, consecuencia a su vez del pánico entre depositantes, creado por dejar caer a propósito la cotización. El banco no era insolvente y si lo era ningún regulador lo detectó y comunicó a a tiempo.
2) Los gestores del Santander no van a pagar el pato. Nuevamente van a ser los accionistas del Santander -los del Popular ya se quedaron sin nada- los que se van a comer el marrón. Más bien, los pequeños accionistas, que verán como el impacto de la absorción del banco se diluye minorando el valor de sus acciones durante un tiempo.
3) Esto, es lo que les ha vendido Ana Botín a sus accionistas, prometiéndoles la digestión del Popular en 4 años y una revalorización del 14% del precio de la acción.
4) No olvidemos que ni siquiera la familia Botín y los altos gestores y ejecutivos del Banco Santander son los verdaderos dueños del banco. Quienes detentan el mayor número de acciones del Santander son los grandes fondos de inversión apátridas, que van de aquí para allá, haciendo todas las razzias allí donde haya un duro que rapiñar y los auténticos beneficiarios del expolio.
5) “El banco resultante de la integración de Santander y Popular fortalece la diversificación geográfica del grupo en un momento de mejora del ciclo tanto en España como en Portugal, lo que nos permitirá cumplir con todos nuestros compromisos con clientes y accionistas”, según palabras de Ana Patricia Botín, presidenta de Banco Santander.
6) El Santander se convierte en el banco líder en España y Portugal del mercado de particulares y empresas. La entidad resultante contará con 17 millones de clientes, una cuota de mercado del 20% en crédito y del 25% en pymes. con un volumen de activos superior a 465.000 millones de euros (frente a los 318.000 millones actuales), e incrementa su base de clientes un 35,0%.
Los grandes ausentes
Ya hemos dicho que el brazo ejecutor ha sido el señor (?) Saracho. Pero en este homicidio financiero hay muchos ausentes, muchos, que silbaron, mirando hacia otro lado:
Uno, el ministro portavoz del gobierno que en la comparecencia del viernes aseguró a depositantes y accionistas del Popular que no había motivo alguno de alarma. Una de dos, o mentía como un bellaco -lo más probable- o, dos, el nivel de información del gobierno es semejante al de los detectives Roberto Alcázar y Pedrín de nuestra infancia.
Otro, el ministro de Economía y Competitividad, señor De Guindos, que una vez perpetrado el atropello dijo que el tema se circunscribía a un avatar entre privados y que había que felicitarse -más bien lo decía por él- de que el desaguisado no le hubiese costado un euro al contribuyente. Y se quedó tan pancho.
Otro, el señor Linde, Gobernador del Banco de España, incapaz de hacer algo desde que llegó al cargo y que se mantuvo escondido, con sus inspectores atrincherados en el palacete de la calle Alcalá.
Otro que tal baila, el presidente de la CNMV, que al igual que su compañero regulador del B.E. tampoco veía el desplome de la acción, día tras día.
Sea lo que sea, si es por incompetentes, deben irse a su casa. Si es por negligentes, los fiscales deben mirar si hubiere culposidad dolosa en sus conductas.
Hablábamos antes de los gestores del Banco: también culpable fue el anterior presidente señor Ron que, empeñado en crecer, se dedicó durante la burbuja a comprar ladrillos que luego se mostrarían auténticos detritus inmobiliarios.
Competencia, ¿qué competencia?
Decíamos al inicio que este latrocinio bancario obedece a una planificación detallada de los grandes conglomerados político-financiero-mediáticos para que la ya escasa competencia bancaria que queda en Europa, se vea disminuida, todavía más.
El globalismo es esto: único gobierno mundial, única identidad planetaria, único pensamiento, único ejército, único mercado, único todo.
En España hemos pasado de más de setenta entidades financieras hace 40 años a menos de 50 en 1990, a menos de 25 en 2000 y a menos de 10 en 2016. Desaparecidas las Cajas por la rapiña política, los bancos medianos y pequeños que quedan, -Bankinter, Sabadell y pocos más, visto lo del Popular, ya pueden ir poniendo sus barbas a remojar.
Como en las parejas, dos, Santander y BBVA son compañía, tres, multitud.
* José Enrique Villarino es economista y consultor, especialista en Transporte, y miembro del Foro del Transporte y el Ferrocarril (FTF). Autor del blog ‘Paseo de coches’ en Zonaretiro.com
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