M. J. S. Mayo.- Para todo cinéfilo que huye del taquillazo convencional y gusta de un cine más ligado a la realidad cotidiana, el estreno de una película del actor argentino Ricardo Darín puede suponer un pequeño remanso de felicidad. Más allá de las muchas o pocas virtudes de la dirección, o de si el argumento es más o menos convencional, su sola presencia es un potente imán.
Un cuento chino, la comedia que estrena ahora el Cine Renoir Retiro, no escapa de esa máxima, pues si bien nos encontramos ante una cinta con momentos discutibles, el sustento de final de todo el trabajo tiene que ver con un Darín en estado de gracia metido en la piel de un tipo un tanto obsesivo, pero genial en sus lamentos vitales. Todo ello sin quitar valor a unos planos que dejan hacer a sus actores y a unos diálogos austeros aunque contundentes, que configuran perfectamente la personalidad del protagonista y los secundarios, muy bien utilizados.
Sin embargo, a la dirección de Sebastián Borensztein le faltan recusos a la hora de abordar la importancia de elementos simbólicos como el que finalmente se manifiesta, y se muestra un tanto torpe en el comienzo con la vaca, o con los recuerdos de la guerra, mal introducidos.
Pero ¿nos van a quitar sus defectos el buen sabor de boca? Ciertamente, no. La sensación que deja Un cuento chino es bastante buena. El magnetismo Darín anula las malas ondas.
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