J. E. Villarino.- Todos van contra Internet. Ese Internet, que, así dicho, no es nadie y somos todos. Porque Internet somos los internautas -las personas que usamos día a día esta red-, capaz de comunicarnos unos con otros. Internet es quizá de lo poco bueno que nos ha ocurrido en los últimos tiempos a la humanidad. Un arma de vida revolucionaria. Con todo, y tal como rezan esos letreros que abundan en muchas tascas de la geografía vinícola nacional: “Hoy hace un día estupendo, pues verás como viene alguien y lo jode”.
En efecto, a Internet se lo quieren cargar. Mejor dicho, a Internet lo quieren mangonear los de siempre: los del establishment, los políticos, los gobiernos, los servicios secretos de todos los países, las multinacionales, el sistema financiero internacional, las sociedades medievales y gremiales llamadas de autores que sirven para enmascarar los derechos de autor de los grandes trusts de la comunicación -y demás patulea-, que gobierna en la vida no virtual. Pues hasta lo virtual se lo quieren cargar.
¿Por qué? Porque, cada vez más, lo virtual es más que lo real. Y como las pillan al vuelo, se quieren apuntar y domesticar Internet a su modo y manera, a sus intereses. Que nadie os coma el coco, señores profesionales de los medios y escritores, a los que desgobiernan este mundo les da lo mismo que nada los llamados derechos de autor. Ellos van a mantener un statu quo que consiste en que eso que parece un principio inamovible de los del movimiento nacional, que es el Copyrigth, perviva, para que con él perviva un sistema de comercialización de contenidos del pleistoceno, muy favorable a sus intereses y pordiosero para los autores.
Para salvaguardar estos intereses se aprobó la Ley Sinde, de infausta memoria, metida de tapadillo en un paquete de medidas de no se qué. Como todo lo importante, que se mete de macuto; escondido tras otras cosas que parecen más importantes. Claro, con estas medidas y estas leyes pasa que previamente se nombra ministro o ministra de cultura a un representante de los intereses de los lobbies de que se trate, para que -cual raposa en el gallinero- se encargue de irse cargando al gallo, las gallinas y los pollitos.
Esta señora fue ministra, -es un decir- del PSOE. Ahora viene el PP y se le ocurre otra ocurrencia para sacar dinero, que ya no saben de donde sacar, para lo poco que les destaca. Ahora, a ordeñar a Google, con eso de que es un gigante, un monopolio, que si reproduce contenidos de los medios por el morro, etc. Pues vaya viaje intervencionista y reglamentista de estos chicos del PP que iban todos ellos para alevines, cadetes y seniors, liberales y liberalizadores.
Vamos a ver: hasta donde yo se, una cosa es la información, y otra la comunicación. Y en este país -en otros me imagino que también-, se suelen confundir y usar indistintamente según interese. Los medios, los autores y los opinadores generan información, que ellos, a su vez, recogen de la ciudadanía, de la vida misma. De ella, de esa información, son, por así decirlo, los dueños, aunque la cosa no sea del todo así, pero bueno.
Otro cantar es la comunicación de esa información, que son aquellas personas, medios o plataformas que comunican y hacen llegar la información que unos han generado a otros. Según la lógica de los defensores ultra del Copyrigth y demás historias, todos deberíamos pagar a los generadores de información, a los informadores y a los comunicadores, y éstos pagarse entre sí. Y todos ellos, cobrarnos a los ciudadanos a los lectores. Que es de lo que va la cosa.
Esta es la versión mercantilista del mundo de las ideas, la información y la comunicación. Hasta ahora nos cobraban porque había que pagar el sueldo del periodista, del autor, el papel y la tinta aunque también las empresas cobraran por la publicidad. El derecho de autor imperante es que cada vez que se oye o emite una canción, pagas los costes y el derecho de autor; cada vez que ves una función, pagas sus costes y derecho de autor; cada vez que ves una tele en un bar, el bodeguero paga su tele y los derechos de los autores -que seguro, no ven un duro-, pero pagan a una casta. Pues bien, yo, como economista, cuando hago un informe, lo cobro -cuando lo cobro- y punto. Y no vuelvo a cobrar cuando lo leen, sea uno, o miles, o millones. Lo mismo, el arquitecto, que hace su edificio y lo cobra. Tampoco vuelve a cobrar cada vez que un ciudadano pasea y lo observa.
En resumen: Internet ha puesto todo esto patas arriba y al descubierto las grandes contradicciones, como algunas de las señaladas. Pues bien, a una cosa libre, barata en sí misma -otra historia es el papel de los suministradores de las líneas- colectiva, instantánea, biblioteca universal, docente, comunicativa a más no poder, liberadora de ignorancia y mentes, expansiva y revolucionaria, a los poderes establecidos le interesa tenerla domeñada y bien domeñada. Que sirva a sus intereses, los de unos pocos, cuando Internet es lo contrario, que sirve a muchos, a millones. Y con la Iglesia, amigo Sancho, hemos topado.
Otro día hablaremos de lo que puede hacer Internet por la política entendida como hoy la entendemos y sufrimos. Cargársela, que es lo mejor. No a muchos años sobrarán los parlamentos porque mis hijos-nietos votarán por Internet y los partidos sólo tendrán un papel formador de ideas, serán ‘lobistas’, como mucho, pero nadie será intermediario mío en un parlamento de coña, en el que todos los que dicen representarnos votan al dictado -con los dedos de la mano o los pies- de lo que dicen media docena de cabecillas de una partitocracia. Nosotros votaremos y un Estado profesionalizado y eficiente, cumplirá y llevará a efecto lo votado. Y votar será algo cotidiano sobre cualquier cosa que nos ataña ¿Por qué no? Ya hablaremos.
* José Enrique Villarino es economista y consultor, especialista en Transporte, y miembro del Foro del Transporte y el Ferrocarril (FTF).
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Desde luego el internet tiene toda la pinta de que nos lo quieren joder, pero parece que no se les esta dando muy bien.
Se les escurre entre las manos, cuando lo intenta agarrar, es como las malas hierbas de mi huerto, por más que las elimine, la vida, milagrosamente sale adelante. Y eso es "el internet", una cosa diferente a la suma de sus partes, todavía no podemos imaginar lo que puede llegar a ser. Cuando empezo la vida las celulas procariotas, independientes, no podían llegar a mucho, autoreplicarse, era su máxima aspiración, pero cuando se unieron, y aparecio la célula 2.0 eucariota, nació la potencia, nacio Dios y la poesía y el arte.
Bueno, que me ha gustado mucho y que también soy un fan de inteeeerneee!!
Decir que lo virtual es más que lo real es casi una contradicción en términos. Recordar aquí un aforismo de Nietzsche "Hemos eliminado el mundo verdadero ¿qué mundo ha quedado? ¿Acaso el aparente? ¡No, al eliminar el mundo verdadero hemos eliminado también el aparente!" ... y es que eso a veces parece que pasa con internet: gente que se empieza a esfumar y se virtualiza, mirando el mundo desde su cuarto a través de la ventana que da internet... aunque sólo es en realidad la imagen del mundo. Pero no todo el mundo, por supuesto.
Por lo demás, bastante de acuerdo
Contestación a Miguel:
La expresión que he utilizado: "Porque, cada vez más, lo virtual es más que lo real", no hay que tomarla estrictu sensu, ya que yo no pienso que lo virtual tenga, o deba tener, más entidad que el mundo real. Lo que quise poner de manifiesto es el avance, bastante rápido, del papel del mundo virtual, de lo que ha venido en llamarse la sociedad 2.0, es decir, de internet como instrumento de comunicación planetario.
Espero haber aclarado mi posición y gracias por tu comentario que me permite hacerlo.