Come y ama

Madrid,

A. Madrigal.- Muy buena noche, tarde o día amig@s de las cosas de los jueves. Soñar, cocinar, amar. Las tres responden a un mismo impulso…y nos llevan al placer. Un placer que nos transporta de la mesa a la alcoba a través de sensaciones gustativas y nos dispone para el resto de los sentidos. Tal vez, es ese momento de sensaciones cuando pensamos que hemos comido un manjar, supuestamente dotado de un poder afrodisíaco y, de esta manera, potenciar mentalmente la libido..

Es cierto que el deseo de amar se despierta, o se revivifica, tras una exquisita comida con la mejor compañía posible; pero no debemos caer en ele error de pensar que todos los alimentos tienen esa virtud de potenciar, alargar o simplemente preparar nuestro estado físico para la siempre maravillosa batalla amorosa..

La cocina, mejor dicho sus recetas, no tienen una edad definida. Tampoco entienden de sexos; sí es para grandes o pequeños. Al descubrir el fuego el arte de cocinar se proyecta hacia el futuro. Un futuro prometedor que muchas veces nos devuelve al pasado. Es en ese momento del fuego cuando se nos hace comprender silenciosamente todo lo que rodea el arte de cocinar. Un arte que nos hace viajar mentalmente a los urbano, lo rural, lo exótico y lo erótico. Un arte que nos provoca, nos anima. Nos hace convivir con el estado del cociner@. Es entonces cuando lo no visible se queda reflejado en el plato, creando un fenómeno lleno de imagines plenas de identidad, con rasgos, con palabras y con figuras. Al cocinar invadimos la intimidad de las personas que van a degustar toda las sensibilidad del cociner@. Podemos notar, sentir, palpar, oler, y oír su tristeza y su alegría. Todos los sentidos en su solo bocado. Es maravilloso!.

Cocinar es como un beso fugaz, Nos hace pensar. Nos alienta a continuar provocando nuevas sensaciones y nuevas experiencias. El cocinar, como el amar, puede perder toda su magia, su atractivo, su encanto y su seducción cuando se vuelve mecánico; cuando se convierte en una vulgaridad, trivial, habitual u obsesivo. Estos placeres buscan aspectos emocionales , románticos, imaginarios…

La alquimia de las recetas se hace fundamental en un espacio lleno de fantasías eróticas. Un mundo de texturas y de sutiles transformaciones. Nos alimentamos con aventuras llenas de situaciones excitantes; inyectando a nuestro paladar calor, frío, pasión y sensualidad; llegando a confundir la cocina con amores inalcanzables. El placer de cocinar no avanza con la monotonía. Busca un espacio entre el roce y la distancia. Entre las miradas perdidas y el silencio ocasional. Entre labios entreabiertos, la lengua recogiendo saliva, proyectando pensamientos hacia los labios ajenos. Buscamos el placer entre la comida y la alcoba. Entre miradas, risas, lágrima y escenas imaginarias.

Viajamos a través del “Tiempo Perdido”, observando fantasías y sueños que jamás podemos rebatir.

¿Qué diferencia hay entre la madurez y la inocencia de dos personas cuando se aman; entre el verdadero amor y el amor por descubrir; entre el beso perdido que dice más que mil palabras? No importa el “cuanto te amo” sino el “como te amo”. No importa que cocinamos, sino por qué y para quien cocinamos.

Todas estas sensaciones se pueden concretar en una receta. ¿Y Por qué no compartir esa receta? Reír mientras se crea. Ser fruta prohibida, inocente y a la vez madura, aterciopelada, fresca. Ser ambrosía o manzana. Ser mesa o mantel. Ser amad@ o amante. Ser verbo el verbo amar y cocinar compartido. Buscar la embriaguez de los aromas, de las texturas, del pecado y de la traición, para un único final: desear intensamente un plato más de amor.

Tener la templanza de la madurez y la intranquilidad de la inocencia. Ser un instante único, sin que se evapora como el café instantáneo.

*Andrés Madrigal, chef y propietario del restaurante Bistró Madrigal y director gastronómico de Kitchen Club, escribe semanalmente en Zonaretiro sobre gastronomía y productos y curiosidades del mundo de la gastronomía, presente en su cocina.

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