El transporte madrileño agoniza

Madrid,

J. E. Villarino*.- A lo largo de este artículo vamos a efectuar un pequeño repaso de cada modo de transporte y hacer un diagnóstico de urgencia para, más tarde, hacer alguna propuesta que saque al transporte madrileño de este lento languidecer y cabalgue a lomos de la sensatez y el sentido común.

Un diagnóstico urgente

Ya decíamos la semana pasada que las autopistas radiales están en quiebra y han perdido durante la crisis más de un 35% de su intensidad circulatoria, hasta ser unas infraestructuras que necesitan dinero público para subsistir y que tampoco es ninguna solución de futuro, sino una mera huída hacia delante.

El transporte ferroviario de la ciudad, el Metro, sigue perdiendo viajeros a chorro y sus gestores buscando dinero hasta maquillando estaciones. Otro tanto, aunque más atemperado, le ocurre al ferrocarril metropolitano que también ha visto las dentelladas de la crisis.

Qué decir del transporte aéreo. Las previsiones respecto de Barajas se han desmoronado y el sueño de convertir a este aeropuerto en el hub del tráfico Europa-América se aleja y se aleja cada vez más y más. Los cincuenta millones de viajeros, horizonte de capacidad de Barajas, es día a día más inalcanzable y la faraónica T4 es un traje cada día más grande para un cuerpo cada vez más escuálido.

Los autobuses ahí siguen, a golpe también, como todos los modos, de subvención, con reducciones de tráfico, más acusadas en el caso de EMT.

Quizá esta crisis solamente tiene una cosa buena: que ha servido para parar los afanes constructivos y faraónicos que a diestro y siniestro se ha venido haciendo con muchas infraestructuras prescindibles, léase Metro Sur, el obrón de soterramiento de la M-30, la T4 que costó más de dos veces lo presupuestado, y tantas otras cosas. Así, el Ayuntamiento, bajo el tandem Gallardón-Botella, nos dejó casi 8.000 millones de pufo a nosotros, nuestros hijos, nietos y, quizá, biznietos.

Como todo ello hay que, primero, pagarlo y, después, ahora ya, mantenerlo durante un sin fin de años, nos han metido la mano en el bolsillo de todos nosotros, cada vez que vamos a comprar un billete o un abono, o una tarjeta sin contacto (la última fashion en materia de transporte). Conclusión: el transporte madrileño agoniza, es insostenible y no puede seguir por los fueros que hasta aquí le trajeron.

Cambiar el modelo territorial y de transporte

Como dicen los finolis, hay que cambiar de paradigma. De modelo. Estamos de acuerdo en que la crisis ha influido de manera determinante en la reducción de la demanda global de viajes, pero la crisis también, y sobre todo, ha puesto de manifiesto la inviabilidad del actual modelo de transporte, que es, a su vez, consecuencia de un modelo territorial inviable.

El transporte y el urbanismo son cómplices. El transporte va detrás del urbanismo y el urbanismo detrás del transporte. Esa pescadilla tan manida. Primero se mintió de la siguiente guisa: “Urbanización perenganita, próximamente Cercanías”. Mentira, pero al poco tiempo apareció el Cercanías.

El urbanismo de la región poco ha variado desde el concebido en la década de los 60. La ocupación suburbial de las periferias urbanas continúa todavía y aún pueden verse reliquias del chabolismo, que no ha sido completamente erradicado.

La ocupación del espacio metropolitano con desplazamientos en el sentido centro-periferia ha hecho crecer pueblos rurales hace 30 años a auténticas ciudades de más de 200.000 habitantes, sobre todo en el denominado Gran Sur Metropolitano. No hace falta poner nombres y apellidos.

A su vez, el modelo urbanización tipo ‘Bosque de…’ y otras denominaciones propias de la factoría Disney han surgido por doquier tanto en los hinterlands entre pueblos, como suburbios de éstos.

Como consecuencia de todo ello, la ciudad y la residencia, el trabajo y el dormitorio están cada vez más alejados, al tiempo que esta situación convive con un parque de viviendas de fin de semana y temporada, con una ocupación bajísima. Conclusión: despilfarro de suelo, despilfarro de energía, despilfarro de dinero, despilfarro de tiempo, despilfarro de salud. La otra cara, falta de sueño, falta de familiaridad, falta de convivencia, falta de amigos, falta de la más mínima felicidad.

Aprender de los errores: sensatez y sentido común

Digámoslo claramente: el urbanismo expansivo ya no puede sufragarse en tiempos de crisis y no debió subvencionarse tampoco en épocas de bonanza, como así ocurrió. Había crédito, había pisos y… había transporte para ir y venir y echar dos horas ida y otras dos vuelta.

Hay que retornar a la sensatez y el común de los sentidos. No desparramarnos más por el territorio, buscar la compacticidad (creo que no es el vocablo correcto, de compacto, pero se entiende) de lo ya hecho, aprovechar el parque inmobiliario ya construido, retornar a precios de la vivienda asumibles, aunque muchos pierdan aquello en que les engañó la burbuja, mejorar los intercambios modales, que solamente es una cuestión de sentarse para coordinar unos y otros modos, quitar aquellas frecuencias que supongan pasear autobuses, trenes sin sentido.

Nunca más los atascos diarios madrileños pueden ser una coartada para seguir haciendo faraonadas cuando escampe un poco. Cuidado que se han hecho despilfarros majestuosos y, no han servido para nada, para empeorarlo más, en algunos casos, y dónde había un atasco en A, éste se trasladó a B.

Cada mañana las radios y los telediarios siguen dando cuenta de los atascos. Los mismos que hace cincuenta años, cuando era estudiante. Hay que aprender a luchar contra ellos con las infraestructuras existentes, el problema -los políticos no se enteran, o no quieren enterarse- no es de infraestructuras es del uso de esas infraestructuras. Es un problema de planificación, de personas, de hábitos, de medidas disuasorias aunque parezcan radicales, que otros países ya han implantado.

* José Enrique Villarino es economista y consultor, especialista en Transporte, y miembro del Foro del Transporte y el Ferrocarril (FTF).

Comentarios

  • Ángel Oteros says:

    No dirigimos hace mucho tiempo al Caos. En cuanto hubo una crisis considerable como la que estamos padeciendo. Se vieron más los errores.

    ¿Existe alguna solución?

    Quizá el tiempo nos ponga a cada uno en su lugar.

    Es posible que volvamos de nuevo al Campo?

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