‘Por el placer de volver a verla’ en el Teatro Amaya

Madrid,

Zonaretiro.com.- Prorrogada hasta el 3 de julio. Un famoso y reconocido autor teatral, también director y –en este caso- actor, nos propone aceptar que “alguien” es único cuando logra despertar en el otro el placer de volver a verle. Y nos invita a pensar que, de no ser eso el amor, tal vez pueda tratarse de lo más parecido al amor.

Para probar que es así, y dar sentido a su última pieza teatral, deberá contar con “ella”, esa mujer que hará que su nostalgia adopte el rostro de la felicidad.

Ante el público –sumergiéndose en un pasado muy presente-, sin prejuicios, ni preconceptos, ni humillaciones, ni miedos, ni desgarros tortuosos, iniciará un viaje al corazón abierto del teatro. Esta pequeña gran obra trata del infinito placer de comprobar que la realidad y la verdad no son la misma cosa. Y que se puede volver a dialogar, emocionar y reir con quien se supone dejó de ser realidad, porque, la verdad, puede traerle cuantas veces quiera.

El amor lo hace posible. Y el teatro. Como en ‘Hoy: el diario de Adán y Eva, de Mark Twain’: teatro de sentimientos, teatro para crecer, teatro para todos. Teatro que no excluye a nadie.

Lugar: Teatro Amaya, Pº Gral. Martínez Campos, 9.

Fecha: prorrogada hasta el 3 de julio.

Horarios: Miércoles, Jueves, Viernes y Sábado 20:30 h. Domingos 18:00 h.

 

Comentarios

  • Lo que no supimos decir nos dolerá eternamente y sólo el valor de un corazón abierto podrá librarnos de esta congoja. Nuestros encuentros en la vida son un momento fugaz que debemos aprovechar con la verdad de la palabra y la sutileza de los sentimientos-, escrito por Susana Tamaro en Donde el corazón te lleve. Supongo que Tremblay quiere contarnos eso mismo con su obra, magnífica, inteligente, tierna, clara y bonita como pocas. Mi enhorabuena a Por el placer de volver a verla. Maga.

  • Esta obra es útil al sentido de la vida, y es más que una comedia tierna y emotiva: es la voluntad de querer más allá de la muerte, es la derrota del tiempo como uso horario, es el estado de gratitud que permanentemente le negamos a la vida, es la luz colándose en los recintos más abandonados de los fundamentos de la vida. Una madre y un hijo hacen la historia del mundo. Quien lea en esta historia la esencia será un espectador feliz, inmune a la enfermedad de los espejos deformantes en los que nos vemos reflejados a diario. Soy terapeuta y aventuro que esta función vale lo que veinte sesiones de las que, con toda la capacidad que poseo, suelo dar. Arroyo Leyra.

  • ¿Has visto alguna vez una obra de teatro que te haya emocionado? Realmente, ¿la has visto? Pues si tu respuesta es quizás o alguna vez o incluso nunca, tengo una obra de teatro para recomendarte, una obra que considero imperdible tanto por su dinamismo escénico como por su elenco mínimo, formado por dos actores de primer nivel: Miguel Ángel Solá y Blanca Oteyza.
    Pareja en la vida real, estos dos grandes actores, de facultades simbólicamente ambivalentes, nos regalan una hora y media del mejor teatro a través de pensamientos y emociones tan profundas como simples, de escenas inolvidables y risas incontenibles.
    La historia, escrita por Michel Tremblay, gira en torno a un ya maduro dramaturgo que evoca a su madre, de quien guarda un hondo recuerdo. El actor nos muestra a su madre tal cual él mismo la vivió, como su verdadera fuente inspiradora en la vida, dueña de un fuerte carácter maternal y un sentido de la vida sensible y perceptivo. Una mujer que le ha dado no sólo material para su carrera teatral. También ha sido trascendental como paradigma, por su conducta, por su vigor.
    Conmovedores en el sentido literal de la palabra, Miguel Ángel Solá y Blanca Oteyza nos dan una señal magistral de los valores que manejamos a diario y que parecen disiparse en la rutina, de la importancia del diálogo con los integrantes de la familia, de lo mucho que cuesta crecer y de lo fundamental que es relacionarse con los otros para desarrollarse personalmente. Moviéndose por el escenario con la naturalidad propia de la experiencia, nos conceden el obsequio de la reflexión, de saber que nunca es tarde para hacer lo que alguna vez deseamos y decir lo que muchas veces tuvimos que callar. Y lo mejor de todo, que la obra sigue todavía en cartel y que seguramente será un placer volver a verla.
    http://latierrafugaz.blogspot.com/ Ignacio Vanini. (La Tierra fugaz).

  • “Por el placer de volver a verla”, una, dos, tres….mil veces
    La magia del teatro vuelve a hacerse realidad en el madrileño Teatro Amaya gracias a Miguel Ángel Solá y Blanca Oteyza.
    El amor de madre (Nana), la admiración del hijo (Miguel) y su relación, desde la infancia hasta la muerte. Ese es el discurso narrativo de “Por el placer de volver a verla”, un camino salpicado de sentimientos universales, sensaciones cotidianas, encuentros y desencuentros, la pérdida, la memoria, la pena, la alegría.
    Todo esto y (por suerte) mucho más es lo que nos ofrece esta expresión máxima de la genialidad del teatro, un regalo mágico gracias a tres inmensurables: Miguel Ángel Solá (el hijo), Blanca Oteyza (la madre) y Manuel González Gil (el director). Una cita ineludible de la que, por ahora, podemos disfrutar en el Teatro Amaya.
    Una puesta en escena sin adornos (seis cubos que operarios convierten, allí mismo sobre el escenario, en un tren, una azotea o un salón… y un ciclorama que maneja el color de las emociones que durante casi dos horas invaden y seducen al espectador); un texto de Michel Tremblay y un único mensaje: el amor, tal vez la única razón que nos permite volver a quien ya no está, sentirlo, abrazarlo, hablarle, susurrarle, demostrarle cuánto nos duele su ausencia.
    Una obra en la que volvemos a disfrutar de la ya sabida maestría de Miguel Ángel Solá, pero en la que, más que nunca, descubrimos a una Blanca Oteyza soberbia, grande. Y una ocasión más de contemplar su complicidad, la que les une en el día a día y la que les ha permitido, con su anterior obra, “El diario de Adán y Eva” robar el corazón a espectadores de aquí y de allá, de este y el otro lado del charco, durante diez años.
    Por el placer de volver a verla
    Una obra que ya lleva dos años por España, haciendo las delicias del público. 18-abril-2011 Mar Cárpena
    “Por el placer de volver a verla”, una, dos, tres….mil veces | Suite101.net http://www.suite101.net/content/por-el-placer-de-volver-a-verla-una-dos-tresmil-veces-a49250#ixzz1KGZKeDeB

  • Francisco says:

    Pura vida
    “Por el placer de volver a verla” es toda una vida, un bolero de madre e hijo, como un corazón escénico que late y bombea sentimiento. Que lanza al espectador a tantos lugares en común, que no hay tregua para la rutina. Porque la vida vivida es el presente encadenado de padres e hijos que serán padres e hijos que serán padres… Y así hasta el final de los tiempos. Sí, pura vida.
    “Por el placer…” es un canto a al encanto del intento. A las frases que nunca se dijeron y que, por ese silencio sobrevenido, son las que de verdad cobran vigencia. Están presentes sin reproches, porque ese espacio en blanco que separa nuestras frases es una parte, igual de importante, del guión pendiente, siempre por escribir, que es la vida.
    En “Por el placer…” hay teatro dentro del teatro, como ejercitado experimento que da la mano al espectador para que intuya, asista, al segundo que precede al momento en que comienza el acto de crear e interpretar. Pero, más que artificio teatral, hay sinceridad, esto es, artefacto teatral. Pocas veces la cuarta pared es tan del público sin perder el respeto esencial a los códigos del teatro. Casi nunca ocurre lo que pasa aquí: que el recurso artístico está al servicio de la historia y de los que la ven.
    Blanca Oteyza pasa como un ciclón cálido que atraviesa la obra como ser reconocible. La madre habla. Ella interpreta lo inolvidable. Lanza al público la pelota de la memoria compartida. Reconstruye en cada butaca lo que algún día pasó para ser siempre presente. El espectador coge ese balón por encantamiento y bota con los recuerdos de los tiempos de la ilusión. El hijo escucha el porvenir.
    La madre e hijo que son Blanca Oteyza y Miguel Ángel Solá reescriben la generosidad mutua que ya pasó y que solo volverá cuando otros vayan sumándose a la obra. Esto es el antes que Gil de Biedma retrató con aquello de: “Que la vida iba en serio uno lo empieza a comprender más tarde.”
    Una historia de amor de esas que piden a susurros: reloj no marques las horas. Una historia de amor de madre. Una historia de puta madre. F. R. Alonso

  • Jorge Moya Arévalo says:

    Estuve ayer en el teatro Amaya, a tope y con todos nosotros entregados de lleno a un espectáculo que va creciendo hasta ocuparte todo el pecho. Maravillosos los actores y una obra para recordar: inteligente, cálida, llena de vida, vida que transmite y contagia y suma a la de cada uno una cuota de amor, a veces olvidado, a veces desoído. Conmueve hasta el tuétano con una sencillez pasmosa y nos recuerda quienes somos gracias a quienes fueron. No sé por qué bajan de cartel, obras así no deberían irse de la vida de nosotros, a menos que sea para echarlas un poco de menos hasta su regreso. Ojalá así sea. Jorge

  • Una maravilla de obra de teatro. Nos ha pasado el tiempo en un soplo. La vida en un soplo. Ella y él son de llevártelos a tu casa. ¡Qué grandes actores y qué sencillo lo hacen todo! Encantados, mi mujer y yo y todos, supongo, los que compartimos esta noche. Y, como ha dicho Jorge: obras así no deberían bajar de la cartelera, irse de la vida de todos. Vaya a saber cuánta gente quedará sin ver esta pequeña maravilla. Un abrazo.

  • Solo queria dar las gracias a todos los que habeis comentado esta obra, pues gracias a vosotros, tuve el “placer de verla” el ultimo día de su representación 3 de julio. No puedo por menos de estar totalmente de acuerdo con todos vosotros. Absolutamente maravillosa. gracias.

Deja tu comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *