Doctor, ¡la perdemos!

Madrid,

Lola M.- Desde hace días, al encontrarme con alguien con la camiseta verde en el metro o por la calle, ambos sonreímos al cruzarnos. Es una sonrisa de complicidad, no nos conocemos y probablemente no nos volveremos a cruzar, pero sabemos qué nos está pasando por la cabeza en ese momento.

Ayer domingo se olía en Preciados que algo iba a pasar a mediodía. Muchas camisetas verdes, mucha gente mirando la hora, muchas sonrisas de complicidad. Pocos de los presentes serían actores, pero tras el sonido de un megáfono imitando el ritmo cardíaco, cientos y cientos de personas de verde se tiraban al suelo simulando la muerte de lo que representan y son, de la educación pública. Tras unos segundos, una esquela anunciaba su muerte con las iniciales R (recortes), I (instrucciones) y P (privatización). Todos los que allí estábamos moríamos un poco en ese momento, viviendo con intranquilidad este inicio de curso tan convulso. Pero a la misma vez, todos seguíamos con una sonrisa llena de esperanza (algo bastante irónico).

El colectivo de la enseñanza pública, profesores, padres y alumnos, sigue y seguirá protestando por unos recortes que suponen un atropello al derecho a recibir una educación pública de calidad. Desde las altas esferas políticas seguirán con el mismo discurso de “sólo son dos horas más” pero la sociedad empieza a conocer qué hay detrás de esa decisión y cuáles son las consecuencias que ni ellos mismos sopesaron al dar las instrucciones de principios de curso.

Llevamos ya más de dos semanas de curso y en muchos centros todavía faltan profesores por nombrar. Cientos de alumnos siguen teniendo huecos y cientos de esos huecos siguen sin ser cubiertos porque no hay sitio en los horarios para hacer las guardias. En muchos casos, los chicos no tienen horarios definitivos porque sigue habiendo bailes de “medios profesores” hasta el punto de que ni siquiera, con octubre ya empezado, se tienen listados definitivos de alumnos, cuando ya deberíamos estar haciendo las evaluaciones iniciales. El caos sembrado no tiene precedentes en la educación madrileña pero la marea verde, nunca mejor dicho, seguirá su curso.

*Lola M. es profesora en un instituto público de Secundaria y Bachillerato de la Comunidad de Madrid.

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