Elecciones catalanas: el día después

Madrid,

J. E.Villarino*.- Cataluña camina, si este domingo 27 de septiembre de 2015 no se produce un milagro, hacia la materialización, en breve plazo, de un golpe de estado perpetrado por la Generalidad catalana, que pronto se materializará en una independencia de tapadillo, mediante un pasteleo a tres bandas.

Sin duda alguna, Mas y Rajoy están hablando para acordar una salida a la independencia sin que parezca independencia. Véase si no el esquizofrénico debate Junqueras-Margallo. Rajoy, no se ha atrevido, ni se atreverá a mover un dedo para empapelar al secesionista, ni aplicar el artículo 155 de la Constitución. Tanta permisividad en hacer cumplir las leyes conduce ahora a que si alguien se empeñase en cumplir la legalidad, sería tachado de fascista, dictador y tirano.

La última del portavoz secesionista es decir que tampoco piensa cumplir la última sentencia del Tribunal Constitucional por la que no es posible que la Generalidad se dote de una Agencia Tributaria de la señorita Pepis. Y que debe desandar todos los pasos dados en este sentido que ascienden a más de 30 millones de euros. Pues en éstas estamos. Nadie sin mover un músculo y sin hacerle cumplir ésta y las múltiples sentencias incumplidas.

¿Por qué no se han suspendido las elecciones ya que no van a tener la finalidad legal que les corresponde? ¿Por qué se ha llegado a esta situación, cuando había más que justificados motivos para haber dado una respuesta contundente a las provocaciones separatistas?

Aparte de la inacción del Gobierno, algunos medios de comunicación no hacen más que hablar de la independencia para arriba, de la independencia para abajo, al este y al oeste. Con ello no hacemos otra cosa que legitimar la jugada de los independentistas de presentar las meras elecciones autonómicas como un plebiscito. Gobierno, oposición, medios y ciudadanía hemos mordido el anzuelo, hemos caído en la trampa.

¿Cuál es si no el eslógan independentista “juntos por el sí”? Juntos por el sí, ¿para qué? Pues, para la independencia. Más claro, agua: las elecciones son evidentemente plebiscitarias. Y no se han impugnado cuando había que haberlo hecho.

Se debería haber actuado frente a la primera provocación o incumplimiento que se produjo y ante el delito persistente y continuado en el tiempo del presidente de la Generalidad, que siendo la máxima autoridad del Estado en la comunidad catalana, se declara constantemente, hace años, en rebeldía contra la Constitución y se convierte en perjuro del texto constitucional,

Hubiese bastado que la delegada del gobierno en la comunidad autónoma ordenase al general de la Guardia Civil de mayor antigüedad en la demarcación de la zona catalana, que pusiese al presidente Más a disposición de la autoridad judicial, léase fiscal del Tribunal Superior de Cataluña, y declarar que las funciones inherentes al presidente y el gobierno quedaban asumidas en su persona, ordenando a continuación las demás acciones de gobierno que procediesen, hasta que se pronuncien sobre la suspensión las Cortes (Senado). Punto y final. Hasta que las cosas se recondujesen, se convocasen nuevas elecciones y se devolvieran todas o parte de las competencias.

¿Por qué no se ha hecho nada de esto? Porque se estudia una fórmula que sin romper el vínculo con España reconozca a Cataluña como nación, mediante triquiñuelas verbales y lingüísticas, al tiempo que se pacta un trato económico similar al cupo vasco y el fuero navarro.

Lo mejor que les podía pasar y lo que siempre soñaron los secesionistas: la independencia pero, eso sí, continuando bien amamantados por la teta del estado español.

Se trata de entregar Cataluña sin que se note. Se trata de que se salgan los independentistas con la suya y de engañarnos al resto, tragándonos las ruedas de todos los molinos de España. Al mismo tiempo, se tapa la corrupción pujolista, masista, convergente y las que sean necesarias y hasta la próxima.

¿Y qué dice el principal partido de la oposición? Pues hasta ahora permanece desmarcado de este pasteleo y muestra un postureo acomodaticio y ambiguo, según quién hable y dónde se hable. Su partitura se circunscribe al erre que erre de un federalismo asimétrico. Ni las viejas glorias ni los nuevos “flechas” socialistas parecen no haberse enterado de que lo que Mas y los independentistas quieren es la independencia, no ensayos con gaseosa, que para eso ya tienen la autonomía.  Lo cual no es óbice para que si gobernaran el 1º de Enero de 2016, cosa harto probable, se apunten al pasteleo por la independencia de tapadillo.

¿Y qué dice la corona? Pues lo de siempre, la corona no dice nada, nunca dice nada. Con tal de que medio se le garantice una cierta pervivencia, sine die, se prestará al pasteleo y si hay que cambiar la Constitución, pues se cambia en lo que sea menester, y ya está.

Lo malo, es que la sociedad catalana ha sido intencionadamente fracturada, hecho que llevará mucho tiempo restañar, si no es ya irreversible. Familias donde hablar de política está prohibido, hermanos, padres o abuelos enfrentados.

Pero esto no es todo, Cataluña no es más que el primer cohete de la fiesta. Detrás querrán el mismo pasteleo las Vascongadas, Galicia y así una detrás de otra el resto de las autonomías. Este va a ser el final del melón que se abrió en el inicio de la transición para aplacar las ansias nacionalistas de las burguesías catalana y vasca, que lo único que quieren siempre es pasta y más pasta.

* José Enrique Villarino es economista y consultor, experto en Transporte y columnista de Zonaretiro

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