A. Inurrieta*.- El día 22 de diciembre de 2011 saltó la notica más deseada para el que, hasta esa fecha, ha sido el alcalde de Madrid: su salida del Ayuntamiento hacia el gobierno de Rajoy. Se pone fin a un secreto a voces y rompe finalmente, como el cuento de la lechera, el discurso tan manido por parte del ex alcalde, que él se presentaba a alcalde siempre para cumplir el mandato. En eso, es cierto que tras cumplir sus mandatos desde hace mucho tiempo, se aproxima a los sucesivos candidatos socialistas en el Ayuntamiento y Comunidad, que han ido huyendo tras los sucesivos fracasos políticos y sociales.
Si se tuviera que hacer un balance rápido y somero, habría que diferenciar entre el alcalde político y el alcalde persona. Comenzaré por el alcalde persona.
Los que le hemos conocido en su acción política, Gallardón pasará probablemente a la historia por ser el alcalde menos cercano a los ciudadanos, más altivo, y con algunos tintes autoritarios y clasistas. Este alejamiento se dejaba notar, por ejemplo, en su obsesión por no encontrarse a nadie en su entrada y salida del Ayuntamiento, las órdenes para viajar solo en el ascensor y en la comunicación con conductores y escoltas, siempre a través de su secretaria, aunque se encontrase en el propio vehículo. Son notorias también las filias y fobias hacia los propios compañeros de corporación y su escaso apego a los actos populares. En lo personal, me sorprendió su incapacidad y rechazo para recibirme siendo yo concejal en el propio de Ayuntamiento, durante mis tres años de mandato. Esta faceta humana es la que más sorprende, especialmente cuando ha sido una figura ensalzada por la mayor parte de medios de comunicación y siempre se le ha tenido por un hombre transversal en lo político, imagen que en básicamente provenía del marketing que ha sufragado, particularmente al Grupo Prisa.
En lo que se refiere a su acción política, abandona el ámbito municipal en un momento delicado financieramente, con grandes fracasos en movilidad, control del gasto público, medio ambiente, cohesión territorial, descentralización política y administrativa, participación ciudadana e inequidad. Por el contrario, es justo reconocer su transformación urbanística a partir del soterramiento de la M30 y Madrid Rio, la peatonalización de muchas zonas urbanas, mejora en la situación del aparcamiento regulado, y en la recuperación de contenedores culturales; eso sí, para una elite cercana a su musa cultural Alicia Moreno.
Megalomanía
Yendo un poco más al fondo en el debe, cabe señalar en primer lugar su megalomanía en materia de estructura administrativa ha sido muy dañina para las cuentas del ayuntamiento. El replicar íntegramente la estructura del Estado en el consistorio ha inflado plantillas y disparado el gasto de personal. Esto se ha completado con una gran operación de marketing que ha engordado las cuentas de resultados de la mayoría de medios de comunicación, especialmente Prisa.
En materia de movilidad y medio ambiente, el fracaso es estrepitoso. El empeoramiento de la calidad del aire y el claro fomento del uso del transporte privado, a pesar del aumento de líneas de metro o tren ligero, combina una política contrapuesta, en aras de satisfacer a todo el espectro de renta, eso sí dañando la salud pública.
Donde mejor se puede apreciar la política de Gallardón ha sido en materia de contratación y concentración en el ámbito empresarial. La connivencia con los grandes empresas, la creación de grandes oligopolios, y la entrega del diseño urbanístico, comercial, económico y de servicios básicos a los grandes grupos empresariales y despachos de arquitectos, ha dejado a la ciudad en manos efectivas de éstos, con el consiguiente perjuicio para ciudadanos o el comercio de proximidad. El resultado es particularmente apreciable en la progresiva distancia entre distritos, aunque en el flujo pueda verse algo diferente. La trampa es la dotación inicial.
Distritos sin competencias
Las medidas de concentración política y económica en las aéreas de gobierno han dejado a los distritos sin competencias y sin capacidad de hacer política, al margen del desprecio hacia la figura del concejal de distrito. Esta faceta ha ido minando la participación política real, dejando tras de sí un reglamento rígido, inoperante y frustrante para los que de verdad creemos en la política municipal.
En política fiscal y económica, ha sido muy heterodoxo con su ideario político. Ha llevado a cabo una política socialdemócrata de libro. Expansión fiscal, fuerte endeudamiento e inversión pública muy dinámica, con un sensible incremento del gasto público en personal, especialmente por arriba. A todo esto, contribuyo el famoso Plan E, que le permitió finalizar la urbanización de Madrid Rio y Conde Duque.
En el haber, sin duda, hay que significar el cambio urbanístico de la M-30, Madrid Rio, espacios culturales como Conde Duque y Matadero, aunque la política cultural ha tenido tintes muy elitistas y sectarios, con su desprecio compartido con Alicia Moreno hacia la Zarzuela, y la peatonalización de una gran parte del centro de la ciudad.
Con todo, la ciudad que deja es más rica en capital físico, más endeudada, más desigual, con una estructura de personal sobredimensionada en lo político, e infradotada en servicios sociales básicos, vendida a los grandes oligopolios y muy pobre en materia de participación ciudadana. También deja una ciudad muy contaminada, al servicio del vehículo privado, y muy dura y difícil para mayores, niños, y rentas bajas. Asimismo, deja un conjunto de obras mastodónticas en previsión olímpica, cuya utilidad social es muy discutible. Pero a la postre, y después de esta análisis, la ciudad ha dejado de tener oposición política, social, vecinal y mediática. Todo un caramelo para que triunfe, a pesar de sus escasas cualidades, la nueva Alcaldesa in péctore Dña. Ana Botella. Veremos.
*Alejandro Inurrieta es ex concejal del Ayuntamiento de Madrid y miembro de la Asociación Puerta de Alcalá.
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Foto: G. B. (Zonaretiro.com)