La patulea político-financiera que nos saquea

Madrid,

J. E. Villarino*.- De siempre se ha dicho, y así es, que la economía es confianza. El sistema económico, desde el financiero hasta el productivo, se basa en la mutua confianza de sus agentes entre sí. Es así desde el trueque hasta la más sofisticada transacción. Perdón, era así hasta no hace mucho en que, bajo el paraguas de la economía y sofisticados llamados productos financieros, algunos -bastantes, muchos- desaprensivos empezaron a envolver mierda en papel de regalo con lazo rosa, y se cargaron el sistema.

ue-pa-que

 

A partir de ahí, todo comenzó a desmoronarse. Los antaño serios y sesudos, bien trajeados y estudiados señores banqueros y bancarios, brokers y demás ralea de especuladores, algunos -bastantes, muchos- trocaron en lobos (con perdón para los lobos que nos lean) disfrazados de honradas abuelitas, metidos en la cama a esperar a las caperucitas rojas que somos todos nosotros, a que llegasemos con nuestra meriendita.

Y, en vez de descubrirles, como en el cuento, preguntándoles por esos ojos tan extraños inyectados en sangre, esas manazas tan extrañas, esas vozarronas tan roncas, o esas pezuñas tan cochambrosas y hacerles salir corriendo como en el cuento de Perrault, resulta que se comieron la merienda de la cestita destinada a la abuelita, la merienda de todos nosotros y de todos los abuelitos y abuelitas, cambiándonoslas por unos papelitos llamados preferentes, derivados, etc. Y a fe que se la zamparon.

Pero, otrosí, que dicen sus señorías, ha sido lo que esta semana, nunca mejor dicho para ellos de pasión, les han hecho a los chipriotas que, es ni más ni menos, que entrar a saco en sus cuentas bancarias y expropiarles casi un 40% a quienes tuviesen más de 100.000 euros, aunque ya veremos en que queda la cosa para el resto. Hecha una, hechas ciento. O miles. O millones.

Siguiendo con los símiles cuentistas, esto último puede ser una de piratas, que bajo el pretexto de atacar unos galeones cargados con oro y plata procedentes de las rusias, con botines de dudosa legalidad, se quedaron hasta con el flacucho y desplumado loro del capitán. O también pudiera ser el cuento de los tres, trescientos o tres mil cerditos-burócratas de Bruselas que tan sonrosados ellos, dicen representar nuestros intereses y, en realidad representan los intereses de la golfería bancaria, alemana y demás países, que campa a sus anchas por las europas y el orbe entero.

Pues, visto lo visto, se jodió el invento y ahora ya nadie se fía de los bancos, ni siquiera de los del parque, ni de los fondos de pensiones ni de no pensiones, ni de los derivados, ni mucho menos de los depósitos a plazo, que tanto gustaban a nuestros abuelos y el personal ya empieza sacar sus magros dineritos para empalarlos en el ladrillo hueco de la cocina, o entre los lomos de la Larousse de pega del salón.

Total, si hay inflación, da lo mismo dentro que fuera. Ahora ya no daban ni un céntimo de interés y hay que pagar por todo: por comisión que llamo yo de pordiosero por no llegar a un saldo de 2.000 euros; por no saltar de línea en la cartilla durante un mes; por comisión de custodia, hay que joderse, de qué custodia hablan, y así en este plan. Y nada de dejar unos cientos de eurillos para los recibos. Como hasta ahora vienen haciendo muchos ancianos, yendo a pagar de 8.30 a 10.00 a la ventanilla, o, mejor, como cuando era pequeño, que venga un cobrador a casa y así se crea algún empleillo.

P.D.: Perdonen ustedess el tosco lenguaje de algunas expresiones, pero no quiero corregirlo, para que se me note el cabreo supino que me invade, cabreo que ha ido subiendo de tono conforme avanzaba en su redacción. Les pido disculpas.

* José Enrique Villarino es economista y consultor, especialista en Transporte, y miembro del Foro del Transporte y el Ferrocarril (FTF).

Comentarios

  • R Frutos says:

    Pues no puedo estar más de acuerdo con su cabreo… Cada vez me produce más aversión por no decir vómito ver a pulcros ejecutivos, abogados, banqueros y políticos con sus “amiguitos del alma”. Vamos que últimamente se me quitan las ganas de limpiarme los zapatos por si acaso.
    A ver si su cabreo, el mío y el de los madrileños nos dura hasta las elecciones. Y ya de paso podríamos ir preparándonos para ellas, quiero decir para aclarar el tema de si no voto, quién se beneficia o si voto en blanco, otra vez quién se beneficia, etc.
    ¡Que parecemos tooooontos, después de tantos años!

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