J. A. Plaza*.- Los buenos púgiles encaran siempre sus combates con preparación física y técnica, a lo Cassius Clay: fintan, golpean y encajan con gallardía los impactos del contrario. Y los hay que al no llegar a la altura de su oponente, se refugian en el boxeo a la contra, esperando el fallo del otro y tratando de crear controversia con los jueces para ver si entre la niebla del enredo pueden acabar si no triunfando, al menos empatando el match.
En la vida, como en el boxeo, es más fácil jugar a la contra -no requiere talento, sólo malicia- y es más sencillo destruir (o enredar) que construir argumentos. Envueltos en el embozo de la crítica a ultranza, despreciando los hechos y la razón, siempre hay quien encuentra temas susceptibles de ser polemizados en el más puro estilo Coto Matamoros. Eso es lo que estamos viviendo en los últimos plenos de la Junta Municipal de Salamanca, donde el tema de la contaminación atmosférica de nuestra ciudad es un tema recurrente.
El problema de la atmósfera, del aire que respiramos todos, es un problema global, no local. No podremos solucionarlo radicalmente con políticas locales ni con estudios de detalle, sino con políticas de Estado. Pero qué duda cabe que todo viaje comienza con un paso, y sí que podemos influir de manera significativa en nuestro entorno más próximo adoptando medidas de índole local. Las sucesivas medidas que el Ayuntamiento viene aplicando desde hace décadas, con gobiernos de todos los signos, son un ejemplo. No por nada, Madrid fue la primera ciudad de España que implantó las estaciones de medición de emisiones en el casco urbano allá por 1968. Estaciones que están colocadas, dicho sea de paso, con criterios estrictamente técnicos apoyados sobre informes de técnicos universitarios y municipales (otra cosa es que a alguien le desagraden sus dictámenes o quieran dudar de su probidad).
El objeto de las estaciones es poder conocer y caracterizar el medio ambiente de nuestro alrededor, y para ello es absolutamente necesario practicar mediciones. Ni muchas ni pocas, las necesarias para poder interpretar nuestro ámbito, que es exactamente el mismo que el del distrito contiguo. De todas maneras, para tranquilidad de los espíritus inquietos, el número de estaciones de medición prácticamente triplica el exigido por la Unión Europea. En Madrid contamos con 85 estaciones, cuando las exigidas por ley serían del orden de 31. Habrá quien quiera ver en estos números un cinismo venenoso, o incluso ocultación de datos: no tienen más que comprobarlo en la página del Ayuntamiento o incluso en su teléfono: hay aplicaciones para móvil que le proporcionan al ciudadano avisos en tiempo real de los niveles de contaminación. Y si quiere usted comprobar cómo estamos respecto a nuestros vecinos, puede usted visitar Air Quality Now, una página de la Unión Europea.
En el año 2006 el consistorio puso en marcha la estrategia para mejorar la calidad del aire hasta 2011; de las 54 medidas previstas han sido implementadas un 76%, junto a ciertas acciones adicionales como el soterramiento de la M30, que han permitido reducir sustancialmente las emisiones contaminantes mejorando la calidad del aire.
Para ser mas precisos, los óxidos de nitrógeno se han reducido en un 39,4%, las partículas en suspensión en un 59,2% y los compuestos orgánicos volátiles (precursores del ozono) en un 40,9%. No es menos importante que en el periodo 2006-2009, la tasa media de reducción de las emisiones de esos mismos contaminantes haya sido del 20,5%. Eso sí, quede claro que hablamos de medias, lo cual no obsta para que pueda haber momentos puntuales que se rebasen los límites recomendados debido sobre todo a la climatología.
Sin embargo, y como no todo el monte es orégano, que dicen en mi pueblo, seguimos por encima de los umbrales permitidos por la legislación supranacional en las medias de inmisiones de dióxido de nitrógeno; según los planes del Ayuntamiento no podremos reducirlas a los limites permitidos hasta 2015, por lo que se ha solicitado una moratoria a la Unión Europea en este sentido. Pero como obras son amores, he aquí los hechos: el Ayuntamiento ha declarado la mayor parte del Distrito de Salamanca como Zona de Bajas Emisiones. Además, se van a invertir 162 millones en 70 nuevas medidas para reducir los niveles de contaminación, desde renovar la flota de autobuses hasta la innovación en materia de movilidad sostenible; desde el fomento de transporte de mercancías más eficiente hasta el control de las emisiones industriales. El tiempo da y quita razones, y les emplazo, queridos lectores, a discutir esta misma cuestión de aquí a un año; veremos si hemos ido hacia adelante o hacia atrás, como los cangrejos. Veremos si el plan de calidad del aire del Ayuntamiento da resultados o nos hemos equivocado de medio a medio. Salvo, claro está, que se dude de los datos oficiales; yo no tengo motivos para ello, mi país no es Grecia, aunque no faltará algún mal púgil que intente la contra.
*Jose Antonio Plaza Rivero es vocal vecino de la Junta Municipal de Salamanca y Jefe de Área en la Consejería de Transportes e Infraestructuras de la Comunidad de Madrid.
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Ilustración: Patri Tezanos (Zonaretiro.com)
RdR says:
Obviamente, y como queda registrado en los comentarios, José Antonio, tienes razón: siempre hay quien va a la contra, que es mucho más fácil. Barrios ricos y barrios pobres; ese es el discurso.
No creo que el PP tenga problema hoy por hoy en tomar esa medida en uno u otro distrito:.excepto en Puente de Vallecas (y por muy poco), todos los distritos de Madrid son “azules”…
Javier León says:
Pues yo de pugilatos no entiendo, pero la contaminación me la como todos los dias y cuando bajo de la sierra veo la capa de humo sobre la ciudad. No dudo que hayan bajado los niveles de productos contaminantes, sobre todo porque con la crisis de las narices hay menos coches que nunca. Es mas, hay días que parece que estás en Agosto en vez de Marzo, sobre todo a final de mes. También estoy de acuerdo en que es un problema que hemos de resolver, aunque con franqueza hay otros que preocupan más a corto plazo, por lo que no debemos dejarlo en el tintero pero sí establecer prioridades de inversión del dinero público que ahora hace mucha falta para otras cosas.
Teresa says:
Pienso que luchar contra la contaminación no es solo cosa de los gobiernos, todos debemos mentalizarnos y aportar nuestro granito de arena, por nuestro beneficio y el de las generaciones que nos siguen.
De todas formas, estoy de acuerdo con lo que dice J.León: que hay muchos otros problemas más importantes que resolver a corto plazo.
Luis de la Vega says:
No estoy de acuerdo, todos tenemos que poner de nuestra parte, pero también el Ayuntamiento tiene que facilitarnos las cosas a los ciudadanos. Si quiere que viajemos en Metro, que no nos lo suba todos los años. Si quiere que usemos la bicicleta como he leido en este periodico, que hagan carriles para bicis. No, si al final nos dirán que nos desplacemos andando para no contaminar. Claro, que segun esta la situacion al final es lo que vamos a tener que hacer.
Miguel says:
Efectivamente el factor más determinante para que haya momentos en que se superan los límites tolerables es la climatología. En esos casos es cuando las autoridades locales deberían poner restricciones al trafico. El que tengamos un pertinaz anticiclón no debería de ser el motivo irremediable para que los asmáticos lo pasen mal o en el peor de los casos fallezcan muchas personas delicadas del aparato respiratorio, especialmente los ancianos.
Como restringir el tráfico es un tema más complicado, peajes, matriculas pares o impares, restricción a particulares… la decisión óptima es un tema técnico, el tomarla es un tema político.
Ángel says:
Gracias José Antonio y comentaristas varios, especialmente Miguel, por tocar este tema de la contaminación atmosférica, que en esencia comparto. Siendo la circulación de vehículos el mayor contaminante evitable (recuerdo el índice de ocupación media del 1,1) todos debemos aportar nuestro granito de arena y las administraciones regular en favor de los perjudicados (afectados pulmonares,etc.), aunque las medidas técnicas restrictivas no sean un plato de gusto, como la exigencia de alta ocupación para entrar en la ciudad y el peaje indemnizatorio para los que viajen solos. Utilizando si es preciso su aplicación inicial en periodos críticos o estacionales de máxima contaminación.