J. A. Plaza*.- Es por todos conocido que los problemas nunca vienen solos. La tormenta solar que en estos días alcanza nuestro planeta viene acompañada, qué cuca ella, de otras tormentas más locales pero igualmente insidiosas. Nos referimos a la reivindicación catalana del estado soberanista que da jaque a la unidad nacional por primera vez en los últimos 500 años; al menos desde la última etapa del Estado formado por Sancho III el Mayor allá por el año 1050.
La insolente reivindicación del president Mas de un referéndum hace caso omiso de las voces que le aconsejan prudencia y moderación, poniendo sobre el tapete diversos problemas latentes del Estado actual. Por ejemplo, ¿cómo puede defenderse la Democracia -estado garantista por excelencia- de los que la atacan amparándose precisamente en los derechos que otorga? (esto, dicho sea de paso, también es aplicable al problema generado por los terroristas que finalmente han logrado llegar y afianzarse en las instituciones). ¿Es verdaderamente el estado autonómico la solución a determinados problemas históricos reales o inventados? ¿O bien los agrava?
A nadie se le escapa que en el fondo de la cuestión está más el problema económico que el identitario, aunque esta sea la excusa que ofrecen los políticos demagogos para justificar su huída hacia delante ante los problemas financieros y de gestión que les sofocan. Ya se sabe, la mejor defensa es un buen ataque. Y qué mejor manera de obviar la censura interna que buscar un enemigo externo. O al menos presunto enemigo, porque personalmente soy de la partida de Boadella: opino que hay muchas más cosas que unen a nuestra querida Cataluña que las que las separa.
Sin embargo, es cierto que este pulso llega en un momento complicado para la política nacional con un partido en el gobierno comprometido con la gestión de la crisis económica y el primer partido de la oposición en pleno proceso de descomposición interna; por lo que el mensaje soberanista ha calado en el pueblo que siempre es más vulnerable a los planteamientos demagógicos en los tiempos de crisis, como demostró el ascenso al poder del partido nazi allá por los años treinta. Y esto se ha reflejado en los resultados de las elecciones autonómicas del pasado fin de semana en las que las opciones soberanistas cosecharon un 60% de los votos emitidos. Curiosa dicotomía que contrasta con el escaso apoyo popular a la independencia -menos de un 30%- según diversas encuestas publicadas la semana pasada. Por tanto, o las encuestas se equivocan o el pueblo está pidiendo mantener la estructura creada por los ponentes de la constitución allá por el año 78.
Sin embargo el problema es que no sabemos si las arcas del estado, que es como decir el bolsillo de todos los contribuyentes, son lo suficientemente ricas como para seguir manteniéndolo. Y esto no se arregla con un Real Decreto. Quizá el futuro no pase por tanto por eliminar las autonomías, como se ha oído repetidamente los últimos días, sino por replantear diversos aspectos de su existencia. Al igual que ha ocurrido con las cajas de ahorros, malversadas por poderes regionalistas, que han tenido que pasar por un proceso de saneamiento que incluía la reducción del peso político en sus estructuras, las autonomías deberían plantearse un proceso similar.
Es decir, dejar de ser fuente de problemas para los ciudadanos tendentes al fomento del separatismo para ocultar la mala gestión y duplicadoras de servicios que ofrecen otras administraciones, podrían ser la herramienta de gestión de las políticas de un gobierno que asumiese algunas de las competencias que éstas no han sabido desarrollar en beneficio de los ciudadanos: sanidad, educación, justicia. Básicamente, un problema de eficiencia, que no de identidad ni de derechos históricos. Frente a las soflamas altisonantes de demagogos localistas, sensatez. Frente a manipulaciones radicalizantes, eficiencia económica y de gestión.
Como bien decía nuestra compañera socialista de Zonaretiro Ana Valiente, en estos momentos más que nunca hay que estar con la Democracia. Pero con la democracia bien entendida, de calidad, con listas de políticos elegidos libremente por los ciudadanos y no puestos a dedo por los partidos. Con una democracia donde existan recursos para evitar que los violentos y los radicales acaben en el poder. Con jueces elegidos democráticamente por otros jueces y no por los partidos políticos. Con una democracia donde el voto de una persona vale lo mismo que el voto de otra persona, viva ésta donde viva.
Solo así volveremos a verdadero espíritu de la Democracia ateniense y al Estado de Derecho que los ilustrados conceptualizaron como un estamento que defendería a los hombres de los abusos de otros hombres, y no al revés.
*Jose Antonio Plaza es vocal vecino de Obras Públicas de la Junta Municipal de Salamanca y Jefe de Área en la Consejería de Transportes e Infraestructuras de la Comunidad de Madrid.
Juanma GG says:
Últimamente, querido amigo, abres unos melones imposibles de tratar con rigor en un simple artículo. En el anterior hablabas de la Educación y en este de las Autonomías, ambos temas dan para tesis doctorales. Por tanto escribiré solo un par de apuntes.
Las distribción autonómica de España en la transición se trazó bajo un prisma que hoy resulta obsoleto pero que entonces tuvo todo su sentido. Como bien dices, ahora hay que cuestionarse no las autonomías como tal sino su diseño y estructura en particular. En tiempos de vacas gordas todo ha valido (mucho más de lo que se debería haber dejado) pero ahora hay que frenar en seco y, en muchos casos, desandar el camino andado.
Todo aquello que produzca un gasto innecesario (hay cientos de servicios y funciones duplicadas en la administración estatal y autonómica) y todo aquello que sirva para separar más que para unir (aquí cabría hablar de la Educación diferencial de cada comunidad con sus diferentes y sesgadas interpretaciones) debería ser motivo de revisión. No se debe pagar por un servicio duplicado ni se debe ser educado de forma y con criterios diferentes en Pontevedra y Murcia.
Por tanto, es perentória una revisión ordenada, profunda y valiente de las autonomías y su diseño actual.
Lucía Caos says:
Don Juanma GG: de eso se trata cuando se escriben los artículos, de “abrir melones”, de dar tu opinión sobre algún tema candente para que los demás, a su vez, emitan su propia opinión.
La receta para solucionar los problemas de España, evidentemente Sr. Juanma, no se puede dar en un artículo de opinión, porque si el Sr. Plaza la tuviera seguramente ya estaría el problema solucionado, y él sería el “salvador de la Patria”.
He seguido de cerca los artículos del Sr. Plaza, aunque no haya opinado, y creo ver en sus comentarios un ligero y casi inapreciable afán por demostrarle su superior conocimiento de los temas…cabría preguntarse por qué….
Jose Antonio Plaza says:
Pues a mi me encanta que me comenten y Juanma además es un “coco” bien amueblado.