Dalí, arrumbado en el patio trasero del Corte Inglés

Madrid,

J. A. Aguilera*.- De nuevo la llegada de la Navidad nos trae la invasión de la Plaza de Dalí y de la Avenida de Felipe II por montajes, tiendas y tenderetes de la gran firma comercial. No falta de nada. Un belén, trenecitos para los más pequeños, una tienda de productos navideños, una pista de hielo. Todo el espacio entre la Plaza de Dalí y Narváez va a estar ocupado los próximos dos meses. Veamoslo con más detalle.

Aparentemente es un espacio ideal para una sociedad como la nuestra en que lo más importante es el placer de los sentidos y el consumo. Enfrente de la puerta del centro comercial, junto a los bancos, están el belén y los trenecitos (de pago), para que las familias no tengan que alejarse del lugar de las compras y para que los infantes asocien diversión, religión y consumo.

Al otro lado del olivo se alza una cabaña hinchable monumental, de unos 20 metros de ancho por 10 de alto, un gran almacén de productos de invierno y navideños. Abierto de 10 a 10 y escoltado por un guardia jurado afortunadamente no vestido de Papá Noel. Esta cabaña constituye el núcleo de la civilización, definiendo el ecosistema colonizado por el imperio dominante. Es como el fuerte de los americanos en territorio indio, el símbolo de su poder. Una estructura perfectamente visible desde Narváez, que domina toda la avenida sin competidor alguno.

Inmediatamente detrás de la cabaña (porque esta distribución marca un “delante” y un “detrás”, jerarquiza a su modo la avenida) se ubica una pista de patinaje (de pago) que termina en la maquinaria para hacer posible este montaje: compresores, calefacción, refrigeración, etc. Como es lógico, todo ello se ubica en la parte menos noble y menos visible del conjunto, donde menos estorbe. En el patio trasero, el cuarto de los trastos, la habitación de servicio, donde no van los invitados.

Ese rincón sin valor, que se oculta con vergüenza, es la Plaza de Salvador Dalí. Los compresores se acumulan a un par de metros de la estatua a Isaac Newton. El conjunto monumental El Dolmen de Dalí, cuya estructura imponente de 13,13 metros queda borrada del horizonte, sufre de nuevo el desprecio social más absoluto.

La última creación artística de Salvador Dalí, el culmen y testimonio de su vida, yace en el rincón de los juguetes rotos, sepultada por la ignorancia, las falsas religiones y el becerro de oro. Destino inevitable en una sociedad que abomina de la belleza, de la bondad y de la verdad.

* Juan Antonio Aguilera es miembro de la Asociación de vecinos Goya-Dalí.

Comentarios

  • Juan Carlos says:

    Desde octubre, en que empezó a hablarse con mas fuerza del independentismo catalán, se ha notado más saña y mas desprecio por esta singular obra.
    En realidad la Junta nunca ha respetado ni la sentencia judicial, ni siquiera los 8 metros que ellos mismos se prescribieron para proteger el monumento. En fin, la ley, como siempre, aunque ahora mucho más, para quien puede pagársela.

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