J. E. Villarino*.- La semana pasada Monedero comunicó su abandono de todos los cargos en Podemos para pasar a ser un simple militante de base, con libertad para volar muy alto como un pajarillo, en palabras de su amigo y conmilitón de partido Pablo Iglesias.
Golpe de efecto para tapar el descenso electoral
Todos los medios se hicieron eco de la dimisión y todas las tertulias, portadas de los periódicos, etc empezaron a hervir de forma desaforada como si un asunto de estado se tratase.
La moral mediática que nos invade hace notición de una simple maniobra política que solamente debería afectar a quien y quienes afecta, es decir, a quienes la han urdido. Así, carnaza de por medio, no se habla del desmoronamiento electoral, advertido ya por los más inteligentes dentro y fuera del partido, a raíz de las recientes elecciones andaluzas.
Buena parte de los sesudos analistas políticos, que les dicen, dándole vueltas a la decisión de que si son galgos o podencos. Y los de Podemos intentando intoxicarnos a todos con la perorata de que si las alturas intelectuales del susodicho, que si el verso suelto, que si recuperar la libertad, y no se sabe cuántas vagatelas más, como consigna que todos repiten de plató en plató y de entrevista en entrevista. Entre medias, alguna que otras lindezas de color rosa, cruzándose declaraciones de amor entre los principales protagonistas de este sainete.
¿Purga o pantomima?
Pues miren, yo de lo dicho no me creo nada o, si se quiere, sólo lo justo. Me parece que todo obedece a un golpe de efecto para quitar de en medio a Monedero dado que los sondeos les dan una preocupante tendencia a la baja.
Los 450.000 euros de marras, los contratos con Venezuela, la Fundación y las sospechas fundadas de la financiación ilegal del partido, agravado todo ello con las idas y venidas fiscales, habrían aconsejado al aparato a apartar al protagonista de todos estos affaires, para que los votantes se olviden de los tejemanejes de Podemos y de Monedero.
Al mismo tiempo, se mata otro pájaro con el mismo tiro. Se aparta de la dirección al representante de las posiciones más izquierdistas y -según afirman- utópicas dentro del partido, en una equivocada estrategia del aparato dominante de centrar los mensajes que, a fin de cuentas, puesto el votante ante la urna, no se acaba de creer.
Dinamitada la izquierda tradicional, van a dinamitar ahora la suya propia. En este apartado, pudieran ser ciertas algunas discrepancias entre Iglesias y Monedero, como este último se ha encargado de poner de manifiesto, criticando la pérdida de espontaneidad, frescura y glamour que esta organización se había encargado de reivindicar en sus primeros pasos de existencia.
Monedero, guardián del frasco de las esencias
Allá se va Monedero, llevándose consigo el frasco de las esencias, cual sancta santorum de la organización para preservar el santo grial de Podemos y alejarlo de las cruzadas electorales que ya han comenzado y cuyas batallas más cruentas aún están por venir. Lo que quizá no sepa Monedero a estas alturas es que en buena lógica estalinista que tan bien debe conocer, el que se va, o lo echan, no vuelve.
Monedero pasaría así a ser el Alfonso Guerra del partido como cuando Felipe y Guerra jugaban a poli bueno y poli malo. Como en los mejores tiempos de la Brigada Político Social de la dictadura en lo que entonces era la D.G de Seguridad, hoy la presidencia de la Comunidad madrileña.
Por otro lado, su papel ante el electorado como verso suelto es recuperar la imagen fresca de los primeros tiempos y contrarrestar el burocratismo en que se ha sumido Podemos. La alquimia de convertir a un dirigente achicharrado por los escándalos de corrupción en un ente angelical, lleno de poética y glamour que abandona para más elevados pensamientos y no verse enfangado en el lodazal partidario.
Todo obedece a una pantomima para quitar de en medio a Monedero. Monedero no ha dimitido, lo han echado, con o sin indemnización, que eso no lo sabremos hasta pasado un tiempo. Todo está perfectamente encajado, pensado y requetepensado. Pura estrategia estalinista.
* José Enrique Villarino es economista y consultor, especialista en Transporte, y miembro del Foro del Transporte y el Ferrocarril (FTF).