P. Rodríguez.- El centro social SECO, que se autodefine como un espacio intergeneracional -con gente de aquí y de allá-, cumple 20 años este sábado y llama a la movilización vecinal. Sólo un requisito: llevar algo rosa. El centro, para el que no lo conozca, se enorgullece de haber puesto en marcha distintos servicios autoorganizados (asesorías jurídicas gratuitas, clases de castellano o puntos de Internet gratuito), la promoción de espacios de convivencia como las fiestas del barrio o de iniciativas que facilitan la producción y el acceso a la cultura, el centro ha apostado también por talleres de hip-hop, el software libre, videoforums o tertulias sobre novela negra.
Un pequeño mundo, según sus organizadores, que lleva 20 años creciendo y cuyo aniversario brinda “una excusa para salir a la calle y encontrarnos con otros, renovar complicidades y reconocernos en las luchas y demandas de los demás”. Esta celebración la finjan en este día porque hace 6 años en esa misma fecha se celebraba la Marcha Rosa reivindicando el realojo del centro social, en lo que a su juicio ha sido “la mayor movilización en la historia del Distrito de Retiro por un asunto local”. Y lo hacen no solo por mantener una memoria colectiva, sino porque quieren rescatar la filosofía que la impulsó.
Según explica su portavoz, Pablo Ascasíbar, “corren malos tiempos y las noticias que recibimos son generalmente negativas. Mostrando una democracia que pierde intensidad y es tutelada por los omnipresentes mercados que se reservan las rosas mientras dejan a ala ciudadanía con las espinas: perdida de derechos, profundización de las desigualdades sociales, grupos que se vuelven más vulnerables por no tener empleo, papeles o pertenecer a cualquier minoría. Un aluvión cotidiano de desencanto que invita a la parálisis y la resignación. Una situación ante la que oponemos nuestras modestas resistencias y sus alegrías de andar por casa, como llevamos haciendo 20 años desde el Centro Social SECO”.
La de este centro es una historia plagada de pequeñas y grandes rebeldías sostenidas según sus organizadores “con un derroche de ilusión”, que hablan de la ecología urbana (promoviendo huertos urbanos, grupos de consumo de productos agroecológicos o una movilidad sostenible que de protagonismo en el asfalto a la bicicleta), de iniciativas orientadas a denunciar “como la coartada de la crisis socioeconómica está sirviendo para precarizar y recortar nuestros derechos”, de experiencias de trabajo en el tiempo libre con jóvenes o que demandan reconocimiento social y luchan por los derechos de las mujeres.
Por ello, llaman al barrio a a construir un enorme agujero rosa en el que se puedan expresar las luchas sociales que habitan las paredes del centro social y aquellas que se extienden a las calles del barrio y los rincones de la ciudad. Una oportunidad para pintar de rosa la gris realidad con banderas, pancartas, disfraces, globos y objetos rosas que llevaremos e invitamos a llevar. Una mancha que caminará por las calles y en la que cabremos todos y todas, mezclando nuestras diferencias, nuestras demandas particulares, nuestros sueños… con un tono rosa. Afirmando que frente a la gris realidad es posible pintar el mundo de otro color.
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Felicidades¡¡¡, veinte años son muchisima lucha...pero tambien son nada.
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