MMB*.- Cuando hacemos deporte de forma intensa (aunque el nivel de intensidad es necesariamente muy diferente para cada persona), es importante saber dónde está nuestro cuerpo. Y no me refiero a si está en la pista de atletismo, en la sierra de Madrid o en el gimnasio, sino a en qué situación se encuentra fisiológicamente hablando.
Aunque ya hablaremos de los test de esfuerzo, hoy quiero centrarme en dos tipos de mediciones muy sencillas y que debería hacerse todo el mundo de forma obligatoria, al menos una vez al año: un análisis de sangre y orina y un electrocardiograma.
Con estas dos pruebas básicas, un médico (y un entrenador personal) tiene muchísima información para saber qué podemos hacer y cómo lo tenemos que hacer.
Enfrentarse a duras sesiones de entrenamiento sin saber cómo se encuentra nuestro corazón es muy peligroso, ya que nuestro corazón puede no estar preparado para ciertos esfuerzos.
Dicho esto, ¡busquemos de nuevo un aporte optimista a nuestro entrenamiento, que es lo que se intenta desde este blog!
Tener un análisis de sangre y orina y un electrocardiograma previo a la realización de nuestros retos puede servir de base para ver nuestros progresos de la forma más natural posible.
Ver cómo gracias al ejercicio bajamos de pulsaciones, tanto en reposo como en movimiento, cómo mejora la circulación de la sangre gracias a la regeneración de capilares o cómo reducimos los tiempos de recuperación por una mayor eficiencia en la generación de energía nos tiene que alegrar más la mañana que cuando nos miramos al espejo y vemos que hemos perdido un kilo o que marcamos un músculo nuevo.
Y si hace dos semanas probé el entrenamiento en hipoxia, precisamente para comprobar cómo mejoran mis índices bioquímicos (la semana pasada volví a entrenar en hipoxia, hay que recordar que se recomiendan al menos 10-12 sesiones de una hora para observar resultados positivos), esta semana Iván, mi entrenador personal en Reebok Sports Club me sorprendió presentándome una máquina que no había visto nunca antes: el Alter G. Se trata de una cinta de correr con una cápsula en la parte inferior que ayuda a reducir el impacto de la pisada reduciendo el peso del corredor hasta en un 80%. Es decir, estuve corriendo reduciendo la gravedad de mi entorno, como si estuviera en la Luna.
¿Y para qué sirve el Alter G? A una persona sana, le permite entrenar sin dolor a alta intensidad, reduciendo el estrés de tendones y músculos, así como recuperarse de forma más rápida después de una competición; y a una persona que haya sufrido una lesión le ayuda a rehabilitarse sin dolor y con menos impacto, mejorando la movilidad e incrementando la fuerza. En el caso de personas con sobrepeso, les ayuda además de a entrenar de forma más intensa, a comprobar cómo sería su nivel de esfuerzo con unos kilos menos.
Mi entrenamiento en la cinta Alter G fue a unos ritmos muy superiores a los que soy capaz de llevar a cabo al aire libre, con lo que acabé muy contento y orgulloso por lo conseguido. Fue un entrenamiento de alta calidad (de hecho al día siguiente noté mayor carga en las piernas que habitualmente) pero estoy seguro de que mis músculos asimilarán este tipo de ritmos para poder luego acercarme a ellos en la montaña y disfrutar de mayor velocidad sin tanto esfuerzo como ahora.
Como a veces es bueno desconectar un poco del deporte para tomarlo con nuevas energías, este blog volverá después de Semana Santa.
*Miguel Matías-Barreiro es periodista y deportista aficionado @runnernovato