Madrid sin Esperanza

Madrid,

A. Inurrieta*.- La política madrileña ha recibido esta semana un auténtico sobresalto con el anuncio de Esperanza Aguirre, la Presidenta de la Comunidad de Madrid, de su abandono de la política activa, lamentablemente por razones de salud. Sirvan estas líneas para solidarizarme y desear que se pueda curar definitivamente de su enfermedad.

Foto: G. Bravo

Glosar su figura de forma serena es complicado, puesto que ella misma se encargó de convertirse en una dirigente política bipolar, con grandes detractores y grandes seguidores, siendo una de las políticas más activas y controvertidas de los últimos tiempos. Su forma de expresarse, tanto en público, como en privado, su continua actuación en todos sus actos y discursos, no han dejado a nadie indiferente u seguramente será recordada más en esta faceta, que realmente en su acción política.

Desde una óptica estrictamente pública, la Presienta de Madrid ha sido siempre una dirigente que ha tratado de actuar en base a su propio pensamiento, llevando hasta sus últimas consecuencias su supuesta ideología liberal. Esta espontaneidad y firme compromiso con su pensamiento y doctrina es de agradecer, aunque uno no esté de acuerdo con su forma de actuar, lo que le ha granjeado grandes disputas internas entre sus incondicionales, aunque de cara al exterior hay que reconocer que ha logrado imponer su modo de hacer política, haciendo desaparecer a toda su oposición política, tanto interna, como la que representan el resto de formaciones políticas, que recogen los restos que ella ha podido ir dejando.  El tamaño del espacio que ha ido abarcando muestra que ha logrado transmitir un mensaje muy claro, de forma transversal e interclasista, lo que sin duda ha establecido un régimen que ha deteriorado, sin ser su culpa, de forma notable la calidad de la democracia en Madrid.

Tal vez, su mayor debe sea éste, cómo ha tratado a sus adversarios políticos, pero también a otra serie de colectivos. Su trato despreciativo hacia sindicalistas, funcionarios, trabajadores que han ejercido su derecho a la protesta, o recientemente sus comentarios hacia los arquitectos o su propia jefa de prensa, son poco gratificantes para la imagen de la clase política en general, y afean su admiración por el mundo anglosajón, donde este comportamiento sería imposible, sin que tuviese que haber dimitido de su cargo.

Los resultados de su gestión, tras dos legislaturas consecutivas, dibujan una región con graves problemas de equidad, desempleo y desmantelamiento de una gran parte de los servicios públicos universales y una fuerte caída de la actividad industrial. En el haber, hay que reconocer su apuesta, iniciada por su antecesor, por el transporte público, no sin desvirtuar mediante tarifas, su carácter de servicios público esencial. Su gran apuesta ha sido, sin duda, transformar la educación y sanidad, desde el monopolio público, al oligopolio privado, entregando, contrariamente a lo suele hacer un político liberal, gratuitamente suelo a empresas privadas para su explotación. El resultado ha sido muy claro. El servicio público universal, se ha deteriorado, acentuándose el poder de mercado de un reducido grupo de empresas, algo totalmente antinatural para un liberal, en muchos casos cercanas al poder político, lo que contradice  también   con la doctrina liberal. En suma, ha perseguido crear un modelo educativo y sanitario dual, formado por oligopolios privados que gestionen la parte más rentable de la sociedad, y dejando a las clase bajas con la parte del servicio público puro. Esta dualidad perseguida es coherente con el modelo neoclásico y liberal, pero nunca creando sistemas que interpongan barreras a la competencia y que generen corruptelas o nepotismo, como han surgido en los últimos años, algo que tendrán que juzgar los jueces.

*Alejandro Inurrieta es presidente del Observatorio del Distrito Salamanca.

Comentarios

  • Le alabo el intento de ser ecuánime con la expresidenta, pero sus votos no borran la degeneración de la vida pública (gurtel, espionaje, ruptura de derechos democráticos…), de la comunicación-mentira, de la degradación de los servicios sociales, de la pleitesía a la iglesia…
    Toda su capacidad la ha empleado en volver al siglo XIX.

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