Cínicos

Madrid,

J. E. Villarino*.- Señala la RAE que “cínico” (del latín cynicus y éste del griego kynikós), como adjetivo y dicho de una persona, es aquella persona “que actúa con falsedad o desvergüenza descaradas”.

No otro adjetivo se me viene a la cabeza para, séame permitida la redundancia, adjetivar a buena parte de nuestros políticos de hoy día. No solamente actúan con falsedad, lo que ya en un político sería suficiente para que cogiese la puerta y se fuese a su casa, sino que lo hacen, además, con desvergüenza y descaro.

Les da lo mismo que exista la hemeroteca, la wikipedia o demás almacenes de los dichos y aconteceres. Les importa una higa. Pueden decir hoy “a” y mañana “z” refiriéndose a una misma cosa y si se les pregunta por tal disparidad, no contestan, y se quedan tan anchos, porque no hay nadie que se lo haga decir y mirar.

Son cínicos cuando se les formula una pregunta y, sin movérseles un músculo de su jeta, se van por los cerros de Úbeda, que ninguna culpa tiene y se trata de una bella ciudad jienense. Los periodistas asalariados de grandes medios no se atreven a repreguntar ni a reconducir al huidizo al redil de la contestación adecuada a la pregunta.

Lo saben y por ello hacen abuso constante de contestar lo que les viene en gana. Aquello de pregunta lo que quieras, que yo te contestaré lo que me venga en gana. Son cínicos cuando habiendo dicho antaño una cosa, dicen hoy la contraria y no se les mueve un pelo. Con un descaro y desvergüenza, como señala la RAE, que clama al cielo. Valgan algunos ejemplo recientes:

Sin ir más lejos, el viernes pasado el candidato Iglesias se arrogaba cinco carteras ministeriales y una vicepresidencia para sí, en la trampa que tendió al también aspirante Sánchez, tomando la iniciativa en la carrera por la investidura, que dicho sea de paso le sirvió a Rajoy para devolverle la pelota. Creo recordar que allá por el mes de junio pasado en una entrevista dijo que nunca formaría parte de un gobierno del cual él no fuese presidente.

En la misma comparecencia a una hábil pregunta de una periodista, que estimó comprometida para su lucimiento, no dudó, no sólo en no contestar a la pregunta, sino en referirse con ánimo jocoso al abrigo de quien le hacía la pregunta. Por lo dicho anteriormente, nadie se movió, pero lo suyo hubiese sido que todos los periodistas que cubrían esa comparecencia (?) se hubiesen levantado y le hubiesen plantado, a él y la cohorte que le acompañaba.

La segunda, la protagoniza el aspirante Sánchez que se hartó de decir por los platós que jamás de los jamases, se liaría con los populistas. Aquí ha llegado, mendigando que le haga caso el que, a no tardar, le va a devorar, a él y a su partido, salvo que los viejos del lugar le cojan por las orejas y lo manden al rincón de la clase para siempre.

Parece olvidarse de que todas las veces que el socialismo ha pactado con comunistas e independentistas ha salido escaldado (Segunda República, Tripartito catalán, etc). Este chico es todo un poema de incompetencia y ambición. Camino lleva de que le pase como al cuervo con el queso de la fábula.

¿Y qué decir del ínclito señor Rajoy? Que, haciendo honor a su tierra, no se sabe si sube o si baja. Pues ahí sigue, con más enemigos en su corral que pirañas en el Amazonas, todos sin decir ni pío y esperando el descalabro para enviarlo a Santa Pola a registrar lo que sea. Pero nadie se atreve a ponerle el cascabel y su espectro sigue vagando por la Moncloa.

De traca ha sido esta semana la bajada de pantalones que ha mostrado el presidente en funciones con el falso presidente de la Generalidad en la trola que le coló una emisora catalana, al que sólo le faltó cuadrarse y lamerle las botas al secesionista, en vez de tratarle con la dureza que se merece y haberle colocado en su sitio, confundiendo buena educación con vil servilismo.

Hace ya tiempo que una aciaga tarde para él debió haber dimitido cuando fue cogido in fraganti con el célebre whasapp en que deseaba fortaleza a su, hasta entonces, amigo Bárcenas. Y luego, si te he visto, no me acuerdo.

Estos son los primeras espadas. De ahí para abajo toda una corte de pajes, pajecillos, incompetentes, tuercebotas, ágrafos, con el único mérito de haber chusqueado largos años, todos ellos en las juventudes de sus respectivos partidos políticos, que solamente están capacitados para repetir las prácticas de sus patrones.

Como el vicenosequé señor Maillo del PP que en seis horas tuvo que tragarse lo dicho el viernes de que el jefe iba a aceptar el reto de la investidura. O el secretario de organización del PSOE que salió a enmendar lo dicho por su jefe nada más finalizar su reunión con el Rey. O se pone coto a esto, o vamos a la destrucción como nación.

Dejemos los dimes y diretes y vayamos al gran problema que tenemos ante nosotros. Ninguno de los políticos actuales y menos sus líderes están capacitados para sacarnos de la debacle donde nos encontramos. Y no menos culpa tenemos los ciudadanos, que en muchas cosas, pero en especial en política, no sabemos por dónde nos da el aire. No tenemos criterio, pasamos del cero al infinito y paseamos nuestra catetez política allí donde nos pidan opinión.

Los españoles tenemos tres grandísimos problemas por resolver: el territorial, el socio-económico y el propiamente político. Para resolverlos no están capacitados ninguno de los politicuchos y partidos que merodean por la vida pública. Ninguno. Y lo malo es que no hay recambios en el horizonte. A la política sólo llegan hoy los arribistas, los incompetentes, los sin oficio ni beneficio, la chusma. Los cínicos.

* José Enrique Villarino es economista y consultor, experto en Transporte y columnista de Zonaretiro

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