Fin de semana de Orgullo

Madrid,
Foto: R. Sanz

A. Inurrieta*.- Este fin de semana, como es tradicional, Madrid celebra el Orgullo Gay, lo que supone un gran despliegue de visitantes para la ciudad, pero sobre todo sirve, como cada año, para seguir reivindicando los derechos de gays, lesbianas y transexuales.

Esta realidad social, que todavía en muchos países supone encarcelamiento, vejaciones y desprecio social, todavía no ha logrado que se introduzca realmente como un derecho de las personas, lo que supone que algunas reivindicaciones sigan estando pendientes. Sin embargo, una gran mayoría social, cree que en España ya hemos superado este tick homófono y que los homosexuales y lesbianas gozan de pleno reconocimiento social, laboral y que no son discriminados en ningún ámbito, tanto privado, como público.

Sin embargo, la realidad todavía dista mucho de ser idílica. Hay sectores económicos o institucionales, en los que las personas que se definen como gays o lesbianas, no pueden darlo a conocer con plena libertad. Existen ejemplos palmarios en la jerarquía eclesiástica, tanto católica como de otras religiones, el ejército o incluso en algunos partidos políticos, y también en el ámbito educativo, cuyos miembros sufren persecuciones, vejaciones o incluso represalias laborales, sin que todavía se hayan podido frenar desde las instituciones políticas o jurídicas.

En otros ámbitos, con cierto revuelo mediático, surgen supuestos profesionales de la medicina que escriben libros asegurando que existen vacunas contra la homosexualidad  y en estos momentos, en una campaña despiadada, se cuestiona el derecho a la operación de cambio de sexo, en el caso de los transexuales. Todo esto, en un contexto en el que en los centros educativos se ha retirado el esbozo de lo que en la mayoría de países ya ocurre: y es que dentro de estos centros se educa a los jóvenes en valores de tolerancia hacia el diferente, y especialmente en la sensibilidad para que ningún joven tenga miedo a reconocer su homosexualidad.

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Desde el momento en el que los argumentos para eliminar la famosa asignatura de Educación para la Ciudadanía era que muchos de estos temas deben ser tratados en el seno de la familia, lo que sí se sabe es que cuando los progenitores son homófonos y racistas, que realmente en privado hay mucho, sus hijos aprenderán a serlo y podríamos estar creando una sociedad enferma de cara al futuro. Solo hay que escuchar demasiados comentarios acerca de las fiestas del Orgullo Gay en bares, mercados o los propios taxis en Madrid, con tintes claramente homófobos. Bajo el argumento de que ya no hay nada que reivindicar, pues ya son iguales ante la ley, a la espera del dictamen del Constitucional sobre el matrimonio gay que interpuso el PP, son muchos los ciudadanos los que desprecian e insultan a este colectivo durante la celebración de estas fiestas.

Por todo ello, y solo siendo un ciudadano que escucha a la calle, hay que seguir celebrando este cónclave y visualizar que hoy día todavía queda mucho por hacer para equiparar los derechos de los homosexuales y transexuales con el resto de la ciudadanía. No vale recibir la lotería económica que muchos reciben estos días, bares, restaurantes, hoteles, tiendas de ropa, lujo o aerolíneas, y luego por lo bajo seguir incidiendo en el insulto y la descalificación. España es hoy un espejo para los derechos legales de estos colectivos, gracias a la izquierda, pero falta mucho para la equiparación real y social. Y especialmente falta mucha pedagogía, educación y respeto. Solo pedimos esto los que defendemos la igualdad real de todos los seres humanos. Que nadie sienta vergüenza, que nadie sea perseguido por reconocer su homosexualidad  y que  nunca más ningún partido político se arrogue la capacidad para prohibir los matrimonios entre personas del mismo sexo.

*Alejandro Inurrieta es presidente del Observatorio del Distrito de Salamanca.

Fotos: Ricardo Sanz

Comentarios

  • Jose Antonio Plaza says:

    Alejandro, estoy completamente de acuerdo contigo en que nadie debe sentirse discriminado por vivir su sexualidad como le venga en gana, siempre desde el respeto a los demás (y esto te lo dice un liberal cristiano, casado y heterosexual). Y que en algunos paises se siga persiguiendo este aspecto de la vida de una persona como si fuese un crimen es algo que sólo cabe en la cabeza de un autócrata fascistoide o un radical de la peor especie. Que los médicos han tenido la abultada equivocación de tacharlo de enfermedad es un error sólo comparable a la afirmación de que la homosexualidad humana procede de la ingesta de pollo -Evo Morales dixit-. Sin embargo, hay un matiz que me gustaría señalarte: Los votos de los sacerdotes católicos, que se aceptan libremente al asumir la condición sacerdotal, incluyen la castidad y el celibato. El que no quiera vivir esa parte de la religión, que disfrute de su condicon humana en libertad y no haga carrera en la Iglesia, pero que no acuse a la Iglesia de discriminación. A la Iglesia se le puede acusar de muchas otras cosas, incluso de no admitir la condición humana homosexual cuando hay gays creyentes y buenos cristianos que se pueden sentir marginados; pero no de discriminar a los sacerdotes homosexuales, eso sería maniqueismo. Por lo demás, te felicito, es un post valiente y defensor de un derecho humano fundamental: la felicidad en libertad. Enhorabuena.

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