C. Stecco*.- La primera infancia, ésa que va desde que un bebé nace hasta sus tres años, es una etapa fundamental para el devenir de una vida. Comenzar a andar su camino no es algo que los niños puedan hacer en soledad, necesitan de otras personas que deseen tenderles su mano, acompañándolos así a descubrir el mundo para poder hacerse un lugar en él.
Más allá de los padres, las personas que acompañen a cada niño en los comienzos de su vida no pueden ser cualquiera, es necesario que estén habitados por un deseo auténtico y decidido de ocupar ese lugar y llevar adelante esa tarea.
En educación infantil no se trata de estimulación temprana, tampoco de aplicar técnicas; no se trata de entrenar niños ni de dejarlos solos en nombre de una supuesta autonomía.
Se trata de acompañar a un niño/a en su búsqueda vital, de respetar y amar la singularidad de cada uno de ellos, de esperarles, de dejarles inventar y descubrir… para esto un técnico en educación no es suficiente, hace falta un maestro, y solo se es maestro cuando hay una ética, una vocación y un deseo propio puesto en juego en su tarea.
Este deseo nunca está garantizado, no todo maestro cuenta con este motor, aunque sólo con éste una educación puede ser posible. El deseo que habita en un maestro no entra en las escalas de evaluación, no se aprende en la universidad ni puntúa en los concursos públicos. Es a posteriori cuando podemos localizar sus efectos en la vida de un niño.
En el distrito de Retiro de Madrid tenemos la suerte de que haya un lugar en el que los niños y niñas se encuentran con una mano extendida que lo recibe, sin prisa y amorosamente, ofreciéndose a acompañarlos en su salida al mundo, ese lugar se llama ‘Las Nubes’. Una escuela infantil que desde hace diez años es habitada y sostenida por un equipo de personas que tiene muy claro de qué se trata un niño y qué es lo fundamental que debe acontecer en sus primeros años de vida. Personas, cada una con un deseo propio y decidido de acompañar, desde el respeto y el amor, a cada uno de los niños que comienzan aquí a transitar la vida.
‘Las Nubes’ corre el riesgo de desaparecer
Vivimos en una sociedad en la que se trata a la educación como una mercancía con la cual traficar. Y esto hace que estemos ante un serio problema que nos atañe a todos.
¿Cómo sacar a subasta la vida de una escuela? ¿Cómo entregar una escuela infantil al mejor postor? Esto, que parece increíble, es lo que esta pasando con las escuelas infantiles en Madrid.
Hace unos años, cuando un equipo educativo quería hacerse cargo de una escuela infantil, debía presentar su proyecto educativo y dar cuenta de cómo sostendría la vida de esa escuela en la cual darían sus primeros pasos los niños de la zona. Maestros, propuestas educativas y experiencia se ubicaban en el primer plano a la hora de que el Ayuntamiento puntuase la solvencia de un equipo para adjudicarle la gestión y la vida de una escuela.
Hoy las cosas han cambiando. Atrás ha quedado el tiempo en que las escuelas infantiles eran asignadas a maestros con vocación y deseo y gestionadas sin ánimo de lucro. Hoy, el propio Ayuntamiento las ha convertido en un negocio instaurando una guerra de precios en la que pelean distintas empresas de multiservicios buscando hacerse con el botín.
Ya no hace falta ser maestro ni dar cuenta de tu deseo y capacidad de dar vida a una escuela para que el Ayuntamiento te otorgue la responsabilidad de iniciar en la vida a bebés y niños.
Hoy, si eres una empresa especializada en servicios de limpieza o un centro comercial, y te comprometes administrar una escuela infantil por 0,01€ por debajo del presupuesto con el que cuentan los maestros que actualmente y desde hace diez años sostienen vivamente la escuela, el Ayuntamiento baja el martillo arrebatándosela a sus maestros, a los niños y a sus familias y entregándola a la empresa ganadora.
Pero dar vida a una escuela no es administrar una empresa. Hoy abundan las empresas que han hecho de la infancia un mercado a explotar, pero ésas no son escuelas como tampoco sus técnicos son maestros.
‘Las Nubes’ es una escuela, una escuela viva porque las personas que trabajan en ella le dan vida cada día, con su vocación y deseo. Esto hace que no sean fácilmente reemplazables y que, al perderles, se pierda la vida de la escuela.
Es por esto, por que defendemos el deseo de los maestros como motor de la educación, como lo que da vida y sostiene vitalmente una escuela. Es que los padres decimos “¡No me bajo de las nubes!“.
Luchamos porque ‘Las Nubes’ siga existiendo, cuestión que sólo se conseguirá si las personas que forman su equipo educativo siguen siendo las que son.
* Celeste Stecco es miembro del AMPA de la Escuela Infantil Las Nubes.
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