Piedras contra la libertad

Madrid,

A. Inurrieta*.- El pasado miércoles día 9 de noviembre se produjo un episodio lamentable en el distrito de Salamanca, a la altura de la Plaza de Las Ventas. Un grupo de jóvenes, según algunas fuentes incluso menores de edad, apedreó a una caravana electoral del PSOE. Este hecho, que podía ser algo aislado, responde a una tónica de desprecio, insultos y vejaciones que llevan sufriendo en este distrito militantes y simpatizantes de ésta y otras fuerzas políticas de la izquierda, a lo largo de los últimos años.

Estos valientes y patriotas habitantes, que no ciudadanos, no fueron capaces de dar la cara y justificar su acción típica de guerrilla urbana y huyeron, dejando tras de sí toda su ruindad y cobardía, fruto de una educación recibida en una familia que no ha superado la dictadura. La historia nos dice que siempre hay escisiones en todos los tránsitos de regímenes terroristas, como fue el franquista, hacia la democracia, como pasa con las bandas criminales, y seguramente estos habitantes son ejemplares de éstos.

Una sociedad democrática y civilizada se caracteriza porque hay ciertas líneas rojas que no se pueden traspasar. El respeto a la disidencia, a la diversidad en todas sus acepciones, a la alternancia política y  a que todas la ideas son igualmente dignas y merecedoras de todo respeto ciudadano e institucional, son valores que nos separan de la barbarie. Cuando un ciudadano tiene miedo a ejercer su labor constitucional de oposición política, que es donde los ciudadanos ha puesto a la izquierda en Madrid, está reflejando una sociedad enferma, algo que todos hemos criticado hasta la saciedad en el caso extremo del País Vasco.

Espero que jamás en Madrid, ni en ninguna parte del país, tenga que sufrir ningún atentado contra su integridad física o moral, por expresar y difundir cualquier idea política, sindical o vecinal. El problema es que el odio que destila este ataque de pequeña guerrilla urbana lo han engendrado bien, en su seno familiar o en otros, y requeriría de tratamiento psiquiátrico, pues no se explica que unos adolescentes tengan en sus mentes esta inquina hacia un partido democrático que ha luchado por el restablecimiento de la democracia. Tal vez sea este el principal delito, y por el que apedrean a unos ciudadanos libres y pacíficos.

Esperemos que, ahora que está a punto de terminar la lacra del terrorismo etarra, no reaparezcan otras formas de fascismo totalitario en pleno siglo XXI, y en uno de los supuestos distritos de mayor renta de la capital de España. Solo deseo que jamás ningún ciudadano, de cualquier partido político u otra organización, sea objeto de ninguna vejación o ataque físico o moral  en el desarrollo de sus derechos civiles, algo que alguna parte de la sociedad no valora y quiere ahogar entre insultos y piedras.  Todo mi afecto hacia estos militantes políticos, a la par que ciudadanos.

*Alejandro Inurrieta es ex concejal del Ayuntamiento de Madrid y miembro de la Asociación Puerta de Alcalá

Deja tu comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *