A. Inurrieta*.- “El presente nos desborda, es momento para la reflexión”, dijo Villalonga, que tomó el testigo de Alicia Moreno en diciembre, cuando el ahora ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, dejó la alcaldía a Ana Botella (PP). Su discurso fue una enmienda a la totalidad de la gestión cultural de los últimos 10 años, incluida la de Gallardón: “El enorme esfuerzo inversor en infraestructuras y actividades culturales realizado por el anterior Gobierno municipal no es sostenible”.
Su golpe de timón “es necesario”, además, según el concejal, porque han surgido “incoherencias entre el establishment existente y las nuevas necesidades” de la ciudad. Villalonga retó al “lobby cultural-industrial”, con “intereses atrincherados que se oponen a cualquier cambio”. Hizo suya así la denuncia en este periódico del filósofo José Luis Pardo, dando por cierto el “despilfarro de dinero público en sinsentidos arquitectónicos”, el “amiguismo en las subvenciones” y “una concepción de lo público poco ética”.
Estas declaraciones del nuevo Concejal de las Artes de la época post-Alicia Moreno, ponen de manifiesto con toda la crudeza lo que ha sido la época de la otrora izquierdista Alicia Moreno, pero que luego se pasó al más reaccionario de los gobiernos municipales que haya tenido Madrid en los últimos años. La pléyade de amigos, el enorme despilfarro en producciones para que se lucraran cercanos y familiares, y el completo abandono de la creación y de la cantera cultural, han puesto de manifiesto la megalomanía, tanto del regidor, como de la encargada de dirigir el área de las Artes.
La creación de guetos, la discriminación por géneros artísticos -era conocida la animadversión hacia la Zarzuela, por ejemplo-, y el abandono de los distritos, fueron algunos de los logros del tándem, muy aplaudidos por las castas culturales más supuestamente progres, que lograron unos ingresos muy suculentos, todo liderado por el gran Mario Gas en el Teatro Español. Este sector, el teatral, fue el único que logró poder sobrevivir a las malas prácticas del tándem Gallardón-Moreno, que también tuvo la protección mediática, especialmente del Grupo Prisa.
Tras el paso nefasto de Moreno en la Concejalía, ahora ha llegado el nuevo equipo gestor, al mando del cual ha situado a Natalio Grueso, que viene avalado por su labor en Avilés con el Niemeyer. Sus primeras escaramuzas, con la organización del Fringe Festival en Conde Duque, pueden estar escondiendo los mismos defectos. Ya han aterrizado en Madrid los conocidos y amigos productores de Asturias, sin que se verifique la calidad de los mismos, y sobre todo que en Madrid no existan productores y artistas mejores.
Junto a todo esto, el Ayuntamiento ha decidido cerrar los Centros Culturales hasta fin de año en lo que se refiere a actividad cultural, supongo que para ahorrar. Esta puede ser, sin duda, el fin de la actividad cultural para muchos ciudadanos que por problemas de movilidad, renta o disponibilidad, no puedan acceder al centro.
En resumen, Madrid pierde una batalla más, la de ser un referente cultural. Pero el hedonismo y la búsqueda del beneficio personal y de los allegados, han destruido el tejido cultural y no han permitido a la sociedad civil poder tomar el relevo. Mala fue la época de Moreno, pero no promete mucho la de Natalio Grueso. Lo que sí parece, es que siguen teniendo alergia a la lírica, y en especial a la Zarzuela.
*Alejandro Inurrieta es presidente del Observatorio del Distrito Salamanca.
Lucía says:
Mucha razón tiene. Gallardón -Moreno hicieron una cultura de espectáculo y cartón piedra, antiparticipativa, aunque los gestores de centros culturales trabajaron bastante bien y llevaron obras dignas a los barrios.
Peor es ahora. Con la excusa de la crisis, se borra de un plumazo todo el suelo cultural (clases de música, obras de amateurs, talleres y exposiciones…) que durante años han permitido comer culturalmente a las clases populares (no peperas).
La crisis como arma para la segregación social. A los pobres, cultura basura: toros y fútbol.