J. E. Villarino*.- Hace meses que la casta política y los medios que les bailan el agua llevan dándole vueltas a si la economía española crece décima arriba, décima abajo. Que si salimos ya de la crisis, que si de la recesión, que si son galgos, que si son podencos.
Venga macroeconomía, ¿y de la micro, qué?
Todo el mundo se queja, y con razón, de que las mejoras que se vienen observando en las macromagnitudes económicas (mejora de las exportaciones, ligero crecimiento del PIB, mejora en las tasas de ahorro de las economías domésticas, etc) no se traducen en mejoras observables en el día a día de los ciudadanos, en la mejora del empleo, en la disponibilidad de crédito para el emprendimiento de negocios y de nuevas actividades económicas.
Jamás hubiese pensado que el tema de la que iba a ser mi tesis doctoral, acabaría siendo portada de los periódicos y tema de conversación normal de los ciudadanos. Mi tesis iba a versar sobre cuestiones metodológicas del engarce entre los ámbitos conceptuales y prácticos de la macro y la microeconomía. De los nexos que ligan ambos ámbitos, caso de que existan, que están por demostrar, a tenor de lo que estamos viviendo.
¿Por qué es esto así? ¿Por qué la mejora en los indicadores, puros conceptos, no se refleja en la mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos y en crearse nuevos puestos de trabajo, que es lo que realmente más nos importa?
Pienso que falta perspectiva. Que los análisis que se hacen adolecen de perspectiva. Son planos y, lo que es peor, ignoran lo que realmente nos ha ocurrido en estos casi últimos diez años. Venga de hablar de los síntomas y poco hablar de la enfermedad. En realidad no sabemos, o sabemos muy poco de lo que nos ha ocurrido en estos últimos años. Y si no sabemos esto, con mayor o menor precisión, malamente podremos saber qué hacer y lo que nos depara el futuro.
La crisis “nos” ha cambiado el modelo económico
Lo fundamental y lo más importante que ha ocurrido es que la crisis nos ha cambiado bastante radicalmente el modelo económico. No se trata, como gusta elucubrar a algunos economistas, de si entramos o salimos de un ciclo económico, de si lo estamos remontando o de si ya se empieza a salir del túnel o se observan brotes verdes, como dijo una auténtica indocumentada que vive ahora de los favores otorgados en su tiempo de ministra. Ha sido un cambio radical, que más tarde veremos en qué ha consistido.
He dicho, intencionadamente, la crisis nos ha cambiado, porque realmente ha sido así. Nosotros no hemos cambiado el modelo económico, el paradigma económico en el que hemos vivido hasta ahora. Ha sido la crisis y sus consecuencias.
Volvamos al debate crecimiento económico sí crecimiento económico, no. Supongamos que efectivamente, y ojalá que así sea, vayamos comenzando la senda del crecimiento económico y logremos crecer a tasas que superen las décimas que algunos airean como si fuesen récords imbatibles.
Pero no nos hagamos ilusiones de que aunque las macromagnitudes vayan creciendo, el empleo se va a recuperar. La crisis nos ha auto ajustado, y ha expulsado del sistema económico todo aquello que no era estrictamente necesario, pero que existía en una sociedad hiperinflada de crédito barato, hiperinflada de necesidades supérfluas, huperhinflada de ladrillo, hiperinflada de obras faraónicas e improductivas, hiperinflada de universidades, etc.
La prueba es que, más o menos, ahora producimos lo mismo que en 2007 (un billón de euros) con seis millones de empleos menos, que restando la economía sumergida se quedarían en 4,5 o 5 millones de desempleados.
Los efectos demoledores de la crisis
Según un informe de la UE que este lunes 27 de enero de 2014 ha visto la luz, “el porcentaje de población española en riesgo de pobreza o exclusión social asciende al 28,2% (13,1 millones de personas), muy por encima de la media comunitaria del 24,8%.
Los Estados miembros con una mayor tasa de población en riesgo de pobreza o exclusión social son Bulgaria (49%), Rumanía (42%), Letonia (37%) y Grecia (35%), mientras que los porcentajes más bajos corresponden a Holanda y República Checa (15%), Finlandia (17%), Suecia y Luxemburgo (18%).
Continúa diciendo el estudio que el 35% de los hogares españoles en riesgo de pobreza no reciben una cobertura adecuada de prestaciones sociales, un porcentaje que supera la media comunitaria (30%).
Finlandia, Suecia, Holanda y Dinamarca son los países con menos hogares sin cobertura social mientras que Grecia, Chipre e Italia se sitúan a la cola.
Además, el 15% de los hogares españoles en riesgo de pobreza dependen para sobrevivir de la pensión de los abuelos, una de las tasas más altas de la UE junto con Chipre, Grecia, Bulgaria, Letonia y Polonia”.
Otro informe de Oxfam Intermón presentado este domingo 26 de febrero afirma que “en España, la riqueza de las 20 personas más ricas (77.000 millones de euros) es equivalente a la renta del 20% de las personas más pobres”. Y, compartiendo con los autores de la estadística las enormes diferencias entre los españoles más afortunados y ricos y los más pobres y necesitados, la estadística mezcla y confunde “riqueza” con “renta”.
Por riqueza se entiende “patrimonio”, conceptos que no son equiparables al de “renta”. Por ejemplo, la propiedad de una finca o una casa es riqueza, patrimonio, mientras que el salario mensual es renta.
En economía se estudia que la primera (riqueza o patrimonio) es una variable stock, mientras que la segunda (renta) es una variable “flujo”, se genera temporalmente. La comparación no es, pues, afortunada.
* José Enrique Villarino es economista y consultor, especialista en Transporte, y miembro del Foro del Transporte y el Ferrocarril (FTF).